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El ideal ético de la sociedad humana


Enviado por   •  14 de Agosto de 2023  •  Apuntes  •  5.938 Palabras (24 Páginas)  •  105 Visitas

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El ideal ético de la sociedad humana[1]

  1. Sociedad guiada por la justicia y la libertad

La crisis que padece la humanidad actual es una crisis de sociedad. Las restantes situaciones críticas son derivaciones de aquélla. Si existe crisis de instituciones (familia, escuela, etc.), si existe crisis de estado: todo ello deriva de la crisis del modelo de sociedad.

Desde hace años se viene constatando la inviabilidad de los dos grandes modelos de sociedad en que viven de hecho los hombres de hoy. Para muchos es patente tanto la «inhumanidad del capitalismo» como la «debilidad ética del colectivismo»1[2]. Los análisis se orientan hacia la propuesta de un modelo global alternativo a los dos actualmente vigentes. La encíclica Laborem exercens de Juan Pablo II se sitúa dentro de esta corriente de pensamiento crítico-utópico: crítico frente a los modelos existentes, y utópico en cuanto proyecta otro modelo social alternativo.

Ante la inviabilidad de los dos modelos sociales hegemónicos, se impone la necesidad de alumbrar un modelo nuevo de sociedad alejada tanto del liberalismo como del colectivismo.

El nuevo modelo de sociedad ha de ser configurado mediante el doble valor-eje de la justicia y de la libertad. Estos valores, justicia y libertad, son los que aseguran una concepción de la vida digna del ser humano.

En la humanidad actual, los dos valores de la justicia y de la libertad son vividos adialécticamente. El bloque liberal hace de la libertad su afirmación prevalente. Como dice Aron, «los filósofos americanos han llegado a colocar la igualdad efectiva de condición en segundo término, inmediatamente después de los derechos y libertad de las personas»[3]. En el polo opuesto, el bloque socialista afirma la justicia con menoscabo evidente de la libertad.

La afirmación unilateral y adialéctica de la «libertad» conduce al liberalismo en sus múltiples formas históricas y en su actual versión corregida; el sueño de la libertad sin trabas es el

acorde melódico del canto a la libertad de mercado, a la libertad de iniciativa, a la libertad de empresa, a la libertad del consumidor, etc.; sin caer en el optimismo del juego mágico «de la mano invisible», la mayor parte de la humanidad descansa sobre un sistema económico cuya filosofía tiene una palabra privilegiada: libertad.

En contraposición, la afirmación también unilateral y también adialéctica de la «justicia» conduce a un sistema de planificación excesivamente controlada. Surgen así dos bloques irreconciliables teóricamente que pueden ser descritos de modo muy simple con las calificaciones siguientes: uno ofrece «libertad sin justicia» y el otro «justicia sin libertad».

Ante esta situación conflictiva, es necesario pensar y construir otro modelo de sociedad en la que la justicia y la libertad constituyan dos valores funcionalmente integrados.

No puede haber justicia sin libertad. La siguiente cita de J. Marías justifica esta afirmación, al mismo tiempo que expresa un «fervor» casi religioso ante el valor de la libertad:

«La suma injusticia social es la privación de la libertad. Allí donde ésta no existe, estoy condenado al más atroz e irreparable despojo. Por eso, el dilema que a veces se propone como si hubiera que elegir entre libertad y justicia social, es simplemente monstruoso, porque la libertad es la condición de toda posible justicia y, si ella falta, la situación, cualquiera que sea, se convierte en la injusticia total. Esta es, desgraciadamente, la situación en las tres cuartas partes del planeta: no sólo pobreza económica, sino la pobreza radical, la pobreza vital, la pobreza de los proyectos. La libertad, las llamadas 'libertades formales' inherentes a la persona humana, es, pues, la gran pilastra sobre la que se levanta la justicia, empezando por la justicia social y, al lado de ella, las otras justicias. El hombre ha conseguido hacer pasar sus recursos a otro grado de magnitud y ha instaurado en los lugares en que hay libertad política un grado de justicia jamás alcanzado en la historia»[4].

Pero, la auténtica libertad no puede existir a costa de la justicia. «La gran cuestión continúa siendo si desde un sistema de libertad puede alcanzarse un grado de justicia económico aceptable para los standars éticos de la gran mayoría de la sociedad»[5]. Cuando existe una situación conflictiva entre el valor de la libertad y el valor de la justicia; no se puede adoptar la solución simplista de optar sin más por la libertad. Es necesario analizar el conflicto y tratar de resolverlo sin parcialismos y sin menoscabo llamativamente injusto de uno de los dos valores. Analicemos, por ejemplo, el posible conflicto de valores en el sistema educativo.

Al resaltar la libertad, el sistema educativo se construye evidentemente sobre un valor decisivo del ethos de la educación: tanto en declaraciones internacionales como en documentos del magisterio eclesiástico se insiste en la necesaria libertad de padres y entidades en la elección y en la constitución de proyectos y centros educativos. Solamente en el respeto y en el apoyo reales de esta libertad se puede organizar un sistema educativo humano y humanizador.

Sin embargo, con frecuencia existe un conflicto inevitable entre el valor de la libertad y el valor de la justicia. El sistema educativo se apoya sobre unas posibilidades reales; ahora bien, los recursos disponibles no permiten, en la mayor parte de las situaciones actuales, el ejercicio indiscriminado de la libertad. En tales casos, por lógica de la realidad y no sólo por mala voluntad de las personas, la defensa de la libertad en la educación supone de hecho negar el valor de la justicia: la realización del derecho de todos a la educación en igualdad de oportunidades.

Ante el conflicto de valores entre libertad y justicia, la ética del sistema educativo no puede optar de forma discriminada por uno de ellos descuidando el otro. Es necesario configurar un modelo en el que se realicen dialécticamente los dos. También aquí la igualdad y la participación son los cauces adecuados para conseguirlo.

Si la «igualdad de oportunidades» es la forma concreta de la justicia, la «socialización» es el ámbito estructural de la libertad. La igualdad elimina el clasismo, germen nocivo que vicia el organismo de muchos sistemas educativos; la participación impide caer en el totalitarismo de la estatalización. La socialización, en cuanto criterio equidistante entre la privatización y la estatalización, orienta el sistema educativo por den-oteros de igualdad, de corresponsabilidad, de autogestión.

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