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El Idioma Analitico De John Wilkins


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2012  •  1.269 Palabras (6 Páginas)  •  460 Visitas

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EL IDIOMA ANALÍTICO DE JOHN WILKINS

Jorge Luis Borges, El idioma analítico de John Wilkins, en Otras inquisiciones,

Obras Completas, Vll, Buenos Aires, Editorial Emecé.

He comprobado que la décimocuarta edición de la Encyclopaedia Britannica

suprime el articulo sobre John Wilkins. Esa omisión es justa, si recordamos la

trivialidad del artículo (veinte renglones de meras circunstancias biográficas:

Wilkins nació en 1614, Wilkins murió en 1672, Wilkins fue capellán de Carlos

Luis, príncipe palatino; Wilkins fue nombrado rector de uno de los colegios de

Oxford, Wilkins fue el primer secretario de la Real Sociedad de Londres, etc.);

es culpable, si consideramos la obra especulativa de Wilkins. Éste abundó en

felices curiosidades: le interesaron la teología, la criptografía, la música, la

fabricación de colmenas transparentes, el curso de un planeta invisible, la

posibilidad de un viaje a la luna, la posibilidad y los principios de un lenguaje

mundial. A este último problema dedicó el libro An Essay Towards a Real

Character and a Philosophical Language (600 páginas en cuarto mayor, 1668).

No hay ejemplares de ese libro en nuestra Biblioteca Nacional; he interrogado,

para redactar esta nota, The Life and Times of John Wilkins (1910), de P.A.

Wright Henderson; el Woerterbuch der Philosophie (1924), de Fritz Mauthner;

Delphos (1935) de E. Sylvia Pankhurst; Dangerous Thoughts (1939), de

Lancelot Hogben.

Todos, alguna vez, hemos padecido esos debates inapelables en que una dama,

con acopio de interjecciones y de anacolutos, jura que la palabra luna es más (o

menos) expresiva que la palabra moon. Fuera de la evidente observación de que

el monosílabo moon es tal vez más apto para representar un objeto muy simple

que la palabra bisilábica luna, nada es posible contribuir a tales debates;

descontadas las palabras compuestas y las derivaciones, todos los idiomas del

mundo (sin excluir el volapük de Johann Martin Schleyer y la romántica

interlingua de Peano) son igualmente inexpresivos. No hay edición de la

Gramática de la Real Academia que no pondere "el envidiado tesoro de voces

pintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua española", pero se trata

de una mera jactancia, sin corroboración. Por lo pronto, esa misma Real

Academia elabora cada tantos años un diccionario, que define las voces del

español... En el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII,

cada palabra se define a sí misma. Descartes, en una epístola fechada en

noviembre de 1629, ya había anotado que mediante el sistema decimal de

numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las cantidades

hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos

[1]; también había propuesto la formación de un idioma análogo, general, que

organizara y abarcara todos los pensamientos humanos. John Wilkins, hacia

1664, acometió esa empresa.

Dividió el universo en cuarenta categorías o géneros, subdivisibles luego en

diferencias, subdivisibles a su vez en especies. Asignó a cada género un

monosílabo de dos letras; a cada diferencia, una consonante; a cada especie, una

vocal. Por ejemplo: de, quiere decir elemento; deb, el primero de los elementos,

el fuego; deba, una porción del elemento del fuego, una llama. En el idioma

análogo de Letellier (1850), a, quiere decir animal; ab, mamífero; abo,

carnívoro; aboj, felino; aboje, gato; abi, herbivoro; abiv, equino; etc. En el de

Bonifacio Sotos Ochando (1845), imaba, quiere decir edificio; imaca, serrallo;

imafe, hospital; imafo, lazareto; imarri, casa; imaru, quinta; imedo, poste; imede,

pilar; imego, suelo; imela, techo; imogo, ventana; bire, encuadernor; birer,

encuadernar. (Debo este último censo a un libro impreso en Buenos Aires en

1886: el Curso de lengua universal, del doctor Pedro Mata.)

Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes símbolos

arbitrarios; cada una de las letras que las integran es significativa, como lo

fueron las de la Sagrada Escritura para los cabalistas. Mauthner observa que los

niños podrían aprender ese idioma sin saber que es artificioso; después en el

colegio, descubrirían que es también una clave universal y una enciclopedia

secreta.

Ya definido el procedimiento de Wilkins, falta examinar un problema de

imposible o difícil postergación: el valor de la tabla cuadragesimal que es base

del idioma. Consideremos la octava categoría, la de las piedras.

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