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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR SEDE CÚCUTA.


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2016  •  Reseña  •  2.406 Palabras (10 Páginas)  •  308 Visitas

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LA ÉTICA CIVIL EN COLOMBIA: 20 AÑOS DESPUÉS

ENSAYO

ÉTICA

DENNI ASTRID DUARTE

YURLEY PAOLA ALBA GALLO

BELEN IZAMAR REMOLINA CORREDOR

ERIKA VIVIANA ORTEGA BOTELLO

MAYERLY PARADA TARAZONA

UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR SEDE CÚCUTA

PROGRAMA DE PSICOLOGÍA

OCTUBRE DE 2016

La Ética Civil en Colombia: 20 años después

La razón de ser de este ensayo se fundamenta en el documento realizado por García (1996), donde hace un recuento exhaustivo sobre la producción en el campo de la ética civil en el contexto colombiano, presentando las distintas perspectivas que se encuentran en este tema y reflexionando sobre ellas. Allí se aborda mediante tres partes principales el tema de la ética civil. En la primera se habla del contenido que debe tener la ética civil, qué ámbitos de la vida en sociedad se consideran como componentes imprescindibles o cuál es el marco común ético que facilite la convivencia; en la segunda se aborda la fundamentación, es decir, qué perspectivas filosóficas pueden servir como referentes para la ética civil; finalmente, en la tercera, se mencionan los retos que se presentan en la construcción y consolidación de la ética civil.

Si bien es cierto que a pesar de la antigüedad del documento de García muchos de los tópicos abordados en la relación a la ética siguen siendo vigentes Colombia (violencia, género, libertad de cultos etc.), es pertinente, en el contexto de este ejercicio ensayístico, re abordarlos porque veinte años son un tiempo bastante considerable.  Es de esperarse que dichas temáticas hayan tomado nuevos rumbos o que la significancia de éstas no sea la misma que antes, puesto que muchas cosas han sucedido en el país desde entonces.

Por ejemplo, el tema de la violencia sigue siendo vigente en el país, no obstante, ha tomado nuevos rumbos. No porque necesariamente no haya violencia en Colombia o porque el tema sea menos relevante (de hecho, lo es más que nunca antes); pero desde el escrito de García, Colombia ha visto muchas cosas que han cambiado de forma drástica la manera de ver el conflicto armado.

El escalamiento de la violencia, que durante los años 90 vio, por ejemplo, el ataque a Mitú por parte de unidades de los frentes 1, 7, 16 y 44, el primer ataque directo a un municipio capital por parte de las FARC siendo el paso de la guerra de guerrillas a la guerra de posiciones por parte de los insurgentes(Torres del Río & Rodríguez, 2008); derivó un proceso de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y la guerrilla.  Estos diálogos que se desarrollaron en medio de una zona de distención donde la ley guerrillera imperaba y la polémica frente a las concesiones del gobierno era pan de cada día. Finalmente, los diálogos se rompieron y hubo un recrudecimiento de la violencia en el país, producto del fortalecimiento de las FARC durante la etapa de negociación y una arremetida de los grupos paramilitares de derecha hacia las guerrillas comunistas (González, 2004).

Posterior a estos eventos Álvaro Uribe es elegido presidente dos veces entre los años 2002-2010, siendo una administración emarcada por una férrea persecución a los grupos insurgentes de izquierda, un polémico proceso de paz con los paramilitares, numerosos escándalos de corrupción de allegados a su gobierno y simpatizantes, y la consolidación del Uribismo como una corriente ideológica fuerte en Colombia. (Zárate, 2016)

 Actualmente el presidente de Colombia es Juan Manuel Santos, ex ministro de defensa de la administración Uribe y quien en recientes años inició un proceso negociatorio con la guerrilla de las FARC. Esto, en parte, fue uno los detonantes en el distanciamiento entre ambos políticos. El apoyo o no al acuerdo final de esas negociaciones fue consultado a la población en la figura de un plebiscito, donde el Uribismo se manifestó como un fuerte opositor, llevando a la victoria del No durante la consulta.

Gracias a esto el país actualmente atraviesa por un periodo de incertidumbre, desconsolación y mirada atónita frente a los resultados del plebiscito (Abad, 2016).  No se puede negar que existen serias implicaciones éticas en relación los resultados de estas elecciones y lo relacionado al conflicto. Años atrás Franco (2003) sostenía que, en cuanto a la degradación de la violencia en el país, ésta es una dimensión eminentemente ética; porque tiene que ver, principalmente, con las relaciones entre fines y medios; los principios que se defienden y las acciones que realizan para implementarlos; los intereses particulares y grupales; y, por supuesto, la aceptación de mínimos éticos y humanitarios.

Lo anterior hace válido plantearse preguntas como: ¿En qué medida los votos fueron reflejo de los sentimientos de la población?; ¿Qué tan informados/as votaron las personas?; ¿Acaso los promotores de las campañas fueron honestos y claros con lo que querían transmitir para convencer al electorado? Entre otras muchas más preguntas. Naturalmente, no es correcto preguntarse cosas si no se tiene el deseo de hallar respuestas.

Un fenómeno común fue que, en las zonas más afectadas por el conflicto, ganó el sí a los acuerdos; mientras que en zonas menos afectas, el no obtuvo victorias. Se puede pensar entonces en la capacidad para perdonar por parte de las víctimas directas, entendiendo como perdonar a:

“Un sentimiento complejo que es capaz de sobreponerse a emociones de odio, ira y deseo de venganza que se suscitan o son promovidas en medio de conflictos atravesados por violencia; lo que implica además una decisión donde se opta por reconocer la humanidad del agresor, su dignidad. Todo esto desde un lugar de fortaleza subjetiva y dignidad del ofendido, que lleva a una tramitación no-violenta de ese conflicto, a la superación del mismo y a la construcción de una paz, que, sin renunciar a formas de verdad, justicia y reparación, puedan llevar a una transición hacia la reconciliación.” (Villa, 2016, p.2).

Durante todo el proceso que implicó la negociación de lo acordado y la campaña de apoyo a la refrendación del acuerdo, los defensores del Sí enfatizaron en el poder perdonar crímenes y ofensas que, aunque para muchos sectores no pueda parecer así, vinieron tanto del aparato estatal como de parte de la guerrilla (Revista Semana, 2014; Murcia, 2016; ABC Internacional, 2016). Es evidente que tras las elecciones y la comparativa de resultados entre zonas mayormente afectadas por el conflicto y las que no, el perdón de las zonas víctimas no pudo contra el remordimiento de quienes, por lo visto, no necesariamente han sido tan afectados por la guerra.

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