EL CONOCER COMO UN ALEPH
Enviado por carlosmol • 25 de Septiembre de 2011 • 1.050 Palabras (5 Páginas) • 603 Visitas
EL CONOCER COMO UN ALEPH
...¿es la ciencia un conocimiento, sirve para conocer? dado que se trata (en este artículo) de matemática, ¿qué es lo que se conoce en matemática? Precisamente: nada. Y no hay nada que conocer. No conocemos el punto, el número, el grupo, el conjunto, la función, más de lo que conocemos el electrón, la vida, el comportamiento humano...Todo lo que conocemos es un método aceptado (consentido) como verdadero por la comunidad de científicos... Pero este método es también un juego, más exactamente lo que se llama un jeuì d'espirit (Calvino, 1992: 258).
Con la anterior cita de Queneau, reproducida por Calvino en su libro Por qué leer (a) los clásicos quiero, amables colegas de la educación, dejar algunas preguntas a manara de provocación inicial para esta sesión de taller de línea atendiendo a que un taller de línea como el que hoy desarrollaremos es un espacio académico para pensar-nos simultáneamente como humanos educándonos en investigación en contextos de docencia y como humanos educadores.
Permítanme entonces preguntar-me: ¿Se conoce el mundo? ¿Se conoce el mundo investigando? ¿Investigar es conocer el mundo? ¿realmente investigamos? ¿realmente estamos enseñando a investigar? O, a caso será que ¿”...Todo lo que conocemos es un método aceptado (consentido) como verdadero por la comunidad de científicos... Pero este método es también un juego,...”?
¿Cuándo se enseña investigación se enseña a conocer o se valida un modelo, un método aceptado? O, a la manera de Saramago, ¿capturamos gente para la caverna o confinamos más ciegos en un internado?
Pero... ¿Y en dónde nos podemos apuntalar para asumir esta provocación? Italo Calvino, con su curiosidad por el saber humano, nos invita en su novela Palomar a interpretar el mundo como multiplicidad abierta, como totalidad potencial y conjetural.
Pero esta visión del mundo como multiplicidad abierta no es algo fuera de mi. No es un “objeto de observación y manipulación” al que me acerco con los instrumentos del físico o del alquimista. Y en la perspectiva de asumir la lógica humano/cosmos como superadora de la lógica sujeto/objeto me apuntalaré en el primer cuento de Las cosmicómicas, la distancia de la luna, de Italo Calvino cuando recoge un informe de sir George H. Darwin, quien recuerda el tiempo en que la luna estaba muy cerca de la tierra, hasta que poco a poco las mareas fueron empujándola lejos. Con esa referencia, Qfwfq, el protagonista que posee la edad del universo, narra la época en que los hombres (¿o células?) visitaban la luna para recoger una densa leche lunar, como una especie de requesón: “Eran noches de plenilunio muy muy bajo y de marea muy muy alta y si la luna no se mojaba en el mar era por un pelo, digamos, unos pocos metros. ¿Si nunca habíamos tratado de subirnos? ¡Cómo no! Bastaba llegar justo con la barca, apoyar una escalera y arriba” (Calvino, 1994: 3).
Es decir el mundo soy yo, yo mismo soy universo, yo soy cosmos. De aquí que conocer es una búsqueda de sentido existencial. Sin embargo con el celebre “pienso, luego existo” yo ya no soy cosmos, soy pensamiento. Y bajo este principio de instala la
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