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Los procesos de las comunidades en situación de desplazamiento EL DERECHO A LO IMAGINARIO


Enviado por   •  30 de Mayo de 2017  •  Ensayo  •  1.732 Palabras (7 Páginas)  •  207 Visitas

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Los procesos de las comunidades en situación de desplazamiento

EL DERECHO A LO IMAGINARIO

Juan Pablo Villota Villarreal

En Hispanoamérica, tanto en el campo social como en el político, se ha abierto un nuevo “foro” de discusión: los procesos planificados, el cambio a través de programas globales de trabajo, planes de desarrollo y transformación a largo plazo; convirtiéndose esta en una generación de sueños e ideales, muchas veces aplazados y otras tantas frustrados; una generación “utópica” en otros términos pero que en comparación con otras culturas, diferentes a la hispana, es una cultura pobre en producción de utopías propiamente dichas, de espacios imaginarios en donde el derecho a soñar y el de hacer realidad los sueños sea el campo de transformación de la sociedad y de la iglesia misma.

En la medida en que el concepto de “utopía” se ha enriquecido, se ha dispersado su significado hasta perderse en connotaciones peyorativas.  La actual imprecisión terminológica está lejos de la acepción original del título de la obra de Tomás Moro “Utopía” (1516) , “lugar que no existe”.  Pero este no es un privilegio de la palabra Utopía.  En realidad, todas las palabras que hacen fortuna a partir del título de una obra o del nombre de un autor necesitan, tarde o temprano,  de una delimitación semántica.  Basta pensar, en el campo de la literatura, en el destino exitoso de palabras como  odisea, quijotesco, dantesco, kafkiano, macondiano y tantas otras derivadas de obras homónimas o del apellido de un escritor.

Soñar no es divagar

Al hablar de procesos organizativos, muchos han asemejado el “estado pocesual” como un acto utópico, entendido éste en su máxima distorsión peyorativa.  Pero si cabe afirmar que todo aquel o aquellos que buscan generar procesos entran en la tarea utópica del paso del ser al deber ser de toda realidad por anacrónica y enconchada que esta sea.  La utopía del protagonismo propio que deben tener las comunidades negras de la costa pacífica nariñense es todo un “estado de espíritu”, sinónimo de una actitud mental “rebelde”, de oposición o resistencia al orden existente por la proposición de un orden diferente (cabría la pena decir “radicalmente diferente”).

Hacer una visión “alternativa” de la realidad, vislumbrar, modificar el orden real hacia un mundo imaginario conlleva rastrear el carácter de cuestionamiento o la simple esperanza de un mundo mejor, para estar frente a un pensamiento utópico.  Esta suerte de sentimiento de rebelión abstracta contra un orden que no produce los frutos esperados y el impulso de buscar una sociedad mejor es inherente al ser humano, especialmente en el momento en que la esperanza como “virtud teologal” se reconvierte en un deseo de transformación de lo real.

Acaso, ¿no estamos de acuerdo en que el mejor de lo seres humanos y la mejor de la sociedades no es aquel o aquella en que el ser humano y la sociedad expresa en la realidad despierta el carácter de sus sueños?, ya se preguntaba Sócrates en la Grecia clásica.  La “objetivación de los sueños” está en el origen de lo utópico, mito especulativo del hombre “despierto”.  Desde el momento en que nuestros proyectos se presentan como una especulación de un “posible futuro” hay un pensamiento utópico.

Pero muchos se preguntarán o lo volverán a hacer, ¿la utopía no constituye un género evasivo?.  Pero lo que acontece es lo contrario, la utopía, en este caso el imaginario que visualizamos en nuestros procesos, en los líderes de cada vereda y barrio, estimula la reflexión sobre la realidad presente y orienta la imaginación hacia lo que podría ser, “deber ser” concebido siempre en función de los valores propios de los habitantes de esta región.

Entre la “topía” desde donde se describe la realidad y la “utopía” proyectada, hay siempre una interacción dialéctica.  La utopía es una “apuesta” ejercida sobre la base de los términos que ofrece la “topía”, relación íntimamente ligada al diálogo de las comunidades con la historia que palpan.

Esta tarea que realizamos de “ver”, “analizar” y “buscar acciones” es justamente la “tensión” que palpamos en el actual desarrollo de los procesos de comunidades negras; una “tensión” bipolar entre lo que se puede llamar la “realidad actual” y lo que podría llamarse el “paradigma del futuro”.  El hecho de que nuevas normas proyecten un nuevo paradigma que impulsa la marcha de nuestra sociedad en la historia ya genera “tensión”, ya que nos pide revelarnos ante el estado mínimo de las cosas frente a las cuales resulta más cómodo adecuarse a ellas que desecharlas; algo así como un “trasteo” de ideas frente a las cuales es mejor “permanecer” en ellas que hacer el ejercicio mental de ordenarlas o eliminarlas y crear un supuesto “vacío” que se viene a llenar con el “imaginario” que vamos desarrollando.

El despertar de la conciencia sociológica se vincula a la capacidad de descubrir “otras” realidades.  Capacidad que se vincula al hecho de “crear” y “recrear”.  Descubrir esta alteridad a partir del  distanciamiento provocado por la reflexión sobre un ideal de Pueblo desde los moldes de una sociedad diferente, resulta fundamental para crear y asumir el riesgo que esa creación puede resultar esperanzadora para la gran mayoría de pueblos negros que han sido ubicados en el anonimato de la historia colombiana ya sea por el poder político que niega la capacidad de formar verdaderas sociedades democráticas, ó por el poder económico que impone un modelo injusto de distribución de los bienes, ó el poder intelectual de unos que educan y otros que “deben”  ser instruidos.   Mientras en el proceso  histórico la ideología eran las ideas inspiradas o sostenidas por el sistema en el poder y, por lo tanto, estáticas y reaccionarias, la utopía ha sido lo que ha cuestionado y se ha opuesto a ese poder.   Dinámica y progresista, la utopía puede llegar a ser sinónimo de revolución verdadera.

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