Ensayo sobre La perversidad del hombre
Enviado por María José. • 7 de Noviembre de 2017 • Ensayo • 1.228 Palabras (5 Páginas) • 323 Visitas
Ensayo:
La perversidad del hombre
Introducción
El bien y el mal son conceptos que nos han acompañado de manera perpetua y constante a lo largo de nuestra existencia en este mundo.
Desde pequeños, nos enseñan que debemos “hacer el bien” para estar en armonía y paz con todo lo que nos rodea.
Pero… ¿por qué siempre nos enseñan a sólo cometer actos moralmente buenos y/o correctos? ¿Es porque el mal es una cualidad innata de la que queremos escapar? ¿Será porque, quizás… el hombre es malo por naturaleza?
Lo que nos orilló a la elaboración de este ensayo fue la incertidumbre ante todas las interrogantes previamente expuestas, haciendo hincapié especialmente en la última.
¿El declive del mundo o el ascenso hacia lo mejor?
Los conceptos del bien y el mal son más antiguos que la historia misma. El mundo se rige a partir de ellos. La mayoría afirma que empezó por el bien: por la vida en el Paraíso o por una vida mucho más dichosa todavía, en comunidad con seres celestes. Pero de pronto cae el mal, y con él, la idea de un mundo próspero. Y todo esto por obra y gracia de la sociedad, que pasó de ser pura e inmortal a una bárbara y llena de maldad. Es por eso que estamos viviendo en el declive del mundo, por lo proclive del hombre hacia la vileza.
Otra opinión es la de aquellos que aclaman algo completamente opuesto: que el mundo en sus inicios era malo y que se encuentra progresando a lo mejor (lo más probable es que esta teoría esté sustentada por los avances tecnológicos que se exponen día a día).
Pero como sociedad, ¿realmente estamos mejorando?
Abundan las teorías de filósofos que sostienen que el hombre es por naturaleza malo.
La vileza y/o bondad innata del hombre
“El enemigo del hombre es el hombre”, esa es la frase que más nos caracteriza el día de hoy. Somos animales, pero aun así, hay algo que nos diferencia de los demás, y es que nosotros, en base a las palabras de Cassirer, vivimos en una realidad distinta y más compleja. Nosotros atacamos de manera premeditada, porque poseemos algo que los demás animales no, y eso es el proceso de pensamiento.
Según Rousseau, en los tiempos prehistóricos, el hombre salvaje, a pesar de no conocer la moral, no era inmoral. Es decir, era ignorante pero carecía de la crueldad que nos caracteriza hoy. El hombre salvaje era cándido, ameno y libre, además de que estaba lleno de amor propio, por lo que buscaba los medios necesarios para sobrevivir; es decir, buscaba su reproducción para preservar su existencia, así como también buscaba su cobijo, comer y beber. Lo que corrompió al hombre fue la sociedad, principalmente capitalista, que nos inculca desde niños el deseo a acumular riquezas y posesiones. Rousseau indica el principio de esta sociedad cuando a un hombre se le ocurrió cercar un terreno y decir que era suyo. Establece pues, que el afán de poseer propiedades privadas y delimitar las posesiones de cada uno, así como la vida social y cultural son elementos claves en la degeneración del ser humano. “El hombre que medita, es un animal depravado”, dice.
Thomas Hobbes, por el contrario, sostiene que el estado de la naturaleza —es decir, la inexistencia de la civilización— es la “guerra de todos contra todos”. El hombre es egoísta y vil por naturaleza, un ser que solamente busca el bienestar propio y el dominio sobre los demás. La vida en estas condiciones es “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. En resumen, el hombre es un depredador, pues “es el lobo del hombre”.
Nicolás Maquiavelo, que tiene una visión similar a la de Hobbes, expresa en El Príncipe que “los hombres son míseros, más aficionados a los bienes que a su propia sangre…”. Y lo que esto quiere dar a entender es que el hombre es ávido por poseer, un ser ambicioso, que no tiene lugar en su vida para la maldad o bondad, sólo para los bienes. Es capaz de hazañas y logros, pero para alcanzarlas hace uso del egoísmo. Para él, un hombre que se haga temer, tendrá menos posibilidades de ser atacado que uno que quiera ser amado, porque “…el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, pues no es imposible ser a la vez temido y no odiado”.
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