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La Cuestión Moral en “El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2020  •  Ensayo  •  2.735 Palabras (11 Páginas)  •  298 Visitas

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La Cuestión Moral en “El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”

De Robert Louis Stevenson

                                                        por Luis F. Zamora

“Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson” J.L. Borges

En la obra de Stevenson no es difícil hallar referencias a la moral victoriana, sin que esto las convierta en obras de corte moralista o en novelas de tesis. En este trabajo se intenta profundizar en el dilema moral de “El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” (para futuras referencias “JyH”), tomando en cuenta el modo en que Stevenson crea los planos en sus escritos.

Podríamos empezar nuestro estudio con un pequeño análisis de los personajes que más nos ocupan, es decir, centrarnos un momento a modo de re-contextualización en Jekyll, Utterson y Hyde. Podemos recordar que tanto Jekyll como Utterson son hombres fríos, marcados por su “imagen social”, llevados por un sentido de lo “correcto” socialmente aceptado, por tanto marcados por una moral propia de la sociedad en la que viven; sin embargo, el modo de vivir esta moral diferirá en ambos personajes, sobre todo, en la motivación primigenia del “obedecer” a esta moral; mientras Utterson, con una curiosidad controlada, trata de mantener la honorabilidad de su vida por el mero hecho de ser honorable y en una palabra “bueno”, Jekyll busca la honorabilidad por ser respetado y por parecer “bueno”.

Es en este punto en el que se da el quiebre y vale la pena dedicar un párrafo aparte a analizar el origen de Jekyll (al menos en la superficie): la moral en Jekyll pasa a ser una suerte de coacción que no le permite obtener lo que desea, es, en palabras de Savater, un mojigato con ambiciones prometéicas, que no comprende que el amor a la vida es el verdadero fundamento de la moral y no del crimen[1].En esta dinámica de represiones y deseos frustrados aparece la oscura figura de Hyde, un hombre sombrío del cual no se sabe nada más que las referencias que pueden dar algunos personajes; por otro lado se va descubriendo como un ser sombrío y digno de repulsión, emoción que no se preocupa en cambiar, sino que refuerza con su actuar ante sus eventuales interlocutores. Este “alter ego” de Jekyll es el que desatará un dilema moral que éste se verá obligado a enfrentar; ya no por imagen, si no como cuestión de supervivencia y de permanencia en el mundo, al menos como Jekyll.

Habiendo hecho una revisión de estos detalles podemos profundizar en el tema que nos ocupa, viendo un poco más las relaciones en JyH, podemos descubrir que aún estamos inmersos en una dinámica moral de corte victoriano, con un cuidado del honor que, al menos al principio, hasta Hyde mantiene. Como ejemplo basta ver la reacción de Utterson al sospechar de la relación entre Hyde y Jekyll, revisando incluso sus propios deslices juveniles: “and the lawyer, scared by the thought, brooded a while in his own past, groping in all the corners of memory, lest by chance some Jack-in-the-Box of an old iniquity should leap to light there" (Strange Case, 42). Like so many eminent Victorians, Utterson lives a mildly double life and feels mildly apprehensive about it[2].

Para continuar el tema debemos hallar la motivación de Hyde, al menos la inicial…recordemos que este “disfraz” de Jekyll nace de sus represiones, por tanto la motivación principal de Hyde estará en la satisfacción de los deseos “oscuros” de Jekyll, es decir, estará guiado por la búsqueda del simple placer, así sea el placer bajo y mundano, indigno de un caballero victoriano. Con este impulso inicial Hyde empezará una carrera de “infamias” que Stevenson no se molestará en especificar, tal vez por la misma moral victoriana de la que era hijo[3]. Para continuar podemos inferir que la motivación de Hyde se configura durante el devenir de la obra y termina siendo una suerte de disfrute del mal, de “hacer el mal por el mal”, pensando siempre en sí mismo[4].

A la hora de re-leer esta historia, tomando en cuenta los puntos ya dichos, se siente una nueva emoción, un nuevo estremecimiento; éste ya no viene del misterioso Hyde, si no más bien, de la cuestionante verdad de la vida límite, es decir, de la tensión entre impulso de vivir en sociedad y el de satisfacer los deseos e intenciones más bajas del instinto animal. Toda la cuestión moral, el definirse entre hacer lo socialmente correcto o liberar los deseos sometidos, toda la sed de soltarse de las represiones, todo se siente como un peso en la historia, no como un “mensaje”, tal vez sea como una cuestión que llega al lector sin siquiera desearlo el autor; es un peso que cuestiona el mundo del lector, pero para esto el lector ha tenido que experimentar esta tensión, es decir, para entender a Jekyll ha tenido que sacar a su Hyde, en algún momento.

Si continuamos, Jekyll está atrapado por el deseo de ser Hyde, siente que es él, Hyde, el que lleva sus deseos a otro nivel, al nivel de lo realizable, al nivel de lo posible, él puede hacer en Hyde lo que en Jekyll es imposible, puede ser libre de ataduras morales y sociales, que no le permiten disfrutar de la vida de la noche, de la vida que no se dice, de la vida oculta de la “ciudad”. Pero al mismo tiempo Jekyll es un caballero, un hombre correcto o al menos lo intenta, me atrevo a decir que es un hombre que busca salir de la mediocridad del medio propio, de la incomprensión de su medio, pero se encuentra con su propio deseo de bajar, de experimentar aquello que en algún momento el convivir social le ha negado.

Volviendo al tema del lector confrontado con esta realidad, podemos hallar a personas que encuentran en Hyde un modelo de válvula de escape, que ya probaron, piensan o han pensado probar; para un lector, medianamente inmerso en la historia, Jekyll es el modelo de hombre esclavizado por la sociedad, sometido a reglas que no entiende, pero debe cumplir para ganarse un espacio, es un hombre que inspira compasión y a la vez envidia por tener el “escape perfecto” (al menos, hasta que se salga de control). El lector encuentra en Jekyll al prototipo de hombre “exitoso”, pero reprimido y en Hyde al hombre bomba que explota, es decir, el hombre que suelta todas las represiones contenidas de una sola vez hasta perder el control; halla el ejemplo perfecto de los extremos opuestos, del hombre moral al hombre amoral[5] en un solo paso.

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