Libro - El hombre en busca del sentido
Enviado por Camila Diaz B • 20 de Octubre de 2015 • Síntesis • 2.901 Palabras (12 Páginas) • 321 Visitas
Colegio América de Mérida
Filosofía
“El hombre en busca del sentido”
Vidia Bastarrachea #3
2° de preparatoria
Profa. Queila Alvarado
Mérida Yuc. A 25 de septiembre de 2015
- Introducción
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Los sucesos que se describen aquí ocurrieron en los pequeños campos, donde se llevó a cabo el exterminio real. Habla acerca de los sacrificios y la muerte de victimas anónimas y olvidadas, y también el dolor de los poderosos. De los prisioneros corrientes, los cuales no tenían casi nada que comer. Había otro tipo de prisioneros “los kapos” quienes disfrutaban de privilegios especiales por gozar de la confianza de los guardias de la SS.
Las personas que jamás han pisado un campo de concentración tienen una idea equivocada de cómo es la vida allá, porque recubren las realidades diarias con un velo, desconocen la dura batalla que se enfrentaban los prisioneros para sobrevivir, la lucha por el pedazo de pan cada día, por salvar la propia vida o la de un amigo. El anuncio de la selección significaba una lucha entre los prisioneros para tachar de las listas de deportación el propio nombre o el de un amigo aunque debías encontrar otra víctima para cubrir el número borrado de la lista. A las autoridades del campo solo les importaba cubrir en cada traslado el número previsto de viajeros. A los prisioneros se les consideraba un número, el cual se les tatuaba en la piel y estaba cosido en sus pantalones. A los funcionarios y oficiales del campo solo les importaba ese número, no les interesaba el nombre.
En el punto de salir nadie tenía tiempo para consideraciones sobre ética y moral. Cada uno se aferraba a un pensamiento: permanecer vivo para regresar a lado de los familiares.
Por lo general, solo sobrevivían los prisiones que endurecidos quizá por ya llevar varios años en el campo de concentración, y en lucha por la supervivencia perdían todos los escrúpulos, eran capaces de emplear cualquier medio, sea honesto o deshonesto, robo y traición. Y los que después de milagros o casualidades que sobrevivieron están convencidos de que los mejores de entre nosotros no regresaron a casa.
Informe del prisionero N° 119.104. El narrador Viktor Frankl fue un preso ordinario, el cavaba y tendía travesías para el ferrocarril. En un trabajo difícil ganó dos cupones de regalo, los cuales equivalían a un capital preciado, porque se podían canjear por cigarros, un cupón equivalía a seis cigarros, por lo que él tenía doce cigarros, los cuales el cambió por doce raciones de sopa. Los internos comunes no fumaban, si fumaban significaba que perdías la voluntad para vivir, ese privilegio era para los kapos.
Este libro busca describir las experiencias como vivencias concretas de un ser humano. A los pocos liberados de los campos intenta explicar las experiencias a la luz de los conocimientos psicológicos actuales. Y a los que nunca pisaron un campo de concentración, para ayudarles a entender lo que vivieron los internos.
El autor quería publicar el libro de manera anónima, solo con su número de prisionero, pero luego al terminar el manuscrito, se convenció de la escasa fuerza de una edición anónima, pues en este tipo de testimonios la valentía de la confesión personal aumenta el valor de los hechos.
Primera fase
- Internamiento en el campo
Hay tres fases en la psicología de los prisioneros: internamiento, adaptación, y la liberación.
El síntoma de la primera fase es de un shock, el cual puede presentarse antes de llegar al campo. Las circunstancias del narrador fueron las siguientes: mil quinientas personas viajaron en tren durante varios días, iban muy achocados. Todos creían que su destino sería una fábrica, donde harían trabajos forzados. Desconocían su situación, no sabían por dónde estaban. Uno de los pasajeros vio y gritó que había una señal que dice Auschwitz, al oírlo a todos se les paralizó el corazón. Ese nombre significaba: cámaras de gas, hornos crematorios y el exterminio. Todos sentían horror al acercarse más a ese lugar, pero se tendrían que acostumbrar a esa terrible atrocidad.
Se abrieron las puertas del vagón y fueron recibidos por unos reclusos, vestían traje a rayas, estaban rapados, pero parecían bien alimentados. Y el autor se aferró a la idea de que esos prisioneros tienen buen aspecto y parece que tienen buen humor y hasta se ríen. Y pensó que podría llegar a ser uno de ellos.
Estaba en un estado de ánimo llamado según la psiquiatría “ilusión del indulto”, lo cual es un mecanismo de amortiguación interna. Había agarrado esperanza y pensaba que todo no sería tan cruel. Alentó sus ilusiones a los reclusos, pero ellos desconocían que era un grupo especialmente seleccionado.
Metieron a unas mil cien personas en una barraca acomodada para albergar a unas doscientas como máximo, mientras esperaban el traslado a otros campos. Había mucho frio y todos estaban hambrientos, un trozo de pan fue su único alimento durante cuatro días.
La mayoría de las personas todavía se encontraban bajo los efectos de la ilusión del indulto, no perdían la esperanza de ser liberados pronto. Eran incapaces de captar la realidad que estaban viviendo. Luego les ordenaron formar dos filas una de hombres y otra de mujeres para desfilar ante un oficial de la SS. El oficial movía su dedo índice, hacia la derecha o hacia la izquierda, llegó el turno del autor. El lado derecho significaba trabajos forzados y el izquierdo era para los enfermos e incapaces. Lo mandaron del lado derecho.
Al atardecer les explicaron el significado del “juego del dedo”. Para la gran mayoría de la gente de la expedición, significó la muerte. Los de la izquierda pasaron directamente al crematorio. Para los pocos que superaron la primera selección se bañaron, con lo cual se alimentó su esperanza de sobrevivir. Los guardias de la SS parecían amables, pero la razón era por los que tenían todavía relojes para intentar persuadirlos para que se los entreguen.
Esperaron en un cobertizo que parecía ser la antesala de la cámara de desinfección. Los hombres de la SS extendieron una manta donde todos pondrían sus objetos de valor. El autor trató de ganarse la confianza de un viejo prisionero y le pidió que lo ayudara a guardar un manuscrito, el viejo le respondió feo, y eso le hizo ver la cruel realidad de lo que es estar en un campo de concentración. Por lo que borró toda la conciencia de su vida anterior.
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