Una precipitación del futuro

Una proyección del futuro por venir

        La decisión de si es correcto bajar el número de horas de trabajo semanales no es para nada una proposición novedosa. De hecho, los primeros sindicatos en Inglaterra a finales del siglo XIX se formaron en parte por este mismo motivo. Lo que hace a esta pregunta tan interesante, radica en que plantea a la humanidad un dilema completamente ajeno a su realidad histórica: Qué hacer con el tiempo libre. John Maynard Keynes predice un futuro en el cual el tiempo libre se ha vuelto una realidad común donde los humanos han de manejar su carácter y su moral para enfrentar este nuevo mundo económico y social. Las soluciones que se le puedan dar a estos problemas se escapan de nuestro poder pero que mejor manera de orientarnos como especies para el cambio, que según Keynes ha de venir pronto, que tratando de responder a la situación propuesta en el caso.

        La primera interrogante es quizás la de mayor carácter psicológico de todas: ¿Cómo manejará la gente su nuevo tiempo libre? La respuesta de la economía clásica es de hecho bastante técnica: Las personas dispondrán sus recursos (su tiempo) en aquello que les produzca mayor utilidad. Es decir, las personas que valoran altamente el tiempo de ocio no tendrán incentivos para trabajar más si por hacer menos trabajo consiguen el mismo sueldo, mientras que lo contrario ocurrirá con los que valoran altamente el dinero. Desde un punto de vista analítico, ambas respuestas son correctas, pero este no es el caso para Keynes. En su ensayo “Las posibilidades económicas de nuestros nietos” el economista inglés habla abiertamente en contra del amor por el dinero malentendido “El amor al dinero como posesión a diferencia del amor al dinero como medio... será reconocido por lo que es, una morbosidad algo repugnante” (Keynes). Para el valor del dinero radica únicamente en las posibilidades que este representa, debiendo ser visto en gran medida como un medio y no como un fin en sí mismo. Él comprende que la codicia en un futuro donde no se requiere del trabajo es de esperarse en el inicio pero que ha de ser controlada a mediada que las sociedades vayan cambiando el enfoque que tienen hacia lo que se considera como éxito.

Sin embargo, Keynes no es rápido en juzgar a aquellos que, motivados por su amor al dinero decidan trabajar más horas, de hecho, el comprende que este proceso es natural y que va a ser necesario hasta que la humanidad logre dar el salto tecnológico que le permita llegar a la prosperidad duradera tan deseada “La avaricia, la usura y la cautela deben ser nuestros dioses todavía durante un poco más de tiempo…solo ellos pueden sacarnos del túnel de la necesidad económica” (Keynes). De este modo, el amor por el dinero es entendido como un método válido para resolver los problemas económicos actuales. A esto se añade el hecho de que el economista reconoce que en efecto las personas tienen un grado de libertad importante y que la intervención del estado debe ser moderada y a lugar “La medida ideal para la unidad de control y organización está situada entre el individuo y el estado moderno “(Keynes). No sería sorprendente creer entonces que Keynes estaría a favor del ejercicio de las libertades personales en este caso, ya que a fin de cuentas efectivamente ayudan al bienestar de todos en el largo plazo.

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