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Fin Del Ser Humano


Enviado por   •  8 de Abril de 2014  •  652 Palabras (3 Páginas)  •  194 Visitas

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Estamos también apuntando a que sólo ese tipo de vida se ajusta a las

exigencias derivadas de la vida social, es decir, sólo ella es universalizable.

Cuando se afirma la existencia de un fin de la vida humana no se está diciendo que cada

hombre en cada uno de sus actos libres esté pensando en alcanzar ese fin. Más bien sucede al

contrario. Si lográramos conocer qué busca una persona y por qué lo hace podríamos reconstruir la

dirección general de su vida y decir, o identificar, qué es lo que en realidad esa persona persigue. El

último fin permanece normalmente implícito, pero sin referencia a él la vida perdería orden y se

disolvería en el caos de unas acciones inarticuladas.

Hacia la contemplación

El hecho de que el genuino fin del hombre sea uno sólo —por ejemplo, la vida virtuosa— no

supone establecer una uniformidad entre las personas, pues su realización admite formas

infinitamente variadas. Por otra parte, no se debe concebir el logro del fin de una manera estática.

Nadie puede decir que en un determinado momento ya alcanzó la felicidad de manera definitiva. Si la

felicidad reside en la virtud, quiere decir entonces que siempre admite nuevas expresiones, pues la

virtud es esencialmente dinámica. Tampoco cabe pensar que los bienes exteriores sean

absolutamente indiferentes para el logro de la felicidad. Al menos en la perspectiva de Aristóteles, no

cabe ejercitar la virtud sin ciertas condiciones materiales. ¿Cómo puede ser generoso con los bienes

materiales quien carece de ellos?, ¿qué participación en la contemplación de las verdades de la

ciencia puede tener quien está de continuo afectado por jaquecas? Toda la reflexión aristotélica está

teñida de gran realismo, y su esfuerzo se dirige a apartarse tanto de las posturas hedonistas que

reducen la vida humana al logro del placer como de aquéllas de corte espiritualista o estoico que no

toman en cuenta la importancia de los bienes exteriores para una vida lograda.

Si la vida virtuosa presenta formas muy diversas, podremos preguntarnos si alguna de ella es

particularmente digna de ser elegida. Ya al comienzo de la Ética, Aristóteles había reivindicado el

valor de la vida política. Pero junto con esa vida de índole activa existen otras formas de existencia,

vinculadas a la contemplación, que también parecen importantes y muy nobles. Para resolver la

cuestión de la prioridad que se da entre las distintas formas de vida virtuosa, Aristóteles se retrotrae a

lo que había dicho acerca de las características de la genuina felicidad. Ella debía ser el fruto de la

actividad más excelente; además debía ser constante, placentera, autárquica, buscada por sí misma,

radicada en el ocio

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