El Chulla Romero
Enviado por aleksizjm • 20 de Octubre de 2013 • 423 Palabras (2 Páginas) • 347 Visitas
El director de la Oficina de Investigación Económica le encarga al mestizo Luis Alfonso Romero y Flores la fiscalización anual; éste llevaba una vida de calavera, soltero y sin más compromiso que dedicarse a los placeres de la vida. El apego de una mujer y el anuncio de que va a ser padre terminan por transformar al protagonista; consigue primero el puesto codiciado de oficinista y luego se convierte en el juez incorruptible que terminará por denunciar en un informe público, a las más altas esferas. Víctima del deber, será despedido en momentos en que va a nacer el hijo; por falta de dinero falsificará un cheque y será perseguido mientras agoniza Rosario, su querida, custodiada por policías secretos.
El Chulla ha caído en la trampa. La mujer con “cara de caballo de ajedrez”, Doña Francisca de Paredes y Nieto, lo ha invitado a pasar al salón en donde lo espera “lo mejorcito de la ciudad”: la dama quiere abochornarlo en público. El Chulla, pese a que intuye el riesgo no declina. Siente que algo lo arrastra, que invisibles fuerzas lo obligan a elecciones imprecisas y no convenientes. Impulsos antagónicos pugnan en su mente: aceptar implica la posibilidad de hacer el ridículo, negarse significará ser un cobarde. Decide ir. “Por algo soy el fiscalizador”, se dice a sí mismo, invocando una máscara.
Sin embargo, apenas Luis Alfonso (el Chulla) ingresa en el lugar, percibe que es un intruso y que por algunos motivos, que nunca ha comprendido del todo, se le rechaza, que el disfraz no alcanza, que la leva estrecha deja ver los puños sucios de la camisa. Los invitados se cierran. Los invitados brindan sus espaldas, los invitados se ríen, se burlan (o al menos eso cree él en sus delirios que no son de loco pero tampoco de cuerdo).
Entonces, busca un ardid. Ellos no pueden portarse de esa manera. Después de todo él es el fiscalizador. Si no le respetan como persona le han de respetar como burócrata, como funcionario. Tras de sí están la autoridad, la razón y él las hará valer… Pero a ellos poco les importa la demostración legal que él ha venido a brindarles.
Es en ese instante cuando, ya fuera de control, el Chulla empieza a gritar a todo pulmón: “soy el fiscalizador, soy el fiscalizador”. Ni que decir tiene que el efecto es desastroso, y que lo único que consigue es que volteen unos ojos ardientes en los que se revela el desprecio. Luego, el golpe de gracia. La “señora de cara caballuna” malvadamente
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