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Hacia un concepto de verdad en la hermenéutica contemporánea entre correspondencia y develamiento.


Enviado por   •  26 de Enero de 2017  •  Ensayo  •  1.555 Palabras (7 Páginas)  •  346 Visitas

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Ahmed-Edmundo Cervantes Espino.[pic 1]

Ponencia 5° Congreso de Alumnos de Posgrado.

3-0625897-8.

Hacia un concepto de verdad en la hermenéutica contemporánea: entre correspondencia y develamiento.

Planteamiento.

Este ensayo tiene como objeto exponer el concepto de verdad en la hermenéutica contemporánea a partir del tratamiento realizado por dos corrientes distintas en torno a la misma; en primera instancia, una noción de verdad comprendida como correspondencia y en segunda instancia, una definición de la verdad entendida como develamiento. Así, para la exposición de la primera caracterización de la verdad, se utilizará como referencia la obra Metafísica de Aristóteles, y, para mostrar el segundo planteamiento sobre la noción de verdad, se usará un ensayo titulado De la esencia de la verdad de Martin Heidegger.

La concepción de la verdad como correspondencia.

Aristóteles explica en el libro de la Metafísica lo que se ha considerado la formulación clásica de la concepción de verdad como correspondencia: “Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso, mientras que decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es lo verdadero.”[1] De esta manera, la caracterización más intuitiva y natural sobre el concepto de verdad se comprende como un pensamiento o juicio que se corresponde con lo que sucede o con lo que de hecho es, id. est., se considera como verdadera un representación mental expresada a través de un juicio, en tanto ésta se corresponde con un hecho del mundo, y de forma contraria, se considera falsa una proposición cuando la descripción de ésta no coincide con lo que las cosas son. Así, la teoría de la verdad como correspondencia expresa que un pensamiento, juicio o enunciado es verdadero si lo que describe corresponde a los hechos tal como son y, como expresan Juan Antonio Nicolás y María José Frápolli, en su obra Teorías contemporáneas de la verdad: “La caracterización de la verdad como correspondencia (o adecuación) de la mente (o pensamiento, o juicio o lenguaje) con las cosas (o hechos, o realidad) es quizá la caracterización más inmediata, espontánea y natural [...] Históricamente tal vez sea la más persistente y de mayor influencia entre las que se han ido elaborando; por ello constituye al menos el punto de referencia de cualquier otra teoría de la verdad.”[2]

Ahora bien, la correspondencia puede entenderse a partir de dos sentidos que le son inherentes. Por una parte, en su sentido débil, el cual comprende la simple intuición de sentido común, y en la que sólo existe la relación entre lo enunciado y los hechos de la realidad, en una especie de sencilla relación de reciprocidad, en la que el significado del pensamiento se ajusta, adecua o coincide con la realidad. Por el otro, su sentido fuerte, corresponde a la búsqueda de identidad completa o adecuación totalitaria entre lo que se enuncia y lo que es, en una coincidencia rigurosa entre el enunciado expresado y la realidad, en el que aquel es una copia absoluta y realista de ésta, en vista de que refleja perfectamente los hechos tal y como son:

En un sentido débil la teoría de la correspondencia representa una intuición de sentido común, que de un modo u otro ha de ser tenida en cuenta por cualquier teoría de la verdad, siempre y cuando pretenda establecer alguna conexión con el mundo real. [...] En un sentido fuerte o estricto, no obstante, [...] La teoría de la correspondencia presupone una objetivación del sujeto que participa en la relación cognoscitiva, en el sentido de que interpreta la relación sujeto-objeto como relación ontológica entre «cosas» comparables objetiva y externamente, como si se tratara de dos objetos cualesquiera del mundo.[3]

La concepción de la verdad como develamiento.

La concepción de verdad como develamiento se ha considerado que se encuentra formulada en la propuesta filosófica realizada por Martin Heidegger. En el ensayo titulado De la esencia de la verdad, el filósofo alemán afirma que, en primera instancia, la noción de verdad conlleva correspondencia, id. est., concordancia (Einstimmigkeit)[4] o coincidencia (Uebereinstimmung)[5] de la proposición, oración o juicio con la cosa. No obstante, la adecuación de la cosa con el intelecto, sólo es un punto de partida, pues si bien la verdad tiene lugar en el juicio, para Heidegger esto es tan sólo un componente de la verdad pero no la verdad en sí misma, en vista de que ésta sólo es superficialmente correspondencia del pensamiento con la realidad: “Heidegger toma como punto de referencia inicial la idea habitual y tradicional (aristotélica) de verdad como correspondencia o coincidencia. [...] Ahora bien, esta estructura de correspondencia no es más que la superficie: que una proposición sea verdadera significa que descubre lo que el ente es. Por eso Heidegger se pregunta por las condiciones que hacen posible la concordancia y por tanto el descubrimiento de lo que ella manifiesta.”[6] Si bien el filósofo alemán mantiene de forma inicial la postura sobre que la verdad se halla en la adecuación, sostiene que para que esta concordancia entre el pensamiento y la cosa sea posible es necesario que el ente se muestre, se descubra, se devele a través de un proceso de apertura, comprendiendo a la verdad como desocultamiento, develamiento, es decir, alétheia: “Para que la coincidencia sea posible ha de haber, por un lado, manifestación de la cosa en lo que es, de otro modo sería imposible. Ha de haber un «previo don», una presencia, una patencia que abre la posibilidad de la adecuación. Por otro lado, también es necesaria la apertura a lo que se manifiesta para re-conocer lo manifiesto y regirse por ello.”[7] Así, esta apertura es la que permite abrir a la cosa misma y conformar la constitución lingüística de la adecuación o correspondencia, por lo que un juicio es verdadero en tanto que descansa sobre la cosa misma a la que aquel se refiere, pues la verdad como adecuación tiene sus raíces en un sentido más originario de la verdad, que es precisamente aquel develamiento libre y apertura indeterminada.

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