LA MUERTE COMO FIN DE LA ANTROPOLOGIA
Enviado por Angélique Garcia • 18 de Noviembre de 2018 • Ensayo • 4.155 Palabras (17 Páginas) • 216 Visitas
LA MUERTE COMO FIN DE LA ANTROPOLOGIA
En este ensayo explicare porque creo que la muerte es el único fin antropológico, citare a varios autores como Camus, Heidegger, Morin, entre otros. También explicare como es que los humanos somos conscientes de nuestra muerte y eso nos diferencia de la especie animal que solo sobrevive por instinto, explicando además como el ser es para la muerte como lo dice Heidegger, el cómo era morir en épocas pasadas así de como se le tiene contemplada a la muerte.
El humano es el ser más difícil y complicado de este universo, su planeta y él, se encuentran en una diligente diferenciación y lío. Su norma estructurada y la volubilidad de su ambiente, han implicado al crecimiento y evoluciones orgánicas y neurológicas con escalones de diversidad inconmensurables. “Tal variedad teje una red sobre todas las áreas y ámbitos del humano de la cual no escapa nada. Bajo este pathos, la muerte se ha torcido cada ocasión más azarosa, ahora no es un evidente evento, como lo pensaban nuestros ancianos neandertales”[1]. Hasta e día de hoy se encuentra inserto en la misma consciencia y disposición bio-ontológica del hombre. Hay un agradecimiento de la muerte y la gravedad, en cualquiera de sus circunstancias. Esto es, la biografía del hombre, desde el instante en que se volvió consciente (verdadero pecado original), ha volteado cerca de la muerte, hasta, incluso juramentar, como nos dice Heidegger, “El ser es para la muerte[2]”. En este sentido, podemos ligarlo con Camus, que todos los conflictos centrales y serios de la filosofía y la antropología se refieren a la muerte. Todo experimento filosófico (y antropológico) por encontrarle sentido a la fortaleza y al hombre recae en una cabeza sobre la mortandad. El subsiguiente compromiso intenta dar algunos caminos sobre las distintas transfiguraciones de la muerte que han ocurrido incluso nuestros momentos. La muerte no deja de ser un fenómeno constitutivo de nuestra existencia, pero se banalice y se la vea como el elemental vencimiento de una fuerza, como una damnificación o una gotera, tal como lo hacen nuestras academias de consumo. Sin embargo, las consecuencias de "existir" la muerte e interpretarla bajo la lógica del consumismo y del mercantilismo hegemónico son autodestructivas, letales y en exuberantes acontecimientos, irreversibles. La muerte se ha ahorrado a un hecho científico, un gran número positivo sujeto a advertencia y experiencia. Estas actuaciones de la muerte son características a los balances abusivos de las asambleas, nuestra era posindustrial irradia y le confiere jeroglíficos y significados particulares a la muerte. La muerte se convierte en la farsa de la maquinaria que no funciona, que está dañada, se convierte en el final y rotura de la elaboración y de la re-producción del ser indulgente, de los sistemas sociales y de la gran máquina económica.
El último confín antropológico de la vida humana
A lo largo de la carrera, la muerte ha estado flagrante de una u otra faceta en el pensamiento del hombre, inmediatamente sea como evento (social, religioso, político, etc.) como agradecimiento en la investigación, como contemplación o como advertencia filosófica o científica. En la Antropología convergen estas diferentes maneras de estudiar la muerte, en conjunto con las desiguales erudiciones del hombre. En este sentido, la muerte, por ser un fenómeno pluridimensional inherente al hombre, es verificada desde la aproximación antropológica. Es decir, todo fenómeno se estudia desde su unidad central, y el hombre es esta unidad esencial. Para poder asimilar qué somos, tenemos que analizar la muerte, y para eso tenemos que aprender de esta, y para que eso ocurra tenemos que aprender del hombre. La muerte, entonces, se nos presenta como "objeto-sujeto" de análisis, para que, de este modo, podamos interpretar todo el pathos por el cual la atención a dibujado su realidad.
La antropología pretende ser la materia más ambiciosa por eminencia, quiere acaparar al hombre desde todos sus ángulos, viéndolo desde una infinidad de primas; aunque como todo apunte ambicioso, se quedó alcanzado. El conocimiento, la clase, la antropología, no pueden venir más allá de nuestra vivacidad, de nuestros sentidos, de nuestro estilo, de nuestro cosmos, y exclusivamente a través de esta pócima de constituyentes, podemos conformar cualquier método de pensamiento o escritura. La muerte se presenta como ese fin del cual no podemos escapar. No podemos saber, retener, y menos explicar, que hay luego de la muerte. Pregunta tradicional, bíblica, prehistórica, que sigue y seguirá retumbando en nuestras cabezas, revoloteando caóticamente como mariposa en el jugo de nuestras mentes. Tal vez la muerte será una egoísta que no nos quiere enseñar los secretos de la vivacidad, o existencia compleja que no quiere que sepamos sus secretos. Sin embargo, la muerte inscrita en la vida, pero que también la desborda, que se expande en un abrir y cerrar de ojos como el intervalo. Muerte codificada en el viril (Morin 1999), parte del ingrediente crucial que sustenta, fundamenta y guisa la existencia. Interminable ciclo importante del cual parten todos los ciclos.
La muerte es el gran esquema, es el límite totalizador. En la muerte acaba la equidad del hombre, diluyéndose en lo desconocido. La muerte es, en parte, metafísica, sin embargo incluso es incidente, aleatoriedad, focalización, accidente, la muerte es hegeliana, pero también es nietzscheana; es dialéctica y eterno retorno a la vez. Es el grado mínimo de nuestro espacio, es el tiempo que no podemos aprender, del que jerga Ernst Bloch. La muerte es ese infinito confín que se nos escapa a cada instante, desorden y orden sintetizados, fragmento dislocado que se diluye en la historia, en la vida, en nuestro ser.
La muerte se nos presenta como crítica, sin embargo aún como cultural, es número experimental, no obstante aún alegórico, es el atributo más afectuoso, diría Morin. “Somos los únicos seres vivos en la Tierra que reflexionamos acerca de la muerte, y no sólo de La muerte, sino,- y esto es más importante-, de nuestra propia muerte, es el siguiente paso que nos lleva a una nueva madurez, saber que nos estamos muriendo y que otros también se van a morir”[3]. Ningún animal tiene la inteligencia de causar consciencia sobre su propia muerte, únicamente muere, no existe la muerte para los animales, sino aquel instinto, que semejante al de nosotros, esta instaurado biogenéticamente: el instinto de supervivencia. Pero el animal no está consciente que se está muriendo instante a instante, que cada momento que pasa se acerca inevitablemente, que cada día que pasa se acerca inevitablemente, que en cualquier momento puede irrumpir inesperadamente en nuestra vida, ¿irónico? o ¿también la vida puede irrumpir en la muerte?.
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