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Consideraciones Acerca De La Vida Intelectual En La Edad Media


Enviado por   •  23 de Abril de 2015  •  4.367 Palabras (18 Páginas)  •  413 Visitas

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CONSIDERACIONES ACERCA DE LA VIDA INTELECTUAL EN LA EDAD MEDIA

Héctor Herrera Cajas

Dimensiones de la responsabilidad educacional

Omnia disce, videbis postea nihil esse superfluum.

Coactata scientia iucunda non est.

(Aprende todo, verás después que nada es superfluo.

Un saber limitado no es agradable).

Hugo de San Víctor (s. XII)

No será ocioso, en primer lugar, tratar de definir lo que debemos entender por vida intelectual.

El concepto de lo intelectual deriva de inteligencia, del ejercicio y la aplicación que hacemos de esta capacidad racional propia del hombre.

Pero, ¿qué es la inteligencia? Corrientemente decimos que hay algunas personas más inteligentes que otras; de acuerdo con esto, si esas personas cultivan dicha capacidad, a la larga, pueden llegar a ser intelectuales. Los intelectuales son los que, de preferencia, forman el cuerpo universitario.

De allí pues, que aparece como necesario e importante que primero entendamos qué es realmente esta facultad de la inteligencia, por lo menos entendida en la perspectiva del mundo antiguo y del mundo medieval. No pretendo aquí, de ninguna manera, penetrar en todos los aportes que posteriormente la psicología ha incorporado al concepto, puesto que tan sólo se trata de una reflexión, que, desde mi punto de vista es fundamentalmente filológica acerca de la inteligencia.

Inteligencia, es una palabra compuesta del prefijo latino inter, que corresponde a “entre, al interior de dos”, y el verbo igualmente latino legere. El verbo latino legere es necesario enunciarlo en sus formas fundamentales, para ustedes vean cuál es esta función tan importante que nosotros le exigimos a la inteligencia; el enunciado es: lego, lexi, lectum, legere. Es de la forma lectum, de donde van a formarse por incorporación de un prefijo, o de varios prefijos, una serie de palabras que nos ponen mucho más en la pista de lo que hay que entender por inteligencia: electum, selectum, dilectum, intelectum. Por lo tanto, el sentido del verbo, que originalmente fue “recoger”, “reunir” “escoger” y sólo mucho más tarde se utilizó para denotar la acción de “leer”, posiblemente porque leer una palabra exige “reunir las letras”. Una lectura puede, pues, reducirse a reunir con la vista los signos gráficos, y a lo más, ejercer la tarea de pronunciar fonéticamente esos signos. Pero con eso, bien saben ustedes, no se está realmente leyendo. Por eso es que, en lenguaje coloquial se dice de una persona que “lee como loro”, cuando lo único que hace es leer maquinalmente, pero en ese caso, no está realmente leyendo.

Leer significa que, todo aquello que el autor, que el escritor ha incorporado en el texto, uno va seleccionando algunos conceptos, recogiendo algunas ideas fundamentales, estableciendo relaciones entre ellos. Por eso es que uno tiende -y para eso debería cada cual formar su propia biblioteca- a subrayar los libros, porque con ello está haciendo su lecturas del texto.

El texto necesariamente debe tener por razones gramaticales, estilísticas, retóricas, mucho material accesorio; en algunos casos, estéticamente valioso, pero adjetivo respecto al mensaje. Uno puede ir saltando, por así decir, todo eso para destacar aquellos conceptos que son los que realmente entregan el mensaje sustancias de la página que se tiene delante de los ojos.

Toda lectura, en el fondo, es -podríamos decir- una lectura selectiva; es decir, una lectura en la cual uno va escogiendo aquello que, en ese momento, a uno le interesa; eso es lo que está indicado por el prefijo se en latín, con lo cual se señala que no solamente es electiva, sino que se elige de acuerdo a un interés particular que, en ese momento, se tiene.

Y esto lo pueden comprobar, cuando al leer un libro, una página, subrayan una palabra o unas líneas del texto; eso lo realizan en función de un interés que, en ese momento, tienen; pero, si a la vuelta de años, leen de nuevo ese mismo libro, se darán cuenta que, si se ha modificado su campo de preocupaciones intelectuales, buscaran otras cosas; lo que antes habían seleccionado, seguirá siendo importante, pero en la nueva perspectiva habrá nuevos conceptos que recoger, nuevas ideas que seleccionar de ese mismo texto. Depende, todo esto, por cierto, de la riqueza del texto, literalmente de la densidad y de la calidad de la trama. Hay textos, desde este punto de vista, que podemos considerar inagotables, y que uno puede leerlos una y otra vez, y siempre estarán entregando algo; pasarán las generaciones, vendrán nuevos investigadores y se inclinarán sobre esos mismos textos, que son las grandes fuentes de la cultura universal, o en el caso particular nuestro, de la civilización occidental, y allí uno estará seleccionando, es decir, estará recogiendo para sí siempre algo valioso; pero con esto quedamos solamente en lo que es la lectura, y la inteligencia exige más que una mera lectura; lo que se llama propiamente la inteligencia de un texto, es introducirse, gracias a la lectura adecuada, cuidadosa, en la interioridad del texto.

Y para cumplir esta tarea, para lo que corresponde llamar la lectura inteligente de un texto hay que, como se dice a veces, leer entre líneas.

Ya no solamente uno está seleccionando los conceptos más importantes que allí aparecen, sino que está tratando de ver todo el espíritu contenido en dicho texto, y que las palabras escritas, son capaces sólo, hasta un cierto grado, de recoger, de conservar y de entregarnos. Por eso, es que uno tiene que ir más allá de las palabras, más allá de los conceptos para tratar de ver los mensajes casi ocultos que están en los textos.

Todo escritor, y especialmente todo gran escritor, siente la incapacidad de poder comunicar todo su mundo interior, toda la riqueza espiritual que posee y que quiere, en ese momento, trasmitir a través del texto escrito, como pasa también con la palabra; nota que va quedando sin expresar una cantidad de vivencias, de relaciones, que para él son nítidas, pero que tomarían un tiempo inmenso tratar de ponerlas por escrito.

Todo ese trasfondo presente en la mente del autor, de algún modo, comparece en el texto. La lectura inteligente exige penetrar, pues, en el sentido profundo del texto; ver cuáles son, por así decir, las coordenadas mentales, que son como las grandes pautas en las cuales se mueve el pensamiento del autor, y reconocer el humus fecundo en que se enraíza y cultiva ese pensamiento, todo lo cual queda recogido también en el texto. Esto exige, entonces, detenerse cuidadosamente en cada palabra, en cada frase, y tratar de comprender, ya no solamente el mensaje explícito del autor, sino todo su mundo cultural presente en el texto, única posibilidad de superar la distancia

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