Filosofia Política
Enviado por bomboocci • 3 de Mayo de 2015 • 3.241 Palabras (13 Páginas) • 332 Visitas
Filosofía política: Origen y legitimación del poder
Preguntarse por el origen y los límites del poder, es algo que ha ocupado a los filósofos desde
los tiempos de Platón, convirtiéndose en una cuestión central de la filosofía política (recuerda
que ésta es la parte de la filosofía que estudia las formas en que los seres humanos organizamos
nuestra convivencia, centrándose en aspectos como el poder, el gobierno, la justicia, etcétera).
Todas las relaciones humanas, en todos los ámbitos que podamos imaginar, están impregnadas
de poder. En la relación de un profesor con sus alumnos, de un padre con sus hijos, de los
miembros de una pareja, de un grupo de amigos, etcétera, en cuanto hay voluntades distintas,
diferentes deseos y conflictos, aparece la dimensión del poder. Por ejemplo, cuando un profesor
ordena silencio en el aula, está ejerciendo cierto poder sobre sus alumnos. Cuando una madre
obliga a su hijo a llegar a determinada hora a casa, ejerce poder sobre éste. Cuando, entre un
grupo de amigos, uno impone su criterio a los demás, está ejerciendo el poder. El poder, pues,
es una constante en las relaciones humanas.
Pero, ¿ha sido y será siempre así? ¿Es necesario que siempre haya alguien que mande?
Imagina la siguiente situación: un grupo de jóvenes es abandonado en una isla. Completamente
aislados del exterior, tienen la oportunidad de fundar desde cero una nueva sociedad.
¿Establecerán entre ellos relaciones de poder o crearán una sociedad igualitaria sin líderes?
Esta situación imaginaria es planteada por William Golding en su famosa novela El Señor de la
moscas, de 1954. Golding, premio nobel de literatura en 1983, aborda en este libro temas como
la naturaleza social del ser humano o la necesidad de la autoridad y los valores, planteando una
especie de experimento imaginario que nos puede ayudar a entender mejor la naturaleza y el
origen del poder. El libro ha sido llevado al cine en dos ocasiones (en 1963 por Peter Brook y en
1990 por Harry Hook). Comenzaremos el siguiente apartado viendo la secuencia inicial de la
película de 1990.
En realidad la respuesta a esa pregunta depende de la forma en que entendamos el poder:
Hipótesis A . Si entendemos que el poder es algo connatural al ser humano y que necesariamente
todas las comunidades humanas deben estar dirigidas por alguien, entonces los jóvenes
establecerán obligatoriamente alguna forma de liderazgo.
Hipótesis B . Si pensamos que el poder es una creación cultural, podría entonces ocurrirque los
jóvenes crearan una comunidad sin liderazgos ni jerarquías.
La hipótesis A se sustenta en la idea de que existen diferencias naturales entre los seres
humanos, de manera que algunos están más capacitados para dirigir y a otros les conviene más
obedecer (idea muy extendida, como veremos, en la Antigüedad y la Edad Media). Para la
hipótesis B, sin embargo, los seres humanos son naturalmente iguales, y las diferencias
existentes son siempre el resultado de una convención o creación cultural (idea predominante
en la modernidad).
El poder es la capacidad para influir, dirigir y determinar la conducta de otra persona o grupo de
personas, incluso en contra de su voluntad y deseos.
En el ámbito laboral, el jefe de negociado puede obligar a sus subordinados a llevar acabo una
tarea desagradable. En el ámbito familiar, los padres ordenan a sus hijos lavarse las manos antes
de comer. En el ámbito social, las autoridades, el Gobierno (que no en vano se denomina poder
ejecutivo) puede obligar a los ciudadanos a respetar la ley, a pagar impuestos o, por poner un
ejemplo trivial, a conducir el automóvil con cinturón de seguridad, incluso aunque los
ciudadanos no deseen hacerlo. Al referirnos a esta esfera de lo social, del orden social y legal,
hablamos de poder político.
La vida del hombre transcurrió durante treinta mil años sin necesidad de reyes ni reinas,
primeros ministros, presidentes, parlamentos, congresos, gabinetes, gobernadores, alguaciles,
jueces, secretarios de juzgado, coches patrulla, furgones celulares, cárceles ni penitenciarías.
¿Cómo se las arreglaron nuestros antepasados sin todo esto? Marvin Harris. Jefes, cabecillas y
abusones. Alianza Editorial, 1993; pp. 5 y 6
No todo el mundo piensa, por tanto, como W. Golding. El antropólogo Marvin Harris, y la
antropología actual en general, defiende la idea de que la humanidad vivió durante mucho
tiempo en pequeñas comunidades en las que no existió ninguna forma de poder político
comparable a las actuales (que empiezan a formarse en el Neolítico, hace unos 9.000-10.000
años).
Hoy en día existen algunas pequeñas comunidades que, por su aislamiento, mantienen formas
de vida similares a las prehistóricas, como los yanomami del amazonas (que puedes ver en la
imagen de arriba). En estas sociedades primitivas, cuyo modo de vida se basaba en la caza y la
recolección (es decir, sin agricultura ni ganadería), el poder estaba mucho menos definido que
en las sociedades complejas que surgen a partir del Neolítico. Eran sociedades muy igualitarias,
y en ellas las diferencias sociales estaban muy diluidas. La propiedad privada existía, pero eso
no suponía grandes diferencias sociales, pues se trataba de la propiedad de enseres,
herramientas y objetos cotidianos, no de la propiedad de la tierra. El liderazgo descansaba
prioritariamente en el grupo de mayor edad, en la experiencia y el prestigio social, pero no se
concretaba en instituciones permanentes
Hemos visto que en las sociedades primitivas existen algunas formas de liderazgo basadas en el
prestigio social. Buscar, obtener y mantener una posición social deprestigio era una empresa
muy costosa entre algunas tribus primitivas, tal y como han documentado los estudios
antropológicos. Si alguien deseaba obtener prestigio, debía agasajar con regalos y banquetes a
un gran número de personas, además de ser los primeros en acometer una tarea o los más
generosos a la hora de compartir el alimento. Y, aún así, su posición de poder era generalmente
precaria, pues no se apoyaba en el uso de la fuerza, sino en la capacidad de atraer y mantener a
un grupo amplio de seguidores.
Estos individuos, a los que M. Harris llama "cabecillas", carecían de poder para obligar a otros a
cumplir sus órdenes,
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