Historia de Las Ideas Políticas - Apuntes, temas 1 - 4Historia de las Ideas Políticas - Apuntes - tema 1
Enviado por LUISSURENVIOS • 31 de Agosto de 2018 • Apuntes • 18.785 Palabras (76 Páginas) • 138 Visitas
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la polis tal y como era. Platón trató de establecer un sistema diferente, mientras que Aristóteles se
muestra como un nostálgico que proporciona fórmulas para reformar un sistema que se hundía ante
sus ojos.
El mundo se alteró, ciertamente, más de lo que ellos pensaron, y sus teorías políticas pronto se
consideraron desfasadas, y ello por varios motivos: en primer lugar, su marco de referencia seguí
siendo la polis clásica; además, se basaban en el supuesto de la capacidad del ciudadano para influir
en los asuntos públicos (algo cada vez más lejano); había en ellas una fe en la razón como camino
hacia el bien, mientras que ahora se empieza a pensar que no basta con la razón, sino que hace falta
una norma más inmutable.
Así, cuando la vida pública se rige por la discusión libre entre iguales, la solución se ve como algo,
si no propiamente objetivo, al menos intersubjetivo, por encima y fuera de la opinión privada, y de
algún modo se identifica con la razón. En cambio, cuando las decisiones que atañen a todos se
toman por uno solo, es evidente que provienen de una voluntad individual, por lo que siempre se
verá como algo ajeno, sujeto a la arbitrariedad y el capricho. De modo que la monarquía supuso, a
la vez que el fin de la vieja idea de polis, el principio de un cierto desencanto del antiguo concepto
de razón. A esto se une que el cosmopolitismo cambia las ideas de los hombres, que se dan cuenta
de que lo que se considera en un sitio bueno o verdadero, en otro no; es decir, que buena parte de lo
que se veía como natural es, en realidad, fruto de la convención. Los escépticos explotaron
ampliamente esta vena para proveerse de ejemplos que demostrasen que la pretensión del hombre
por llegar a verdades universales era vana. Pero por otra parte, todos los hombres, cualesquiera que
fueran sus costumbres, se mostraban fundamentalmente iguales, pues sus divergencias eran
superficiales, preservando intacto el fondo.
Los primeros filósofos que podemos denominar helenísticos (pues ya son hijos de es espíritu) son
contemporáneos de Aristóteles, incluso de Platón y comparten con ellos cierta influencia de
Sócrates. Aún así, se separan de él al predicar una vuelta a la naturaleza.
El propósito de esa vuelta es sentar las bases de una nueva moral que, partiendo del individuo, sea a
la vez universal, aplicable a ese nuevo mundo cosmopolita y abierto. En los primeros momentos,
predomina más el aspecto crítico, de rebelión y hasta de escándalo, como en el caso de los cínicos,
mientras que en una segunda fase se trata de buscar las bases teóricas de esa nueva ética.
Los cínicos se interesan ante todo por el carácter crítico del pensamiento socrático, llevándolo aún
más allá, hasta convertirlo en un elemento decididamente subversivo; hasta su propio nombre,
cínicos, deriva de “kíon” (perro), y reivindica el carácter “salvaje” de su filosofía, su apartamiento
de la vida ciudadana que comienza a desmoronarse. La colectividad ya no es un referente de
universalidad moral, la ciudad ya no es capaz de proporcionar normas generalizables que legitimen
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la conducta individual. Así, los cínicos, en oposición al ciudadano, se consideran salvajes, asociales,
y buscan su modelo de conducta no en la comunidad, sino en la naturaleza, que además se percibe
como algo sencillo, en oposición a la compleja vida política, y su misma sencillez la hace aparecer
como algo inocente, no contaminado por la ambición. Podemos decir que “asilvestran” su conducta
imitando la de los animales, practicando la simplicidad más absoluta (en comida, ropa, utensilios...),
llegando en ocasiones al exhibicionismo (tal y como dirá Platón de Diógenes). En ese afán por
destruir los convencionalismos, llegarán a defender el canibalismo o el incesto, lanzando así una
carga de profundidad contra la frontera que separa la vida civilizada de lo salvaje. También
romperán la barrera de lo decoroso con lo repugnante. Asímismo se afanaron por acabar con los
prejuicios sociales, admitiendo la igualdad entre hombres y mujeres. Eran pacifistas, considerando a
la guerra hija de la ambición, opuesta a la razón y a la naturaleza. Los mismo que predican una vida
ascética, sostenían que la vida pública debe regirse por la simplicidad, que sólo la “república natural
es la buena”, y que dicha república incluía una comunidad de todos los bienes a disposición de
quien los necesitase. Naturalmente, despreciaban la riqueza y los honores, y su pasión por la
simplicidad les llevaba a menospreciar, como inútiles, las artes y las humanidades.
Sin embargo, no toda cultura era inútil. Siguiendo una vez más la tradición socrática, ellos están
convencidos de que el bien se puede enseñar, y tienen fe en el poder de la educación. Lo que pasa es
que rechazan un aprendizaje intelectual, pues consideran que la virtud está en los hechos, no en las
ideas. Por ello hace falta una larga práctica ascética, y por eso consideran que la virtud más elevada
es la prudencia, que entienden como una especia de inteligencia práctica. Por eso, más que como
una doctrina, los cínicos se presentan como un ejemplo, como un modo de vida.
Lo cierto es que sus doctrinas nos han llegado de un modo fragmentario, pero su frugalidad y su
ascesis les hicieron ser admirados por sus contemporáneos. Como Diógenes dijo: “es propio de los
dioses no necesitar nada, y de los que se parecen a los dioses necesitar de poquísimas cosas”.
Además, y pese a su voluntario alejamiento de la actividad pública, sintonizan plenamente con el
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