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Edgar Allan Poe


Enviado por   •  19 de Mayo de 2015  •  1.067 Palabras (5 Páginas)  •  788 Visitas

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En una fría noche de invierno, solo en su casa, un hombre sufre el dolor inmenso de la pérdida de su amada. A punto de dormirse, le parece oír a alguien golpear a la puerta y descubre que se trata de un cuervo. Tras invadirle la casa, el ave acaba llevándolo a la desesperación debido a su insistente repetición de una palabra que le hace comprender que nada le devolverá a Leonora… NEVERMORE.

Edgar Allan Poe

El Cuervo

Título original: The Raven

Edgar Allan Poe, 1845

Traducción: Carlos Arturo Torres

Ilustraciones: Gustave Doré

El Cuervo

I

En una noche pavorosa, inquieto

releía un vetusto mamotreto

cuando creí escuchar

un extraño ruido, de repente

como si alguien tocase suavemente

a mi puerta: «Visita impertinente

es, dije y nada más».

II

¡Ah!, me acuerdo muy bien, era en invierno

e impaciente medía el tiempo eterno

cansado de buscar

en los libros la calma bienhechora

al dolor de mi muerta Leonora

que habita con los ángeles ahora

¡para siempre jamás!

III

Sentí al sedeño y crujidor y elástico

rozar de las cortinas, un fantástico

terror, como jamás

sentido había, y quise aquel ruido

explicando, mi espíritu oprimido

calmar por fin: «Un viajador perdido

es, dije y nada más».

IV

Ya sintiendo más calma: «Caballero

exclamé, o dama, suplicaros quiero

os sirváis excusar

mas mi atención no estaba bien despierta

y fue vuestra llamada tan incierta…».

Abrí entonces de par en par la puerta:

tinieblas nada más.

V

Miro al espacio, exploro la tiniebla

y siento entonces que mi mente puebla

turba de ideas cual

ningún otro mortal las tuvo antes

y escucho con oídos anhelantes

«Leonora» unas voces susurrantes

murmurar nada más.

VI

Vuelvo a mi estancia con pavor secreto

y a escuchar torno pálido e inquieto

más fuerte golpear.

«Algo, me digo, toca en mi ventana,

comprender quiero la señal arcana

y calmar esta angustia sobrehumana»:

¡el viento y nada más!

VII

Y la ventana abrí: revoloteando

vi entonces un gran cuervo venerando

como ave de otra edad.

Sin mayor ceremonia entró en mis salas

con gesto señorial y negras alas

y sobre un busto, en el dintel, de Palas

posóse y nada más.

VIII

Miro al pájaro negro, sonriente

ante su grave y serio continente

y le principio a hablar,

no sin un dejo de intención irónica:

«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,

¿cuál es tu nombre en la región plutónica?».

Dijo el cuervo: «Jamás».

IX

En este caso al par grotesco y raro

maravilléme al escuchar tan claro

tal nombre pronunciar,

y debo confesar que sentí susto

pues antes nadie, creo, tuvo el gusto

de un cuervo ver, posado sobre un busto

con tal nombre: «Jamás».

X

Cual si hubiese

...

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