Narrativa española de posguerra
Enviado por Javier González • 7 de Julio de 2016 • Apuntes • 4.277 Palabras (18 Páginas) • 226 Visitas
Narrativa española de posguerra
1.- Introducción. Rasgos generales, periodización y problemas de partida.
La narrativa de posguerra (1939-1975) se divide básicamente en cuatro periodos: los años cuarenta (1939-1951), los años cincuenta (1951-1962), los años sesenta (1962-1975) y los años setenta (1975-1982). Junto a estos movimientos, y en una línea evolutiva diferente, debe también hablarse de la narrativa escrita en el exilio durante los cuarenta años de dictadura franquista.
Los años cuarenta pueden considerarse iniciados tras el fin de la Guerra Civil (1939), y están caracterizados por la búsqueda de caminos y líneas narrativas capaces de rescatar la tradición novelística española perdida hacia los años 20. Esta etapa se cierra con la publicación, en 1951, de una novela fundamental, como es La colmena, de Camilo José Cela.
La colmena es la obra que abre definitivamente un abanico de posibilidades a los narradores jóvenes, y que orienta durante los cincuenta la narrativa hacia el realismo. En un primer momento (1951-1955), se aspira ante todo a un realismo objetivista, caracterizado por la no intervención del autor en el relato. Pero en 1955 aparece El Jarama, de R. Sánchez Ferlosio, que supone la expresión máxima del objetivismo, y hace inviable continuar por ese camino. Tras esa fecha, por tanto, la orientación cambiará hacia el realismo comprometido o socialrealismo.
La narrativa realista de los cincuenta se puede considerar a su vez
cerrada tras la publicación, en 1962, de otra novela fundamental del periodo, como es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Esta obra abre nuevas posibilidades, y orienta la novela española de los sesenta hacia la experimentación y la renovación de la técnica narrativa, etapa que se puede considerar cerrada tras la muerte de Franco, en 1975.
Tras este momento, y aunque faltan aún estudios rigurosos del periodo, puede hablarse en líneas generales de un regreso a actitudes de narración tradicional (“gusto por contar”) durante los años setenta, que explica el resurgimiento de la novela negra y otros géneros poco dados al experimentalismo, como la novela cómica, en un grupo en genarl poco cohesionado que se ha dado en llamar “promoción del 68”.
Durante estos cuarenta años de literatura, en fin, se producen una gran cantidad de obras de muy diverso tipo y valor, cuyo estudio resulta a veces notablemente problemático debido a diferentes factores. En primer lugar, la existencia de atores de importancia que, por su exilio político, no siguen esta línea evolutiva, y deben estudiarse aparte. También destaca el hecho de que las diversas generaciones se solapen, de modo que ciertos escritores que pueden ubicarse en los años cuarenta han escrito obras notables en los diversos periodos, siguiendo o no las tendencias dominantes en los mismos. Son, claramente, los casos de Cela (ha publicado Madera de boj en 1999) o Delibes (El hereje, 1999). Además, debe notarse
que la narrativa es, con mucho, el género más cultivado en estos cuarenta años, por lo que no sólo destacan un gran número de nombres, sino que a menudo es un género muy dominado por corrientes o intereses comerciales, lo cual afecta tanto a los críticos como al público.
2. Los años cuarenta.
Los años 40 se nos presentan en principio marcados por la necesidad de rescatar la tradición y el discurso novelístico tras la ruptura que se ha producido en los años anteriores. Con esta ruptura no aludimos sólo a la guerra del 36-39, sino a la que se produce en realidad desde la irrupción de la vanguardia y la deshumanización en los años veinte, movimientos ambos que, desde el irracionalismo o el esteticismo, impulsan poco o nada la creación novelística. Son, pues, unos veinte años en los que apenas se produce novela en España, salvando a los novelistas del 14 (Gabriel Miró, Francisco Ayala) y a los ya mayores del 98, especialmente a Baroja, que seguirá escribiendo hasta 1956. Salvo estos casos, es innegable que el género dominante en España, durante los años veinte y treinta, es la poesía.
De hecho, en 1939, es muy poco lo que queda en pie en la narrativa española. Junto a escritores de generaciones anteriores (Baroja, que escribe los siete volúmenes de sus memorias en estos años) o exiliados (Francisco Ayala, Ramón J. Sénder, Max Aub), apenas destaca en España, como género, la llamada novela bélica, marcada aún por el tópico del combatiente-escritor,
y centrada en recuerdos de la guerra tratados con un maniqueísmo casi infantil desde uno u otro bando (Arturo Barea: La forja de un rebelde (1944); Agustín de Foxá: Madrid, de corte a checa.)
2.a.- Camilo José Cela.
En este desolador panorama, la obra de estos años de Camilo José Cela se nos presenta como fundamental en nuestra historia de la literatura, pues es en parte su actividad literaria es la que hace posible el rescate de la tradición novelística española en los 40, y explica el auge del género en los 50, al aportar nuevas ideas. Para empezar, Cela prescinde absolutamente, en estos años, de la guerra civil como eje central del hilo narrativo en sus novelas, y sólo esto supone ya un paso de importancia. Su punto de partida, en realidad, va a ser la novela realista española, desde Baroja hasta Cervantes y el Lazarillo (de hecho, Cela escribe en 1946 sus Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes).
Además, Cela incorpora a esta tradición realista el ingrediente (fundamental dada la fuerte carga ideológica de la literatura que hemos visto) del objetivismo distanciado, cuyas raíces deben buscarse en Baroja y Valle.
Estos ingredientes darán lugar a la novela llamada “tremendista”, por narrar desde la frialdad y la distancia más absolutas aspectos desagradables, centrados en la violencia, la brutalidad o lo escatológico. El resultante de esta combinación va a ser una novela necesariamente muy diferente a los panfletos ideológicos
anteriores, porque ahora se presenta una realidad notablemente sórdida en la que el autor no interviene ideológica ni emocionalmente. La expone y cierra, sin aparecer en ella.
El caso más llamativo, sin duda, en este sentido, es La familia de Pascual Duarte, de 1942. Existe en ella una cierta penetración psicológica en el personaje protagonista, pero es innegable la distancia objetivista que se mantiene con respecto a lo narrado, especialmente clara en situaciones de violencia extrema.
A pesar de estos esfuerzos, es cierto que nunca llegó a organizarse una corriente enteramente definida como “tremendismo”, lo cual no pretende negar una mayor o menor carga de éste en varias novelas de estos años. La importancia del camino abierto por Cela no es, en realidad, la de aglutinar a un importante número de escritores en torno a sí, sino ante todo la de ofrecer una posibilidad novedosa que ocupase la tierra de nadie que era la narrativa española en los cuarenta.
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