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Ciencia, Humanismo, Humanidades Y Tecnología


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2013  •  8.356 Palabras (34 Páginas)  •  820 Visitas

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Ciencia, Humanismo, Humanidades y Tecnología

Dr. Joaquín Mª Aguirre Romero

aguirre@ccinf.ucm.es

Universidad Complutense de Madrid

________________________________________[El presente texto es el de la conferencia presentada en el marco del III Encuentro Internacional sobre Literatura Española Contemporánea, celebrado en Toluca, capital del Estado de México (México), en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). El autor quiere agradecer a esta Universidad su amable invitación y la afectuosa acogida por parte de las autoridades académicas, de la organización y de los alumnos asistentes, que dieron vida a aquellos tres días de trabajo. El Congreso tuvo lugar en los últimos días de mayo y primeros de junio de 2001. Mi más sincero agradecimiento al profesor Dr. Luis Quintana y familia, y a todos aquellos que se cuidaron de introducirme en la vida mexicana.]

El sentido de las palabras que seguirán es intentar reflexionar sobre lo que hacemos, sobre lo que tratamos y sobre nuestra posición misma en el conjunto de los saberes y de la sociedad que se abre frente a nosotros cada día. En ocasiones, cada cierto tiempo, es bueno detenerse un momento y tratar de reflexionar sobre aquello que nos ocupa. Es un ejercicio, muchas veces de crítica, que nos lleva a dar los golpes de timón necesarios para enderezar nuestro rumbo y volver a establecer las coordenadas.

Mis pretensiones no son más que las de una modesta proposición, una reflexión en voz alta, un compartir puntos de vista y salir de la soledad del pensamiento para intercambiar con otros mis dudas e inquietudes.

Trataré, dentro de los límites fijados, de plantear algunas cuestiones que considero importantes hoy para todos los que repartimos nuestro tiempo entre textos y personas, para aquellos que hemos hecho de las Humanidades y, más concretamente, del estudio de la Literatura nuestra ocupación.

En primer lugar abordaré la cuestión del estatus de nuestras disciplinas respecto a los cambios producidos en la Ciencia en los últimos tiempos. Trataré de ver cómo nos hemos visto afectados y, sobre todo, cómo se han visto afectados “ellos”, proponiendo puntos de encuentro.

A continuación, trataré de exponer la idea de Humanismo, presentándola como central en nuestra actividad y buscándole un nuevo sentido hoy, un sentido adecuado a las sociedades en que nos encontramos. Desde esta idea expondré una serie de condicionamientos existentes en nuestro campo, la Humanidades, tratando de ver su origen y sus efectos.

Por último, expondremos cómo la Tecnología no tiene por qué ser necesariamente un elemento negativo, enfrentado a nuestros objetivos, sino que, de forma contraria, puede convertirse en un poderoso instrumento al servicio de nuestros fines y una ayuda para resolver algunas de nuestras carencias.

El humanismo y las dos culturas.

Vamos a comenzar con una fábula recogida por un gran humanista, Luis Vives:

El cuclillo y el ruiseñor cantan por el mismo tiempo, es decir, por primavera. Más o menos desde mediados de abril hasta fines de mayo. En cierta ocasión estas dos aves compitieron por la dulzura de su melodía. Se buscó un juez y, como se trataba del sonido, les pareció que el asno -como animal que tie¬ne las orejas mayores- era a propósito. El asno re¬chazó al ruiseñor alegando que no entendía la armonía de su canto y adjudicó la victoria al cuclillo. El ruiseñor apeló al hombre, de forma que siempre que le ve trata de ganar su causa cantando con toda delicadeza. De este modo quiere buscar su aprobación y vengar la injuria que le infirió el asno. (Diálogos sobre la educación, diálogo 8, “Los charlatanes”)

Para sacar provecho a la fábula debemos primero repartir los papeles y entendamos esto como una licencia actualizadora del sentido. No nos mueve ninguna intención, sino tan solo el aprovechamiento de su estructura. Tenemos dos aves que compiten por la belleza de su canto, el cuclillo y el ruiseñor, y dos jueces, uno de grandes orejas, pero de juicio poco afinado -el asno-, y, por otro lado, el hombre. De este último no se nos dice cuál fue su juicio, sino simplemente que el ruiseñor sigue cantando a la espera de que se manifieste. Podemos pensar que el Hombre es astuto y, para disfrutar del canto del ruiseñor, pospone su respuesta. También podemos pensar que el Hombre es más insensible que el asno y que su silencio es el de la indiferencia. Sencillamente, ignora la belleza del canto del ruiseñor. En esta hipótesis, sería el asno el que saldría ganando ya que, al menos, ha realizado una decisión y emitido un juicio. Sin embargo, somos los humanos los que escribimos las fábulas y sabemos que un asno es un asno y un hombre es un hombre, un ser inteligente. En cualquier caso, el que vive en permanente desasosiego es el ruiseñor, condenado a cantar sin parar a la espera de que ese ser tan inteligente manifieste su opinión.

La lectura o interpretación que propongo, que pasa por esta arbitraria atribución de papeles simbólicos a los protagonistas, aprovecha la fábula para decir algo sobre los diferentes campos en que nos moveremos. Contemplemos al asno y al hombre como dos caras de la Humanidad: el asno encarna la seducción de lo inmediato, la respuesta a corto plazo. El cuclillo es el gusto de la mayoría, aquello que complace colectivamente, aquello que gusta porque atrae a los demás y nos funde con ellos, aquello por lo que dejamos de ser nosotros para dejarnos llevar cómodamente en el conjunto.

El ruiseñor representa tradicionalmente la belleza; no será ese nuestro sentido, sino aquello que define la belleza en la fábula: su dificultad. Lo que nos interesa del canto del ruiseñor es, precisamente, lo que tiene de difícil, aquello que hace que sea rechazado en primera instancia por el asno.

También nos interesa que el hombre no manifieste su opinión. Lo lógico, dentro de una lógica fácil, es que el hombre hubiera caído rendido ante la belleza del canto del ruiseñor. Quedaría claro que el hombre es mejor juez que el asno y que el ruiseñor tiene un canto más hermoso que el del cuclillo. La justicia resplandece y todos contentos. Pero la fábula es más sabia que todo esto. Suponemos, porque así nos interesa, que el ruiseñor, picado en su orgullo por la indiferencia del hombre, mejoraría progresivamente su canto. Le perseguiría esforzándose en obtener una respuesta que dejara satisfecha su vanidad canora. También suponemos, por el mismo motivo, que si el hombre se hubiera rendido en primera instancia al bello trino, el ruiseñor se habría sentido satisfecho y su canto se habría anquilosado, consumido de vanidad, y hasta es probable que se hubiera convertido en un pájaro despectivo e intratable. Pagado de sí mismo, el ruiseñor quedaría como un ave que viviría de

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