ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Axiologia Y Filosofia Del Derecho


Enviado por   •  13 de Junio de 2015  •  5.972 Palabras (24 Páginas)  •  171 Visitas

Página 1 de 24

Fundamentos de Filosofía política y Teoría del Estado

http://www.monografias.com/trabajos15/filosofia-politica/filosofia-politica.shtml

1. Naturaleza de lo político y autoridad política

2. El bien común

3. El orden jurídico

4. Estado de derecho

5. Soberanía

6. Concepto de Estado

7. Objeto de la teoría del Estado

8. Elementos del Estado moderno

9. Actividad y objetivos del Estado

10. Referencias bibliográficas

El Estado surge como un mal necesario a fin de garantizar paz y seguridad, así

como para terminar con el estado natural de guerra perpetua entre los hombres.

THOMAS HOBBES

1. Naturaleza de lo político y autoridad política

Para hablar de la naturaleza del régimen político se hace necesario repasar un poco sobre la obra del filósofo cristiano Santo Tomás de Aquino, quien dice que el hombre es el producto más notable de la naturaleza, pues viene a este mundo desnudo, descalzo y desarmado, pero que, en cambio, la naturaleza lo ha dotado de la razón, el habla y las manos, con las que logra con el tiempo cuidar de sí mismo y satisfacer sus necesidades según van surgiendo (Fortin, 1996 p. 248).

Sin embargo –dice Ernest L. Fortin (1996 p. 248)–, obtener todo lo que necesita para mantenerse está más allá de la capacidad de un solo individuo. Así, con objeto de subsistir durante los años que preceden al desarrollo de la razón y la adquisición de habilidades manuales, como para vivir más convenientemente en años posteriores, el hombre depende de la ayuda que recibe de otros.

A partir de esta primera concepción se desarrolla una serie de ideas sobre el tema, empezando por la fundación de la familia como la primera institución social y base de la sociedad misma. Es el caso del autor Luis Pérez Cruz (1998 p. 19), quien sostiene que es a partir de la convivencia con otros individuos como el hombre pudo sobrevivir y desarrollar sus instrumentos de trabajo.

Desde los orígenes del hombre –dice Pérez Cruz (1998 p. 20)–, la transmisión de los conocimientos ha sido a través de la enseñanza y esto se traduce en una convivencia prolongada con otros hombres. Las actividades de caza y recolección, entre otras, se hacían con la colaboración comunitaria y, en consecuencia, el reparto era colectivo. Esta forma de organización era muy elemental; antes de que el hombre integrara una sociedad existieron una serie de pequeños grupos con objetivos precisos y con una trayectoria de muchos años. Así surgió, como ya se ha dicho, la familia.

Pero la familia por sí sola no puede aportar todos los bienes materiales que el hombre necesita para su sustento y protección, ni es capaz de conducir a todos sus miembros a la perfección de la virtud (Fortin, 1996 p. 249). De tal manera, el hombre se vio en la necesidad de aliarse con otras familias para lograr objetivos comunes de acuerdo con las capacidades propias de cada grupo.

Dice Rousseau (1996 p. 9) que, como los hombres no pueden engendrar nuevas fuerzas, sino solamente unir y dirigir las que existen, no tienen otro medio de conservación que el de formar por agregación una suma de fuerzas capaz de sobrepujar la resistencia, de ponerlas en juego con un solo fin y de hacerlas obrar unidas y de conformidad.

Así, la asociación auténticamente autosuficiente, única capaz de asegurar las condiciones de la virtud y de satisfacer todas las necesidades y aspiraciones terrenales del hombre es la ciudad (Fortin, 1996 p. 249).

Como sociedad perfecta, la ciudad abarca todas las otras asociaciones que los seres humanos son capaces de formar incluyendo la familia, cuyo fin está subordinado al suyo propio, que es el bien humano completo (Fortin, 1996 p. 249) o bien común, mismo que se ampliará un poco más adelante.

Pero esa sociedad está compuesta por partes diferentes que en lo individual pueden tener ideas o deseos que no coincidan entre sí, por lo que es esencial que tenga una autoridad cuya tarea consista en velar por el bien del conjunto de grupos e individuos y mantener su orden y unidad. La autoridad política es, por tanto, el elemento clave para lograr tales objetivos.

Así, se tiene que la autoridad política constituye el gobierno de hombres libres sobre hombres libres y que tiene por objeto el bien de todos los ciudadanos que, como hombres libres, existen para sí mismos. Por tanto, el bien común y el fin de la autoridad política son la paz y la armonía de las diferentes partes que se combinan para integrar la ciudad –entendida ésta como "sociedad"– (Fortin, 1996 p. 250).

2. El bien común

El filósofo italiano Nicola Matteucci (1991 p. 144) dice que el concepto de bien común –que es análogo al de naturaleza del régimen político– es propio del pensamiento católico y, particularmente, de la escolástica en sus diversas encarnaciones desde Santo Tomás –de quien ya se habló– hasta Jacques Maritain. El bien común es el principio que da forma a la sociedad y el fin al que ésta debe tender, desde el punto de vista natural y temporal: concierne a la felicidad natural y por consiguiente al valor político por excelencia, aunque siempre subordinado a la moral.

El bien común se distingue del bien individual y del bien público, ya que el bien público es de todos en cuanto que están unidos –dice Matteucci– , y el individual es el objetivo de cada persona en cuanto ser aparte de los demás ciudadanos. En contraparte, el bien común es de los individuos en cuanto que son miembros de un Estado. De esta manera, no importa que la persona no lo busque: basta con que alguien más lo busque para que ésta, incluso siendo apática o indiferente, goce del privilegio de tenerlo.

Matteucci (1991 p. 145) dice que el concepto de bien común presenta analogías con el de voluntad general –tan importante para la presente investigación, como se verá más adelante– , aun cuando aquél es objetivista mientras que éste es subjetivista, precisamente por el mismo modo de comportarse frente a los bienes individuales o a las voluntades particulares, ya que tanto el bien común como la voluntad general representan la voluntad moral de los individuos.

Para los efectos de la presente tesina se hace urgente aclarar que ambos conceptos encuentran las mismas dificultades en el nivel de la práctica –situación de la que se han valido los políticos, al menos los mexicanos, para cometer algunos excesos y/u omisiones–: como no es posible comprobar empíricamente quién es el portavoz de la voluntad general, pudiendo ser la voluntad de la mayoría únicamente la voluntad de todos, así es difícil saber quién es el intérprete del bien común (Matteucci, 1991 p. 145). Este hecho es, precisamente,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (39 Kb)
Leer 23 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com