Codigo Davinci
Enviado por MartinLarios1 • 2 de Octubre de 2013 • 422 Palabras (2 Páginas) • 236 Visitas
Agradecimientos
En primer lugar, le doy las gracias a mi amigo y editor Jason Kaufman por involucrarse tanto en este proyecto y por entender plenamente de qué trata este libro. Gracias también a la incomparable Heide Lange, campeona incansable de El Código Da Vinci, extraordinaria agente y amiga de verdad.
No tengo palabras para expresar la gratitud que siento por el excepcional equipo de Doubleday, por su generosidad, su fe y su inestimable ayuda. Gracias especialmente a Bill Thomas y a Steve Rubin, que creyeron en este libro desde el principio. Gracias también al primer grupo de defensores de la obra en sus etapas iniciales, encabezado por Michael Palgon, Suzanne Herz, Janelle Moburg, Jackie Everly y Adrienne Sparks, además de a los muy buenos profesionales del equipo de ventas de Doubleday, y a Michael Windsor por la atractiva cubierta de la edición norteamericana.
Por su desinteresada ayuda en la investigación necesaria para la preparación de este libro, me gustaría expresar mi reconocimiento al Museo del Louvre, al Ministerio francés de Cultura, al Proyecto Guttenberg, a la Biblioteca Nacional de Francia, a la Biblioteca de la Sociedad Gnóstica, al Departamento de Estudios Pictóricos y al Servicio de Documentación del Louvre, a la Catholic World News, al Real Observatorio de Greenwich, a la London Record Society, a la Colección de Archivos de la Abadía de Westminster, a John Pike y a la Federación de Científicos Americanos, a los cinco miembros del Opus Dei (tres de ellos en activo) que me contaron sus historias, tanto las positivas como las negativas, en relación con sus experiencias en dicha organización.
Deseo asimismo expresar mi gratitud a la librería Water Street Bookstore por conseguirme muchas de las obras con las que me he documentado; a mi padre, Richard Brown —profesor de matemáticas y escritor—, por su ayuda con la Divina Proporción y la Secuencia de Fibonacci; a Stan Planton, a Sylvie Baudeloque, a Peter McGuigan, a Francis McInerney, a Margie Wachtel, a André Vernet, a Ken Kelleher, de Anchorball Web Media, a Cara Sottak, a Karyn Popham, a Esther Sung, a Miriam Abramowitz, a William Tunstall-Pedoe y a Griffín Wooden Brown.
Finalmente, en una novela que le debe tanto a la divinidad femenina, sería un olvido imperdonable que no mencionara a las extraordinarias mujeres que han iluminado mi vida. En primer lugar a mi madre, Connie Brown, también apasionada de la escritura, músico y modelo a seguir. Y a mi esposa, Blythe, historiadora del arte, pintora, editora todoterreno y, sin duda, la mujer con más talento que he conocido en mi vida.
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