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LAS BATTALLAS EN EL DESIERTO


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2014  •  345 Palabras (2 Páginas)  •  285 Visitas

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El pleito convenció a Jim de que yo era su amigo. Un viernes hizo lo que nunca

Había hecho: me invitó a merendar en su casa. Qué pena no poder llevarlo a la mía.Subimos al

tercer piso y abrió la puerta. Traigo llave porque a mi mamá no le gusta

Tener sirvienta. El departamento olía a perfume, estaba ordenado y muy limpio. Muebles

flamantes de Sears Roebuck. Una foto de la señora por Semo, otra de Jim

Cuando cumplió un año (al fondo el Golden Gate), varias del Señor con el presidente en

Ceremonias, en inauguraciones, en el Tren Olivo, en el avión El Mexicano, en fotos de

Conjunto. "El Cachorro de la Revolución" y su equipo: los primeros universitarios que

Gobernaban el país. Técnicos, no políticos. Personalidades morales intachables, insistía

la propaganda.

Nunca pensé que la madre de Jim fuera tan joven, tan elega .nte y sobre todo

Tan hermosa. No supe qué decirle. No puedo describir lo que sentí cuando ella me dio

la mano. Me hubiera gustado quedarme allí mirándola. Pasen por favor al cuarto de

Jim. Voy a terminar de prepararles la merienda. Jim me enseñó su colección de plumas

Atómicas (los bolígrafos apestaban, derramaban tinta viscosa; eran la novedad

Absoluta aquel año en que por última vez usábamos tintero, manguillo, secante), los

Juguetes que el Señor le compró en Estados Unidos: cañón que disparaba cohetes de

Salva, cazabombardero de propulsión a chorro, soldados con lanzallamas, tanques de

Cuerda, ametralladoras de plástico (apenas comenzaban los plásticos), tren eléctrico

Lionel, radio portátil. No llevo nada de esto a la escuela porque nadie tiene juguetes así

En México. No, claro, los niños de la Segunda Guerra Mundial no tuvimos juguetes.

Todo fue producción militar. Hasta la Parker y la Esterbrook, leí en Selecciones,

fabricaron en vez de plumas materiales de guerra. Pero no me importaban los

juguetes. Oye ¿cómo dijiste que se llama tu mamá? Mariana. Le digo así, no le digo

mamá. ¿Y tú? No, pues no, a la mía le hablo de usted; ella también les habla de usted

a mis abuelitos. No te burles Jim, no te rías.

Pasen a merendar, dijo Mariana. Y nos sentamos. Yo frente a ella, mirándola. No

sabía qué

...

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