Etimología del vocablo ética
Enviado por YAMC • 29 de Agosto de 2012 • Tesis • 4.455 Palabras (18 Páginas) • 660 Visitas
1.1 Etimología del vocablo ética.
La Ética es la búsqueda incesante de bienestar hacía el mayor número de personas potenciales.
Ética deriva del nombre griego ethos, que significa costumbre.
Los latinos llamaban a la costumbre, Mos, de donde se deriva la palabra “Moral”, que también trata de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia. Según José Escapa, la ética para los griegos, en la antigüedad, obedecía a una concepción total del individuo y la sociedad; de la virtud y la verdad, donde la eticidad estaba asociada con el “cuidado de sí” con la “preocupación por sí”. Este precepto era para los griegos uno de los principales principios para las ciudades, una de las reglas más importantes para la conducta social y personal, y elemento fundamental en el arte de la existencia. Progresivamente, la ética ha venido a significar la averiguación rigurosa sobre el bien, esto es, sobre el “debe ser”. Lo que debe ser aunque no sea, o lo que es pero no debe ser. Tal es el objeto de la ética. Pero no se trata en la ética de fijar lo que debe ser el bien sino en descubrirlo, por eso la ética no inventa el concepto del bien; tampoco lo construye, simplemente lo descubre y nos lo muestra.
1.2 Retrospectiva de la Responsabilidad/Ética
Una vez realizada la visión de la ética según los clásicos, entraré de lleno en la aplicación de la ética en el mundo de la empresa y las organizaciones.
La misión de toda empresa y organización debe estar sustentada en valores éticos, sin que por ello se deban arredrar de crear de valor. Todo lo contrario, la creación de valor resulta ser la mejor manera de demostrar que se va por el buen camino.
Los valores éticos juegan un papel trascendental. Por esta razón la ética no debemos manejarla en clave de disyuntiva: ética sí o ética no… Por supuesto ética sí, siempre. Porque actuar bajo el paragua de la no ética sería un atajo que nunca tomaría el buen empresario que ama a su empresa, o en su caso el ejecutivo o líder al que consideramos un buen profesional.
Me viene a la memoria la prodigiosa década de los ochenta y, sin olvidar lo que llevamos de década del siglo XXI, donde la iconografía de algunos líderes empresariales y de entidades financieras compartían un currículum de tropelías, excesos y abusos sin parangón. Épocas en donde practicaban el todo vale, en muchos casos con el plácet de la justicia, gobiernos y de la sociedad en su conjunto. Esta forma de actuar no puede decirse que se sustenta en la ética. El uso de mecanismos algo heterodoxos para alcanzar ambiciosos objetivos y metas. Esas prácticas se aceptaban por parte de la sociedad de entonces, aunque por suerte hoy en día vemos como esos modelos que aún persisten suelen ser catalogados de antihéroes.
Hemos dado pasos de gigante en ese sentido y la sociedad ha madurado en pro de la ética. Mucho ha tenido que ver en ello las nuevas tecnologías, Internet y la proliferación de las redes sociales como medio de comunicación y expresión masiva.
Tenemos una sociedad más madura y responsable que se escandaliza ante los atropellos e injusticias producidos por personas que dejan una profunda herida en la sociedad al desarrollar su impronta egoísta y ególatra.
Las empresas han pasado de ser meros instrumentos al servicio de sus dueños, a ser agentes vitales de la economía y la Sociedad.
Es de reseñar que las buenas prácticas desarrolladas por las empresas y organizaciones resulta ser recompensada por el mercado y por los grupos de interés de manera inmediata. Es decir, que a más actuaciones basadas en la ética, responsabilidad social y conceptos empresariales bajo la égida de la excelencia, mayor retorno a medio y largo plazo. Este tipo de empresa suele brillar más, suele ganar más y crecer más.
Este nuevo modelo de relación empresa/Sociedad hay que incentivarlo sin esperar nada a cambio, a priori. El primer impulso de una empresa socialmente responsable sería la pura munificencia. Aunque los retornos llegan y se fundamentan sobre todo en la adquisición de un mayor nivel reputacional, cuota de mercado y por ende creación de valor, entro otros los beneficios.
Por tanto, a la pregunta: “¿Ética y honestidad?”, la respuesta es: “¡Siempre sí!”. Ya lo dijo una vez Quevedo: “Quien pierde la honra por el negocio, pierde el negocio y pierde la honra.”
El concepto de ética empresarial va más allá del cumplimiento exhaustivo de las normas y leyes básicas. Por el contrario te puedes encontrar empresas de las que hay que recelar de su prodigalidad, al intentar tapar malas praxis interna con una campaña de imagen basada en donaciones y mecenazgo; y por el contrario actúan de manera insensible aplicando reducciones de plantillas ante el menor atisbo de empeoramiento de sus resultados y/o bajada del precio de sus acciones en el mercado de valores. Resultan bochornosas las decisiones de despidos masivos por parte de multinacionales que creen disfrutar del “label” de empresas responsables y éticas. Más bien me parece una soberbia pamema. La Sociedad no entiende y por tanto rechaza a las empresas que efectúan comportamientos execrables: despidos indiscriminados de trabajadores sin importarles la situación personal de los mismos. ¿Podemos considerar esta actuación como ética? No, en ningún caso. Las empresas deben y tienen que cuidar a sus empleados en toda situación y momento, no sólo en épocas de bonanza y en condiciones económicas favorables, sino también en las mal dadas.
Efectivamente está en niveles muy bajos la deontología empresarial en general ante lo sucedido bajo el imperio de la especulación y los innumerables casos de mala praxis empresarial que han salido a la luz pública. Relativismo alentado por el neoliberalismo económico algo exacerbado que ha provocado que se destruya valor a nivel mundial, lastrando así las economías del mundo entero. Wall Street y lo que ello significa, ha sucumbido a las malas prácticas y falta de ética. La decadencia del actual sistema económico basado fundamentalmente en la especulación financiera e inmobiliaria. Ciertamente todo ello sustentado por un cierto relativismo ético.
Esto se tiene que acabar y espero que otra generación de empresarios tomen las riendas de la economía y así la ética, excelencia y responsabilidad social vuelvan a ser los protagonistas indiscutible en el devenir de la empresas y organizaciones.
Básicamente estos casos han menoscabado de algún modo la buena imagen que empezaban a acumular los empresarios. Por ello, hemos vuelto a perder muchos puestos en el “ranking de popularidad” de cara a
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