César Vallejo es siempre un creador
Enviado por giansfranco • 1 de Julio de 2013 • Trabajo • 1.020 Palabras (5 Páginas) • 171 Visitas
El creador
He aquí un creador en la radiante, en la rebosante plenitud de la palabra. Contadas veces, como en este caso, la efectividad real y la promesa, pletórica de fuertes posibilidades, de una obra artística, dejan colmadas y hasta rebasan tal expresión. Harto sobrada, y nueva, y excesiva, es su violencia vital. “Creador” hasta cuando tropieza y se enreda en lo estrafalario, hasta cuando cae y se colapsa en la incongruencia, hasta cuando se sume y se entelaraña en un anfibología, hasta cuando entre tumbos y traspiés alcanza, se súbito, el giro límpido, la expresión lúdica, la forma centelleante como un latigazo de luz, el definitivo envase melodioso del pensamiento. Todo el libro, aún para los ojos menos avisados, es el empeño bravío, la máscula brega, el jadeo esforzado y anhelante del espíritu que busca plasmarse en la palabra, que quiere domeñar la ariscada pureza del vocablo, que lucha contra la roqueña vastedad de la dicción que persigue consustanciarse en una forma. Se ven hincharse los poderosos bíceps del atleta. Tajos y mandobles, certeros unos, fallidos otros, pero todos de de innegable fuerza, contra los rígidos, contra las férreas, incisivas agresoras y lancinantes asperezas de la palabra. Tiembla y palpita el músculo en pugna melodiosa y heroica; se chafa a veces la túnica inconsútil del pensamiento y sentimos el seco crujir de los desgarrones, Edificante espectáculo éste hacia la conquista de una forma nueva, de la forma propia, del vaso personal, en qué verter la musical y fluyente vitalidad de un espíritu que vuelve a crear y a sentir de nuevo el mundo, y que encuentra exiguos e impropios los moldes anteriores para derramar y encerrar en ellos su riqueza sustancial. Edificante, sobre todo, para esa traílla de portaliras correctos, insignificantes, vulgares, triviales, académicos e intachables, que nunca han logrado conmovernos, que no han enriquecido nuestra sensibilidad, que no cayeron nunca porque nunca subieron, que jamás han sido capaces de sentir las terribles angustias del artista para forjar, troquelar, modelar y sellar su ánfora.
César Vallejo es siempre un creador, que mantiene constantemente, a despecho de sus profundas caídas, de sus dolorosos trompicones, empenachado y erguido su airón lírico. Como en todo gran poeta, ante su urgencia creadora abolidas quedan todas las métricas, chafadas todas las perceptivas, derogas todas las formas, al partir hacia la busca de su expresión personal, hacia el enunciado externo de su espíritu, hacia la traducción de su estética. Y como todo gran artista nos enseña a no repetirle sino a crear, a ser libres, a traducir directamente la vida, a matar y estrangular la literatura. En arte es intolerable el pleonasmo. Ya sea redundancia de expresión, ya sea redundancia de pensamiento o de sensibilidad. “Lo primero no imitar, y sobre todo no imitarme”, ha dicho Wagner, y lo repite Darío.
Toda obra poética que no ha sido pensada individual y musicalmente por el ejecutante, que no es trasunto de un temblor o ritmo interno, inédito y personal, se reduce al relleno mecánico, medido y acompasado, más o menos hábilmente, de un esquema métrico. Muchos libros de verso no son
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