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Arte Y Politica


Enviado por   •  25 de Junio de 2014  •  1.822 Palabras (8 Páginas)  •  203 Visitas

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Arte y política: A propósito de Francisco “Papas Fritas”

por Paris Gamonal Corbalán (22)

"Yo soy un trabajador de la música, no soy un artista,

el pueblo y el tiempo dirá si yo soy un artista.”

(Victor Jara, compositor chileno)

“¿Cómo escribir poesía después de Auschwitz?”

(Theodor Adorno, sociólogo alemán)

Durante la semana pasada, el artista chileno Francisco “Papas Fritas” declaró haber quemado documentos bancarios que respaldaban los cerca de 500 millones de dólares que tenían como deuda alumnos de la Universidad del Mar, casa de estudio que tiene orden de cierre para el 14 de Diciembre del presente año, acusada de cometer un sinfín de irregularidades en el proceso de financiamiento y acreditación. La quema de dichos documentos se enmarcan en el desarrollo de la obra denominada “Ad augusta per Angusta” (consigna que en latín significa “nada se consigue sin sacrificio” y que corresponde al lema de la universidad mencionada) que el artista nacional inauguró el pasado Lunes 12 de Mayo en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) y que fue incautada por Policía de Investigaciones (PDI) el día Viernes 16 de Mayo, con la complicidad del GAM y obviando el asentimiento del artista.

Actualmente, Francisco “Papas Fritas” se encuentra en la clandestinidad, emitiendo uno que otro mensaje por las redes sociales, remeciendo la opinión pública la cual - a primera vista - pareciera estar más a favor que en contra de sus actos. Actos que de seguro no quedarán impunes, y no hay que ser visionario para anticiparnos que las acciones desplegadas por la PDI el día Viernes pasado son solo un indicio del extenso operativo policial en el cual Francisco “Papas Fritas” será sujeto de persecución, represión y condena por parte del Estado Nacional de Derecho.

El caso de Francisco “Papas Fritas” guarda entre líneas un vínculo entre dos esferas que en la cotidianidad de la razón suelen identificarse como separadas, estas son el arte y la política. Si hacemos memoria, no son pocos los hechos inscritos en la historia que reflejan - de igual o similar forma - el vínculo entre tales dimensiones. Cabe mencionar, por ejemplo, el caso reciente del cantante español Pablo Hasel, quién fue condenado a dos años de cárcel por la Audiencia Nacional de su país, acusado de hacer una apología al terrorismo en el contenido de sus canciones.

La lista de hechos es extensa, y considerar cada uno de ellos rebasa las intenciones del presente artículo, sin embargo, quisiera rescatar una característica en particular que la naturaleza de estos hechos guardan en común: La obra de arte - en cada uno de estos casos - es estimada en función de criterios que exceden los límites de románticas discusiones teóricas (en estética, por ejemplo) para volcarse al frío y práctico ámbito de la política, entendida esta como la gestión de lo público, gestión que - acorde a Schmitt (1932) - escapa del aparato estatal e instituciones afines, para desplegarse por todo el cuerpo social, determinando qué acciones son amigas o enemigas del orden presente. Considerando esta característica en general, y el caso de Francisco “Papas Fritas” en particular, quién se encuentra en la clandestinidad de lo público por una expresión artística determinada, cabría preguntarse respecto al deslinde que existe entre arte y política, si el arte puede en algún punto ser considerado como dimensión autónoma de la dimensión política, o si bien, desde su origen moderno, no puede haber arte sino circunscrito a lo político. Para desarrollar dicha reflexión, me interesa detenerme en el origen y naturaleza del arte moderno, en el giro paradigmático que dio su historia, para terminar evaluando cuán pertinente es afirmar su vigencia en la actualidad.

“El arte ha muerto”, así es como comienza Arthur Danto (1995) su ensayo denominado “El fin del arte”. En él, Danto postula que desde sus orígenes el arte moderno tuvo como función acortar la brecha entre representación y realidad por medio de la inversión económica e intelectual en distintas técnicas artísticas, tales como la perspectiva y el movimiento. Dicha función se enmarca en la idea de progreso que defendía la modernidad, donde el arte, al igual que las ciencias actualmente, era considerado como un medio para aprehender la totalidad de la naturaleza y suplir así, dirá Horkheimer & Adorno (1981), la angustia de la humanidad a lo desconocido e incierto. Sin embargo, fue tal la proliferación y perfeccionamiento de técnicas artísticas que, dado un momento de la historia, cada modalidad perceptiva del hombre - por la cual se representaba la realidad - se encontraba ya abordada, ya nada podía ser representado de forma distinta, ya nada deslumbraba. Es así como a finales del siglo XIX, dirá Danto, el arte pasa de tener como función la representación de la realidad a la expresión íntima del artista: la exteriorización y objetivización de sus emociones. Dicho punto de inflexión condena a muerte al arte moderno, o más bien a la función que se le asignó desde su origen, ya que el objeto de su ejecución (la expresión de las emociones) será incomesurable, en el sentido de que cada quién siente y expresa sus sentimientos de manera distinta, por ende, no puede ser considerado como un medio orgánico para el progreso de la Historia (en términos hegelianos)

La tesis anterior fue anticipada por Hegel (1845), quién postuló que el arte - en su tiempo - ya era cuestión del pasado dado a que se utilizaba como un

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