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El Ragnarok


Enviado por   •  22 de Octubre de 2011  •  2.764 Palabras (12 Páginas)  •  424 Visitas

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El Ragnarök

Uno de los rasgos distintivos de la mitología nórdica es que la gente siempre creyó que sus dioses pertenecían a una raza finita. Los Ases habían tenido un comienzo y, por tanto, se razonaba, debían tener un final y si habían nacido de una mezcla de elementos divinos y mortales (los gigantes), su naturaleza era imperfecta. Llevaban dentro el germen de la muerte y estaban, al igual que los hombres, destinados a sufrir la muerte física para obtener de este modo, la inmortalidad espiritual. Todo el esquema de la mitología nórdica era consiguientemente un drama, conduciendo cada paso de su historia, gradualmente, hacia el clímax o final trágico, cuando, con verdadera justicia poética, el castigo y la recompensa serían imparcialmente impuestos sobre todos sus protagonistas. Los Ases toleraron la presencia del mal entre ellos, personificado por Loki. Débilmente se dejaron llevar por sus consejos, permitieron que les involucrara en toda clase de dificultades de las cuales lograban salir sólo al precio de separarse de su virtud o la paz, y poco a poco le fueron permitiendo tener tal dominio a Loki sobre ellos, que no vacilaba en robarles sus más preciadas posesiones, la pureza, o la inocencia, personificada por Balder el Bondadoso. Demasiado tarde se dieron cuenta de lo maligno que era este espíritu, hasta que hubo encontrado un hogar entre ellos y, demasiado tarde, desterraron a Loki a la Tierra, donde los hombres, siguiendo el ejemplo de los dioses, fueron corrompidos por su siniestra influencia. Según los versos de Snorri, sacados e interpretados libremente del Völuspá: Una era de hachas, una era de espadas, de escudos destruidos, una era de tempestades, una era de lobos, antes de que la era de los hombres se derrumbe. El Invierno Fimbul. Viendo que el crimen predominaba y que todo el bien había sido desterrado de la Tierra, los dioses se percataron de que las antiguas profecías estaban a punto de verse cumplidas y que la sombra de Ragnarok, el ocaso de los dioses, ya se cernía sobre ellos. Sol y Mani palidecieron de miedo y condujeron sus carros temblorosos a través de sus caminos señalados, mirando hacia atrás, temerosos de los lobos que les perseguían y que pronto los alcanzarían y los devorarían. Conocían sus destinos, pero aún así continuaron su recorrido y se enfrentaron a su final. Y al desaparecer sus sonrisas, la Tierra se volvió triste y fría y el terrible invierno Fimbul comenzó. Los penetrantes vientos soplaron desde el Norte y toda la tierra fue cubierta con una gruesa capa de hielo. Este severo invierno duró durante tres estaciones completas sin descanso y fue seguido por otros tres, igual de duros, durante los cuales toda la alegría abandonó la Tierra y los crímenes de los hombres aumentaron con pavorosa velocidad, mientras, en la lucha general por la vida, los últimos sentimientos de humanidad y compasión desaparecieron. En los oscuros nichos del Ironwood, la giganta Iarsaxa o Angurboda, alimentaba diligentemente a los lobos Hati, Sköll y Managarm, la progenie de Fenris, con las médulas de los huesos de los asesinos y los adúlteros y tal era el predominio de estos crímenes que nunca se le restringía la comida a los casi insaciables monstruos. Diariamente ganaron fuerzas para perseguir a Sol y a Mani y finalmente, los alcanzaron y los devoraron, inundando la tierra con sangre de sus fauces goteantes. Cuenta el Völuspá: Un lobo engullirá al sol, y los hombres lo verán como una gran catástrofe. El otro lobo capturará a Mani (la luna) y tampoco eso será mejor. Las estrellas caerán del cielo. También esto sucederá: Toda la tierra y las montañas temblarán y todas las cadenas y lazos se quebrarán y romperán. Y entonces el lobo Fenrir quedará libre. Así, pues, ante esta terrible calamidad, toda la tierra tembló y se agitó. Las estrellas, asustadas, cayeron desde sus posiciones y Loki, Fenrir y Garm, renovando sus esfuerzos, hicieron pedazos sus cadenas y se dirigieron a tomar venganza. Al mismo tiempo, el dragón Nidhug logró roer la raíz del fresno Yggdrasil, que se estremeció hasta su rama más alta. El gallo rojo Fialar, posado en lo alto del Valhalla, cacareó en alto la alarma, que fue inmediatamente repetida por Gullinkambi, el gallo en Midgard, y por la rojiza ave de Hel en Niflheim. Heimdall da la Alarma. Heimdall, dándose cuenta de estos ominosos augurios y oyendo el estridente chillido del gallo, puso inmediatamente el cuerno Giallar en sus labios y sopló el toque esperado durante tanto tiempo, que se oyó en todo el mundo. Al primer sonido de esta manifestación, los Ases y los Einheriar se levantaron de sus divanes dorados y salieron valientemente del gran palacio, armados para la contienda venidera y, montando sus corceles impacientes, galoparon sobre el palpitante puente arco iris hasta el extenso campo de Vigrid, donde, como Vafthrundnir había presagiado mucho tiempo atrás, tendría lugar la última batalla. La temible serpiente de Midgar, Iörmungandr, había sido despertada por el alboroto general y con inmensos retorcimientos y conmoción, por lo que los mares fueron azotados con enormes olas como nunca antes habían alterado las profundidades del mar, se arrastró hasta la tierra y se apresuró a unirse a la terrible refriega, en la que iba a jugar un papel importante. Una de las grandes olas, agitadas por los esfuerzos de Iörmungandr, puso a flote a Nagilfar, el funesto barco, que estaba completamente construido con las uñas de aquellos muertos cuyos familiares habían fracasado, a través de los años, en su deber, habiendo olvidado cortar las uñas de los fallecidos antes de que pudieran descansar. Tan pronto como esta embarcación salió a flote, Loki embarcó en ella con el feroz ejército de Muspellheim y lo guió audazmente a través de las agitadas aguas hasta el lugar del conflicto. Éste no era el único barco que se dirigía a Vigrid, pues de un espeso banco de niebla, hacia el Norte, salió otra embarcación, pilotada por Hrym, en la que todos eran gigantes de hielo, armados por completo e impacientes por entrar en batalla contra los Ases, a quienes siempre habían odiado con todas sus fuerzas. Al mismo tiempo, Hel, la diosa de la muerte, salió por una grieta en la tierra desde su hogar en el inframundo, seguida de cerca por el sabueso de ésta, Garm. Los malhechores de su lúgubre reino y el dragón Nidhug, que sobrevoló el campo de batalla, transportando cadáveres sobre sus alas. Tan pronto como aterrizó, Loki dio la bienvenida a estos refuerzos con alegría y, colocándose en cabeza, marchó con ellos hacia la lucha. Los cielos se partieron súbitamente en dos, y a través de la enorme brecha, cabalgó Surtr con su espada flameante, seguido por sus hijos y, mientras atravesaban el puente Bifröst, con la intención de arrasar Asgard, el glorioso arco se hundió con un estruendo bajo las pisadas de sus caballos. Los dioses

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