El cientifico y el politico: Un posible dialogo entre Bourdieu y Weber
Enviado por Fernando La Rosa • 11 de Mayo de 2017 • Trabajo • 3.030 Palabras (13 Páginas) • 274 Visitas
El cientifico y el politico: Un posible dialogo entre Bourdieu y Weber
En la presente ponencia intentaremos realizar un análisis entre un dialogo posible entre las distintas posturas de Pierre Bourdieu y Max Weber en relación al papel que debe cumplir el intelectual en el ámbito académico y político. Al momento de realizar un acercamiento a estos dos autores, de inmediato llega la pregunta de qué tan alejados o cercanos están en sus pensamientos.
Una característica fundamental de la postura teórica de Bourdieu ha sido la reivindicación del carácter científico de la sociología: constituirla como ciencia y diferenciarla de las ilusiones y representaciones del sentido común. La sociología tiene las características que implica la idea de la ciencia: sistemas coherentes de hipótesis, conceptos, métodos de verificación, etc.
En la perspectiva de Bourdieu, esta preocupación por la cientificidad no positivista de la sociología lo lleva a buscar (de manera crítica) en la tradición clásica de la disciplina la integración de los aportes teóricos tanto de Marx, Durkheim y Weber. A pesar de tratarse de enfoques muy diferentes entre sí, le interesa, sobre todo, poner en evidencia los nexos internos de esas teorías, sus raíces comunes, con el objeto de hacer avanzar la ciencia mediante la acumulación de las herramientas conceptuales.
Para el trabajo realizará un análisis del libro Intervenciones políticas: Un sociólogo en la barricada (2002) y Campo de poder, campo intelectual: itinerario de un concepto (1983), basándonos en la tesis que el francés sostendrá : “el intelectual debe intervenir en política necesariamente”; así como en el texto de Weber, El político y el científico (1919), en donde el historiador alemán propone que “no se puede ser al mismo tiempo hombre de acción (político) y hombre intelectual (científico), sin atentar contra la vocación de ambas profesiones”.
La función política del intelectual
Las intervenciones políticas de Pierre Bourdieu, se remontan a la épica de su ingreso a la vida intelectual a comienzos de la década de 1960, con motivo de la guerra de Argelia. Por lo tanto, no fue novedad del ultimo Bourdieu el ”bajar a la calle”, por el contrario, fue parte de su extensa historia personal e intelectual proceso científico de reflexión sobre la realidad para contribuir a su transformación. Desde su perspectiva, si la sociología quiere ser pertinente, debe ser impertinente; el investigador es alguien que incomoda porque su rol es “develar cosas ocultas” (a la mejor manera de Bachelard y los tres maestros de la sospecha). Si la practica sociológica es concebida como un necesario trabajo de “destrucción de ilusiones”, mas subversiva será la sociología cuando se ocupa del poder.
Durante la mayor parte de su carrera Weber fue Figuera polémica, tanto en el mundo académico como en el político, y sus coetáneos eran por supuesto plenamente consientes de que estas dos esfera de su actividad estaban estrechamente interrelacionadas. Podemos decir que las preocupaciones teóricas de Weber se centraron en la temática referida a la religión, el capitalismo y el poder. En este sentido sus análisis de las diversas formas de dominación política, de la función de las élites y de los líderes carismáticos y del rol racionalizador de la burocracia moderna son ejemplares. Para ello Weber elaboró una nueva filosofía de la historia centrada en la idea de la pugna constante entre carisma y burocracia, representativos respectivamente de la renovación y estabilización. En suma, sus principales ideas políticas y sociales pueden resumirse considerando su metodología científica, su concepto de capitalismo y su análisis del estado contemporáneo (moderno, valga la redundancia) y del problema del poder en general.
Bourdieu hace uso de su sistema conceptual para analizar lo político. Una de las virtudes de su propuesta de quizás sea que realiza un esfuerzo por que investigación e intervención vayan de la mano. De hecho, afirma que le satisface que sus investigaciones sirvan de herramienta para el movimiento social.
El francés sostiene que quienes giran alrededor de la política cotidiana (partidos, medios, empresarios, analistas) manejan la agenda pública y suelen definir con certeza los “problemas de actualidad” que deben ser tratados. Son ellos quienes, a través de una serie de acuerdos tácitos, delimitan un campo de discusión y pretenden que los demás entren al debate ya constituido. Bourdieu, en cambio, propone que pensar sociológicamente la política implica una ruptura epistemológica (“la conversión de la mirada”) que se esfuerce por construir el problema político desde categorías e inquietudes propias: “la ruptura reside, en efecto, en el hecho de construir como discutible lo que parece fuera de discusión, evidente, de esa evidencia que se impone a la indignación ética, a la simpatía militante o a la convicción racional” (Bourdieu, 2001:115). En este sentido, para pensar la política, el autor utiliza los conceptos con los cuales analiza cualquier otra experiencia social: campo, interés, capital, habitus.
La primera noción (inseparable de las demás) es el campo político, entendido como “una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones” (Bourdieu, 2001:33), que están definidas a través del volumen de capital que tiene cada agente al interior del campo:
Hablar de campo político es decir que el campo político es un microcosmos, vale decir, un pequeño mundo social relativamente autónomo en el interior del gran mundo social. Allí encontraremos un cúmulo de propiedades, relaciones, acciones y procesos que encontramos en el mundo global; pero estos procesos, estos fenómenos, tendrán aquí una forma particular (…). Alguien que ingresa a la política, al igual que alguien que entra a una religión, debe sufrir una transformación, una conversión, y aun si no parece ser así, aun si no tiene conciencia de ello, ésta le es tácticamente impuesta, siendo la sanción, en el caso de trasgresión, el fracaso o la exclusión. (Bourdieu, 2001a:10, 11)
Al interior del campo, que es el resultado de un proceso histórico y que está en constante mutación y diálogo-tensión con otros campos, se libran batallas entre agentes que, queriendo defender su posición o modificarla, buscan transformar el valor de sus capitales a través de estrategias específicas (objetivas o subjetivas) para ocupar una posición más legítima y superior.
Esto nos lleva al concepto de violencia simbólica, que es formulado en su definición más básica como “aquella forma de violencia que se ejerce sobre un agente social con la anuencia de éste (…). En términos más estrictos, los agentes sociales son agentes conscientes que, aunque estén sometidos a determinismos, contribuyen a producir la eficacia de aquello que los determina, en la medida en que ellos estructuran lo que los determina” (Bourdieu y Wacquant, 1995:120). Si se parte de la idea de que en el campo político los distintos grupos sociales luchan por “imponer su definición del mundo social” de manera que sea lo más favorable a sus intereses, la violencia simbólica es el mecanismo a través del cual uno de los grupos impone —o inculca— su visión particular a los demás (Bourdieu, 2001:206-207).
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