EL IMPACTO DEL RECHAZO A LA VIDA
Enviado por lucy43_love • 8 de Febrero de 2013 • 622 Palabras (3 Páginas) • 503 Visitas
Cuando sentimos el golpe de un gran rechazo -como la infidelidad de un cónyuge, la herida por parte de un miembro de la familia, o la traición de un amigo cercano- puede que nos preguntemos si alguna vez encontraremos a alguien que nos ame de nuevo.
En un trauma emocional tratamos de encontrarle sentido a nuestro dolor. Hay un apremio constante a entender y explicar por qué sucede esta agonía. En ese momento podemos sentirnos tentados a responder al rechazo de maneras no saludables. Podemos sentir desprecio por nosotros mismos, por los demás y por Dios, o una combinación de los tres.
En el desprecio por nosotros mismos asumimos la plena responsabilidad del fracaso de la relación. Nos preguntamos: ¿Qué es lo que tengo que hace que la gente me deje? Dudamos de nuestro valor como persona y cuestionamos todo lo que tenga que ver con nosotros. Las dudas sobre nuestra capacidad de mantener una relación de amor nos perturba. Pensamos: Deben haber visto algo tan repulsivo en mí que nadie me puede querer. Por ejemplo, afrontar el rechazo de un cónyuge puede ser especialmente difícil cuando usted ve que otras parejas permanecen juntas a pesar de tener experiencias devastadoras. Nos preguntamos por qué nuestra propia relación no pudo pasar la prueba de las tribulaciones.
El desprecio hacia los demás es otra reacción que podríamos tener para tratar de explicar nuestro dolor. Hace a los demás plenamente responsables de la dinámica de la relación. Los vemos como malignos. Los descartamos diciendo: “Toda la culpa es suya.” O podríamos poner distancia entre los demás y nosotros y verlos con desprecio. Evitamos las relaciones estrechas porque creemos que no se puede confiar en nadie.
El desprecio hacia Dios le echa a Él la culpa de nuestro dolor. Razonamos que si Él tiene control de nuestras vidas y nos ama, ¿por qué no nos protegió de esa experiencia tan dolorosa? Los que de niños fueron rechazados por sus padres y víctimas de abuso, en particular, pueden tender a culpar a un Dios todopoderoso de su sufrimiento. El rechazo y la pérdida nos hacen dudar que Dios nos ame porque estamos enojados con Él por no protegernos y permitir que sucediera.
Al principio, el desprecio a nosotros mismos, a los demás y a Dios nos da resultado. Nos ayuda a mantener la fachada de que tenemos todo bajo control porque hemos “explicado” la razón del dolor. Ahora podemos seguir adelante con la vida, arreglando lo que podamos en nosotros y manteniendo a todo el mundo a distancia (incluyendo a Dios). Este apremio de controlar nuestro mundo es tan fuerte que preferiríamos odiarnos (el autodesprecio) a enfrentar el hecho de que no tenemos el control y puede que nos hieran otra vez.
Lo que suena atractivo del desprecio es que no exige afrontar más dolor. Evita sentir pena por la pérdida. Es como un sedante para el corazón y mantiene a los demás un poco alejados. A una persona herida eso le suena
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