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Descartes


Enviado por   •  11 de Febrero de 2012  •  4.300 Palabras (18 Páginas)  •  621 Visitas

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Descartes

... quería retirar todo el viejo material de construcción...

Alberto se levantó para quitane la capa roja que puso sobre una silla, y se volvió a acomodar en el sofá.

-René Descartes nació en 1596 y vivió una vida errante por Europa. Desde muy joven había nutrido una fuerte esperanza de conseguir conocimientos seguros sobre la naturaleza de los hombres y del universo. Pero después de haber estudiado filosofia se convenció cada vez más de su propia ignorancia.

-¿Más o menos como Sócrates?

-Mas o menos como él, sí. Como Sócrates, estaba con¬vencido de que sólo nuestra razón puede proporcionarnos co¬nocimientos seguros. No podemos fiarnos de lo que dicen los viejos libros. Ni siquiera podemos fiarnos de lo que nos dicen nuestros sentidos.

-Así pensó Platón, también él opinó que sólo la razón nos puede proporcionar conocimientos seguros.

-Exacto. Hay una línea que va desde Sócrates y Platón y que pasa por San Agustín antes de llegar a Descartes. Todos estos filósofos fueron racionalistas. Opinaban que la razón es la única fuente segura de conocimiento. Tras extensos estudios, Descartes llegó a la conclusión de que los conocimientos que se habían heredado de la Edad Media no eran necesariamente de fiar. En este punto quizás podríamos compararlo con Sócrates, que no se fiaba de las opiniones corrientes con las que solía encontrarse en la plaza de Atenas. ¿Y entonces qué hace uno, Sofia, me lo puedes decir?

-Entonces uno empieza a filosofar por cuenta propia.

-Justamente. Descartes decidió empezar a viajar por Europa, de la misma manera que Sócrates empleó su vida en conversar con las gentes de Atenas. Descartes nos cuenta que a partir de entonces sólo buscará aquella ciencia que pueda en¬contrar en él mismo o en el «gran libro del mundo». Se adhirió por tanto al servicio de la guerra, que le llevó a varios lugares de Centroeuropa. Más adelante vivió unos años en París, pero en 1629 se fue a Holanda, donde vivió casi 20 años trabajando en sus tratados filosóficos. En 1649 fue invitado a Suecia por la reina Cristina. Pero la estancia en ese lugar que él denominó la «tierra de los osos, del hielo y las rocas», le provocó una pulmo¬nía, y Descartes murió en el invierno de 1650.

-Con sólo 54 años.

-Pero llegaría a tener una gran importancia para la filo¬sofía, incluso después de su muerte. No es ninguna exagera¬ción decir que fue Descartes quien fundó la filosofia de los tiempos modernos. Tras el entusiasta redescubrimiento del re¬nacimiento del ser humano y de la naturaleza, surgió de nuevo una necesidad de recoger las ideas de la época en un sistema fi¬losófico consistente. El primer gran sistematizador fue Descar¬tes. Luego le siguieron Spinoza y Leibniz, Locke y Berkeley, Hume y Kant...

-¿Qué quieres decir con un «sistema filosófico»?

-Con eso quiero decir una filosofia construida desde los cimientos y que procura encontrar una especie de esclareci¬miento de todas las cuestiones filosóficas importantes. La An¬tigüedad había tenido grandes sistematizadores como Platón y Aristóteles. La Edad Media tuvo a Santo Tomás de Aquino, que quiso construir un puente entre la filosofía de Aristóteles y la teologia cristiana. Luego llegó el Renacimiento, con un embrollo de viejos y nuevos pensamientos sobre la naturaleza y la ciencia, sobre Dios y el hombre. Hasta el siglo XVII no hubo por parte de la filosofía un intento de recoger las nuevas ideas en un sistema filosófico esclarecido. El primero en intentarlo fue Descartes. El puso la primera piedra de lo que sería el proyecto más impor¬tante de la filosofía de las generaciones siguientes. Ante todo le interesaba averiguar lo que podemos saber, es decir, aclarar la cuestión de la «certeza de nuestro conocimiento». La otra gran cuestión que le preocupó fue la «relación entre el alma y el cuer¬po». Estos dos planteamientos caracterizarían el debate filosófico durante los siguientes ciento cincuenta años.

-Entonces fue un hombre avanzado para su época.

-Si, pero también eran cuestiones que se planteaban en esa época. En lo que se refiere al problema de conseguir cono¬cimientos indudables, muchos expresaron un escepticismo filo¬sofico total, opinando que los hombres tendrían que resig¬narse a no saber nada. Pero Descartes no se resignó a eso. Si se hubiera resignado, no habría sido un verdadero filósofo. De nuevo podemos establecer un paralelismo con Sócrates, que tampoco se resignó al escepticismo de los sofistas. Precisamen¬te en la época de Descartes la nueva ciencia había desarrollado un método que proporcionaría una descripción totalmente se¬gura y exacta de los procesos de la naturaleza.

Descartes tuvo que preguntarse si no habría también un método seguro y exacto para la reflexión filosófica.

-Entiendo.

-Pero eso sólo fue una cosa. La nueva física había plan¬teado la cuestión sobre la naturaleza de la materia, es decir; sobre qué es lo que decide los procesos físicos de la naturaleza. Cada vez más se defendía una interpretación mecánica de la na¬turaleza. Pero cuanto más mecánicamente se conceptuaba el mundo físico, tanto más imperiosa se volvía la cuestión sobre la relación entre el alma y el cuerpo. Antes del siglo XVII era habi¬tual considerar el alma como una especie de «respiración vial» que fluye por todos los seres vivos. El significado original de las palabras «alma» y «espíritu» es, de hecho, «aliento vital» o «res¬piración» en casi todos los idiomas europeos. Para Aristóteles el alma en algo presente en todo el organismo como “principio de la vida» de ese organismo, es decir; algo que no se podía ima¬ginar desprendido del cuerpo. Por tanto, Aristóteles también hablaba de «alma de planta» y «alma de animal». Hasta el siglo XVII no se introdujo una separación radical entre “alma» y «cuerpo». Todos los objetos fisicos, también los cuerpos de los animales y los cuerpos humanos, fueron explicados como un proceso me¬cánico. Pero el alma del hombre no podía formar parte de esa “maquinaria corporal». ¿Dónde estaría entonces el alma? Una cuestión importante que quedaba por explicar era cómo algo «espiritual” podía poner en marcha un proceso mecánico.

-En realidad es algo bastante curioso.

-¿Qué quieres decir?

-Decido levantar un brazo, y entonces levanto el brazo. O decido ir corriendo a coger el autobús, e instantáneamente mis piernas comienzan a correr. Otras veces puedo pensar en algo triste. De repente, mis lágrimas empiezan a brotar. Enton¬ces tiene que haber una misteriosa relación entre el cuerpo y la conciencia.

-Precisamente este problema puso en marcha los pensamientos

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