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El problema de las diferentes especies de ética


Enviado por   •  5 de Octubre de 2012  •  Trabajo  •  3.860 Palabras (16 Páginas)  •  525 Visitas

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Educere

Universidad de los Andes

educere@ula.ve

ISSN (Versión impresa): 1316-4910

VENEZUELA

2004

Luis Fuenmayor Toro

¿POR QUÉ LA ÉTICA EN NUESTROS TIEMPOS?

Educere, abril-junio, año/vol. 8, número 025

Universidad de los Andes

Mérida, Venezuela pp. 265-270

¿POR QUÉ LA ÉTICA

EN NUESTROS TIEMPOS?

n nuestros tiempos, de mundialización y capitalismo salvaje, de invasiones y destrucción masiva de pueblos enteros, se habla de ética con una frecuencia inusual en la historia de la humanidad. Este interés repentino por la materia, quizás, se deba al deterioro que las nuevas relaciones de producción y de dominación han producido en el

interior de todas las sociedades y de los individuos, que han hecho reaccionar, incluso, a los intelectuales de los países hegemónicos, ante la posibilidad, hoy cierta, de una deshumanización planetaria que signifique un cambio radical de civilización distinto de lo conocido hasta ahora.

Las nuevas e infinitas posibilidades abiertas por el desarrollo de las nuevas tecnologías, capaces ya de controlar la producción de seres vivos con determinadas características, sumadas a las inmensas posibilidades de controlar voluntades a través de las comunicaciones y la información que se transmita, dentro de una distribución llamada unipolar del poder mundial, han abierto al capitalismo un extenso e inexplorado campo de acción,

que presiona crudamente en forma, para algunos indebida, sobre las sociedades atrasadas e, incluso, sobre sus propias sociedades, lo que ha producido un despertar de conciencias y ha dado paso a reflexiones sobre el porvenir, de mantenerse las tendencias actuales. Esto se ha traducido en la aparición de un campo de discusión sobre la moral y la ética que deberían regir a esta y a otras relaciones en el nivel planetario.

Las exigencias de occidente con relación a la imposición mundial de su modo de vida, de su cultura, su ideología, sus valores y tradiciones, que día a día se instrumentan a través de las grandes corporaciones transnacionales, alteran los modos de convivencia en tal extensión y profundidad, que hacen suponer la aparición de situaciones de violencia extrema que serían erradicadas mediante la devastadora fuerza militar hoy concentrada en una sola potencia, a menos que una nueva ética se imponga en las relaciones de explotación capitalista y también, aunque suene extraño, en las formas de dominación. De lo contrario, la extinción o el abandono definitivo a su “suerte” de buena parte de la población mundial, será el resultado de este nuevo período de contradicciones, máxime si entendemos que en los años

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venideros se puede producir una quiebra en los valores trascendentales de la humanidad en las sociedades desarrolladas, producto de las nuevas necesidades de producción, de la manipulación desinformativa y de situaciones objetivas como la lucha por el control del agua sobre la Tierra.

Dada la situación mundial actual, es imposible pensar que estamos en capacidad de imponer un reto ético distinto a lo anteriormente señalado o uno, mayor, incluso, en el que llamemos a la construcción de un hombre cada vez más humano, más racional, más comunicativo, más afectivo, más respetuoso con la realidad (Rodríguez- Arana Muñoz, 1999) sin el concurso, en esa lucha, del pensamiento avanzado del primer mundo. “Ser más, crecer, no significa rechazar o arrasar los valores que tenemos, sino que significa filtrarlos, purgarlos y reconocer nuestra insuficiente comprensión de lo que es en toda su extensión el ser humano, su dignidad y su libertad” nos dice Rodríguez-Arana Muñoz (1999) en un excelente trabajo sobre la ética y el hombre. Y como él, existen otros pensadores y estudiosos de la materia, con quienes debemos trabajar en la preservación y el rescate de lo humano sobre La Tierra.

Pero la posibilidad de ese esfuerzo conjunto no se puede dar sin la participación activa de la universidad, cuna y principal expresión del pensamiento complejo en nuestro mundo. Es así, en el caso de Venezuela donde la universidad tiene las principales fuentes y reservas de la creación intelectual y del conocimiento, además de poseer un sinnúmero de facilidades de acceso al mismo: bibliotecas, acceso a Internet, investigadores y teóricos preparados, auxiliares de investigación, numerosos estudiantes graduados, tiempo y financiamiento para asumir el reto. Sin embargo, nuestra institución universitaria adolece de severas limitaciones, éticas muchas de ellas, que le impiden transformarse en el centro ideológico de elaboración alterna ante la deshumanización puesta en marcha en el planeta. Una de las principales limitaciones está en la escasa percepción del problema que se avecina, la limitada capacidad de entender que estamos en el momento de enfrentar un proceso que, si bien recién comienza, hay que asumirlo con todo el rigor científico posible, para poderlo enfrentar efectivamente. No existen planes para preparar investigadores en este campo, no existen proyectos que se lleven en este campo del conocimiento, ni se comparte estas inquietudes con los estudiantes de pregrado, mucho menos en el seno de

está por iniciarse y debe primero ser comprendida e internalizada como prioritaria por la dirección universitaria actual, la cual es, en buena parte, muy limitada en la comprensión de estos temas, al igual que lo es la mayoría del profesorado académicamente preparado.

Nuestros investigadores más avanzados tienen una escasa visión de lo extenso y lo variado de la producción de conocimientos en esta área. Muchos están tan atrasados que en lo íntimo de sus seres le niegan su condición de ciencias a las ciencias sociales. Es difícil, casi imposible, asumir el reto en condiciones como éstas; se impone un esfuerzo con los sectores institucionales más claros para vencer las dificultades para la acción.

La universidad, decíamos, como cuna y expresión de la actividad intelectual creadora, está llamada a desempeñar un papel preponderante en la lucha por una nueva ética, que rija las relaciones entre los individuos y entre los pueblos de una nueva manera, que no atropelle, que no pretenda por ningún medio homogeneizar

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