Evolutiva de la cultura
Enviado por Elkatch • 4 de Octubre de 2012 • Ensayo • 7.139 Palabras (29 Páginas) • 375 Visitas
“El malestar en la cultura” es un ensayo publicado en 1930 por Sigmund Freud como continuación de “Totem y Tabú” (1912) y “El porvenir de una ilusión” (1927).
¿Qué dice el texto?
El interés del texto queda fijado en investigar y trazar de la forma más aproximada posible la trayectoria evolutiva de la cultura. Partiendo del origen más primitivo de los pensamientos y sensaciones humanas el autor se desenvuelve en el plano interno con el fin de extraer definiciones, características y finalidades de las distintas culturas existentes que bien podrían ser una sola.
A lo largo de sus ocho capítulos el autor desenrolla una madeja que gradualmente nos permite la observación de la procedencia de nuestros instintos, su influencia en nuestra felicidad, en nuestro comportamiento con nosotros mismos y con los seres que nos rodean y la manera en que todo ello propone facilidades o adversidades a la integración en una masa colectiva o comunidad de la cual se pueda extraer el concepto de cultura.
Partes del texto
Podemos dividir el texto en capítulos en tanto el final de cada uno viene relacionado con el inicio del siguiente, quedándonos así ocho partes interrelacionadas, que bien podrían expresar:
· El yo y el ello (consciente e inconsciente)
· Búsqueda de la felicidad por el yo (métodos,
propuestas)
· La cultura como origen de todo
· Eros frente a Ananké (amor vs. Comunidad)
· El instinto de agresividad
· El instinto de destrucción. Antagonismo
· La aparición del super-yo, el sentimiento de
culpabilidad y el remordimiento.
Como se puede apreciar la última parte del texto está fusionada (cap. VII y VIII) en cuanto su contenido deja de estar interrelacionado para ser la misma cosa dispuesta en dos partes.
¿Qué se esconde bajo el título?
Cuando Freud hace referencia a un malestar en/hacia la cultura expresa la idea de que ésta lo que principalmente hace es reprimir instintos que nunca llegaran a olvidarse, y que pueden (gracias a unos concretos estímulos) volver a brotar debido a su permanente presencia en la vida psíquica del individuo. Al surgir de manera violenta se intenta reprimir la agresividad innata que posee el ser humano y esto, junto con toda una serie de restricciones de distinto ámbito que la cultura “impone” provoca una sensación de malestar u hostilidad frente a la cultura.
CAPÍTULOS
CAPÍTULO I
En el inicio del libro Freud nos introduce en los valores del hombre y en su justo reconocimiento en algunas personas, para de esta forma introducirnos en lo que una de esas personas excepcionales (Romain Rolland) llama un “sentimiento oceánico” como fuente y origen de la religiosidad. Éste se basaría en la unión entre nuestra conciencia y la totalidad del mundo exterior. Freud deja claro desde el primer momento que el solo aporta una supuesta explicación psicoanalítica acerca de dicho sentimiento.
Se parte de la obvia existencia del yo (consciente), de nosotros mismos, como algo evidente que escapa a la discusión y que en contra de todo lo que se pueda pensar tiene una prolongación aún mas adentro de nosotros sin límites definidos y a la cual sirve como pantalla: el ello(inconsciente). En contra del ello, el yo mantiene unos límites más o menos precisos (exceptuando el enamoramiento donde yo y tú afirman ser uno, y se comportan como tal).
De aquí enlazamos con el hecho de que ciertos
aspectos del cuerpo, de la mente, todos ellos pertenecientes al yo son variables (están sujetos a cambios), así como sus límites con el mundo exterior. Como ejemplo, denotar el hecho que el niño cuando nace aún no distingue su yo del mundo exterior, pero paulatinamente discierne entre ambos marcando la frontera mediante estímulos entre aquello que le proporciona sensaciones placenteras y aquello que se las quita. Así tiende a disociar el yo de la fuente de dolor y displacer; a formar dos partes de una misma cosa: un yo-placiente y un no-yo. Sin embargo, parte de lo que ocasiona dolor es intrínseco del yo y al contrario, lo que proporciona placer puede pertenecer a lo que nos rodea y, en cualquier caso, el hombre aprende a diferenciar lo interior (el yo) de lo exterior (el mundo) con el fin de evitar sensaciones perjudiciales. Pero por esto cuando el yo se defiende frente a estímulos pertenecientes al mismo yo igual que frente al mundo exterior se dan ciertos trastornos.
Inicialmente el yo es todo, al separarse del mundo exterior se separa de una parte emanada por el mismo. Lo que ahora entendemos por yo no es más que lo que queda de la unión existente entre el yo y el mundo exterior. Queda plantear la cuestión de si podemos admitir que ambos elementos aún hoy sobreviven juntos en ciertos seres humanos. En el terreno psíquico es frecuente la permanencia de lo evolucionado (el mundo exterior) junto a lo primitivo (el yo que dio lugar al mundo exterior).
De esta forma nos encontramos una conciencia primitiva de unidad entre el consciente y el inconsciente, pero rota, perdida. No obstante, chocamos con la concepción de que en la vida psíquica nada desaparece para siempre, todo se conserva y aparece o no en función de las circunstancias (aquí mediante el ejemplo de la ciudad de Roma se nos explica como se van superponiendo los “edificios” unos a otros, y sin embargo todo permanece, depende del estímulo que vuelvan o no a la luz).
Bien es cierto que también se depende de que todo (edificios o instintos) haya quedado en buenas condiciones.
Freud se aproxima más a la realidad tan sólo aproximando la idea de que “es posible” que lo pasado no esté obligatoriamente condenado al olvido. Finalmente, podríamos reducir aquel “sentimiento oceánico” a una edad temprana del yo (en la que sí había unidad). Freud propone la figura y el amparo paterno como la mayor necesidad infantil ante el destino, irrefutable desde un inicio, y con esa postura ya pasa a una segunda posición el “sentimiento oceánico” que tendería a otras cosas (partiendo de la base de que algo es importante cuando es realmente necesitado).
Por último Freud asegura dicho sentimiento un buen intento de expresar la unidad humana con el Todo, como otra manera de explorar el mundo exterior que se presenta arriesgado y sin embargo, admite la dificultad de resolver la cuestión.
CAPÍTULO II
Este capítulo comienza con una crítica de Freud hacia lo que nosotros actualmente conocemos como religión: a un sistema explicativo acerca de las cuestiones más profundas del ser humano que asegura una Providencia que le asistirá más allá de las restricciones que tenga en la Tierra, todo ello representado por la figura omnipotente de un padre. Según el
...