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Filosofia


Enviado por   •  24 de Junio de 2015  •  2.823 Palabras (12 Páginas)  •  445 Visitas

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OTFRIED HÖFFE

Breve historia

De la filosofía

TRADUCCIÓN DE JOSÉ LUIS GIL ARISTU

RENACIMIENTO Y HUMANISMO

PRIMEROS TIEMPOS

El periodo que va de la segunda mitad del siglo 14 a los años finales del 16, el paso de la Edad Media a la Edad Moderna, se llama—no si ciertas reservas—Renacimiento. El término alude a una renovación del ideal formativo de la Antigüedad, la educación de una personalidad libre. Al liberarse de los poderes dominantes hasta entonces—la Iglesia, la sociedad feudal y sus jerarquías, así como las universidades y, en especial, la ascesis monacal—, el renacentista pretende recuperar aquella grandeza humana «originaria» representada, por ejemplo, en la poesía y la estatuaria romanas. Lorenzo Valla rehabilita el concepto de «placer» (De voluptate, 1431), y los discursos de Pico della Mirandola Sobre la dignidad del hombre (De hominis dignitate, 1486) ensalzan al ser humano como «un gran prodigio». En virtud de su ideal formativo, el Renacimiento es también la época de un genio universal («uomo universale») como Leonardo da Vinci (1452-1519).

El movimiento, propagado desde Italia por toda Europa, libera a la filosofía sacándola no solo del ámbito de la Iglesia, sino también del de las universidades, cuya creatividad se había agotado. La contraposición entre creyentes y herejes y entre clérigos y laicos da paso a otra entre cultos e incultos. La escolástica (tardía), intelectualmente anquilosada, cede su lugar a un pensamiento desembarazado; lugares como Padua, Florencia y Londres pasan a ser más importantes que París y Oxford. Aunque el movimiento se cultiva en las cortes de los príncipes e, incluso, de los Papas, está sustentado sobre todo por la burguesía apoyada por el patriciado urbano, en especial por escritores como Tetrarca (1304-1374) y Boccaccio (1313-1375) y estadistas como Salutati (1331-1406) y Leonardo Bruni (1369-1444). El invento de la imprenta por Gutenberg incrementará enormemente su influencia.

El componente filosófico-literario del Renacimiento se denomina también «humanismo», pues se ocupa del campo de estudio de la «humanidad» (en latín, humanitas): la retórica, la poética, la historia, la filosofía moral y la política. Aquí es donde el grupo inferior de las artes liberales se desarrolla hasta convertirse en las ciencias humanas, designadas hasta hoy en inglés con el término humanities. Bajo la influencia del latín, los humanistas contribuyen a configurar las lenguas vulgares hasta hacerlas idóneas para producir una prosa científica. Al mismo tiempo, la escisión de los conocimientos se consolida en dos culturas: el estudio de la lengua, la literatura y la historia, por un lado, y el de las matemáticas, las ciencias de la naturaleza y la medicina, por otro. Y aunque el «verdadero» humanista pretende sentirse cómodo en ambos terrenos, un humanista tan importante como Petrarca opone a la «soberbia de los estudiosos de la naturaleza» una «filosofía temerosa de Dios» (pia philosophia), que, a diferencia de la investigación naturalista, coloca al ser humano frente a la verdad de sí mismo.

Durante un tiempo destacan dos escuelas mutuamente hostiles. La de Padua influye de manera decisiva desde finales del siglo XIII en el nacimiento de las ciencias modernas de la naturaleza; en concreto, en su método empírico. Su teoría de la ciencia, marcada por la impronta aristotélica, contribuye paradójicamente a que las ciencias naturales se emancipen de la filosofía. En Padua enseñará alguien tan importante como Galileo, que ya había estudiado anteriormente en Pisa con los aristotélicos. La rival de Padua, la Academia de Florencia (1459-1522), fundada por Cosme de Médicis según el modelo de la escuela de Platón, es precursora de la «nueva ciencia» con personajes como Pico della Mirandola (1463-1494), que desdiviniza el mundo en sus escritos. El hecho de que Dios no influya en el mundo sino que sea tan solo su constructor lleva a una emancipación de la naturaleza y de su estudio desconocida en su radicalismo incluso por Alberto Magno y Tomás de Aquino.

NICOLÁS DE CUSA

El pensador más destacado de la época es un humanista que, no obstante, critica la retórica; un teólogo y político eclesiástico que, sin embargo, coincidiendo con Lorenzo Valla, considera una falsificación la «Donación constantiniana» (el emperador Constantino había transferido al Papa la soberanía sobre Roma y las provincias occidentales); un filósofo y conocedor de los debates metodológicos de la escuela de Padua, pero que prefiere discutir los temas tradicionales de Dios, el ser humano y el mundo. Se trata de Nicolás de Cusa (1401 -1464). A la escolástica de su tiempo le reprocha su incapacidad para curar las enfermedades e instaurar la paz religiosa. Además, según él, no comprende la importancia de las matemáticas para el conocimiento de la naturaleza y no reconoce que el ser humano es la medida de todas las cosas, a pesar de que, con la ayuda de su inteligencia, las transforma en entidades conceptuales, mostrándose así como un «segundo Dios».

En cuanto filósofo, Nicolás de Cusa se interesa sobre todo por una experiencia básica: el encuentro de lo finito con lo infinito. Este encuentro constituye el núcleo de una metafísica extraordinariamente rica. Como la escolástica de corte aristotélico habla de lo infinito como si fuera finito, el Cusano, al igual que la mayoría de los filósofos renacentistas, prefiere el neoplatonismo cristiano. Y en una trilogía de diálogos de alto nivel especulativo, considera mejor ceder la palabra al lego (idiota)—a pesar de que él mismo era un erudito de alta categoría, además de cardenal y príncipe obispo de Bressanone (Brixen)—, pues «la sabiduría da voces por las calles» (véase Proverbios, 1, 20). Sus tres diálogos, escritos a imitación de los platónicos, Idiota de sapientia, de mente, de staticis experimentis (El lego sobre la sabiduría [de Dios], la mente [humana] y los experimentos con la balanza [conocimientos matemáticos naturalistas], 1450), constituyen la enciclopedia del saber de Nicolás de Cusa, cuyos temas son Dios, el hombre y el mundo. Sus otros dos escritos principales, Sobre la docta ignorancia (De docta ignorantia, 1440) y Sobre las conjeturas (De coniecturís, 1440-1444), se muestran escépticos respecto a la filosofía tradicional ya desde el propio título. No abogan por un mero no saber, pero oponen a la profusión de conocimientos escolásticos un «saber del no saber» de tipo socrático y agustiniano, en este caso un conocimiento del grado, dimensiones y causas de la ignorancia. Nicolás de Cusa intenta comprender los límites del conocimiento racional y la posibilidad de «llegar a saber con la sabiduría divina» superando los límites, «para que nuestro

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