¿Dónde Están Los Filósofos De Hoy?
Enviado por danioj69 • 7 de Noviembre de 2013 • 2.449 Palabras (10 Páginas) • 273 Visitas
En un país lleno de problemas que necesitan de reflexión profunda, los pensadores colombianos parecen mantenerse distanciados en su torre de marfil. ¿Por qué viven tan alejados del debate público? ¿No ha existido acaso en Colombia una importante tradición de intelectuales públicos? ¿O es que en este tiempo de mass-market los escritores han usurpado el lugar de los filósofos en los medios?
Por: Rodrigo Restrepo
Publicado el: 2011-03-24
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Pocos días después de publicado el libro La filosofía y la crisis colombiana, un periodista de radio llamó al filósofo Rubén Sierra Mejía, coeditor de la obra y uno de sus autores. Publicado hace ya nueve años, este libro constituye uno de los pocos intentos serios de los principales filósofos del país por pensar la realidad nacional y divulgar sus pensamientos para el público general. “Me preguntó qué proponíamos los filósofos para solucionar los problemas del país”, cuenta Sierra. “El problema es que me exigió que explicara el tema en sólo tres minutos”. El filósofo, desde luego, despachó al ingenuo periodista de un plumazo: “¡Es que los filósofos no somos quienes tenemos que resolver los problemas del país! Nosotros nos encargamos de pensar las cosas, no de solucionarlas”.
Así quedó zanjado el asunto: de un lado los pensadores y del otro, los medios, el público y, quizás, el país. La anécdota no va más allá de la llamada, pero deja ver el estado actual de una relación fría e indiferente. Los filósofos, en su mayoría, parecen encontrarse en la torre de marfil de la academia, distanciados de una realidad compleja y fecunda para el pensamiento. ¿Por qué?
“Quizás el ‘massmediatizarse’ pueda quitarle rigor al filósofo, y el rigor hace parte de su identidad intelectual”, explica Sergio de Zubiría, profesor de filosofía de la Universidad de los Andes y quien se ha especializado en temas como la filosofía política, las relaciones entre la cultura y la violencia y los debates y problemas en torno al concepto de tolerancia. “Hay una cierta actitud fóbica, pues al filósofo le parece que si participa en los medios, su pensamiento puede volverse liviano, de poca densidad”.
Pero tal vez exista una razón más de fondo para esta ausencia. “Durante la década del 70 hubo una sobresaturación, o más bien una ultrasaturación de estas problemáticas”, argumenta Lisímaco Parra, profesor del Departamento de filosofía de la Universidad Nacional y ex vicerector académico de la misma, además de director de la cátedra de Pensamiento colombiano y especialista en ética y política moderna y contemporánea. “Temas como el de la filosofía política tuvieron un agotamiento, una crisis. Quizás en ese agotamiento tenga que ver el marxismo. Yo creo que el marxismo criollo, tan sumamente religioso, acaparó la reflexión política. Y cuando ese marxismo religioso entró en crisis, es como si el interés por la reflexión de la política y la sociedad hubiera quedado en un gran desprestigio”.
Parra recuerda que en la antigua sede de la librería Buchholz, en la calle 59 abajo de la 13, la sección más grande de libros era la de marxismo. “Era una pared enorme”, dice, y estaba ubicada justo detrás del cajero, pues esos eran los libros que la gente se robaba”. Hoy en día de marxismo no queda nada, y muy poco de problemas de filosofía política, por no hablar de filosofía colombiana. Basta dar un vistazo a los estantes de la librería Lerner para darse cuenta de que buena parte de la bibliografía filosófica nacional está compuesta de compilaciones de ensayos especializados y de memorias de congresos sobre Kant, el darwinismo o el relativismo filosófico.
¿El filósofo ha muerto?
Y es que, sin lugar a dudas, el lugar en donde se juega hoy la filosofía colombiana es la academia: en los grupos de estudio, en los departamentos de filosofía, en los congresos y en las publicaciones especializadas. Es la consecuencia inevitable de la pro-fesionalización. Para el profesor Sierra, “el ejercicio la filosofía se ha profesionalizado demasiado en Colombia”. Lo que, a su vez, “ha generado un miedo de pensar los problemas comunes, los problemas públicos”.
Solo hace falta hojear los principales diarios para darse cuenta de que el filósofo se quedó por fuera del debate público. Desde luego, existen las excepciones: Jorge Restrepo en El Tiempo y Jorge Giraldo en El Colombiano. El Espectador, por su parte, ha tenido que comprar las columnas de Umberto Eco, no se sabe si por falta de oferta nacional o por simple descuido periodístico. Existe, dicho sea de paso, el fenómeno del filósofo de formación que pertenece a la vida pública, pero que no ejerce verdaderamente como filósofo. Entre otros, se destacan Enrique Santos Calderón, Mauricio Pombo y Mavé —sí, la del tarot de Mavé—.
“Yo creo que esta ausencia es una gran pérdida, porque los filósofos colombianos eran intelectuales públicos reputados. El último fue quizás Estanislao Zuleta. Y antes de él, Cayetano Betancur, quien siempre fue columnista de los principales periódicos del país”, comenta Jorge Giraldo, filósofo de la Universidad de Antioquia, decano de la Escuela de Ciencias y Humanidades de la Eafit y profesor de filosofía política. ¿Qué se hicieron entonces los filósofos públicos? ¿Dónde quedó la figura del pensador?
Parece haber aquí una cuestión generacional. Para la generación actual de filósofos “ya no importa tanto el individuo, la figura o el personaje del filósofo. Se trata más bien de grupos, en los que se lleva a cabo un trabajo de hormiguita, un trabajo importante aunque los nombres no figuren”, explica de Zubiría. Probablemente, esta desaparición de la figura del filósofo tenga que ver con un cambio ideológico, una caída de las certezas y de las grandes verdades. Hoy, siendo fieles al estado de ánimo de nuestra época, vivimos un pluralismo ideológico: ya nadie se siente poseedor de la verdad. “El filósofo no puede dejar de representar el espíritu de su tiempo y, como dice Manfred Max-Neef, vamos ‘de la esterilidad de las certezas a la fecundidad de las incertidumbres’”, explica.
Para Parra, detrás de la pregunta por los grandes filósofos se encuentra todavía un prejuicio: la sombra del gran autodidacta. Un prejuicio que, por lo demás, no deja de ser un tanto “pueblerino y provinciano”, según dice. Hace algunas décadas, en efecto, surgió en Colombia la figura del filósofo autoeducado,
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