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La Historia De La Filosofía Como Ciencia.


Enviado por   •  26 de Junio de 2014  •  1.837 Palabras (8 Páginas)  •  243 Visitas

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ESENCIA Y VALOR DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFIA*

La historia de la filosofía como ciencia.

La historia de la filosofía es ciencia histórica y es a la par filosofía; reúne por tanto dos grupos de problemas y de contenidos. Como ciencia histórica, persigue el intento de darnos a conocer el más esencial tesoro de ideas de los filósofos del pasado y del presente. Nos proporciona para ello lo que vale la pena de saber de la vida, obras y doctrinas de estos pensadores. Pero no se contenta con presentarnos simplemente lo que fue, sino que trata de acercarnos a la inteligencia de este tesoro ideológico, aclarándonos las ideas y conceptos que allí ocurren. Esto se obtiene siguiendo en lo posible el nacer de aquellas ideas; situándolas en los principales movimientos de la especulación, en los grandes conjuntos sistemáticos y en anchas corrientes del espíritu, encuadradas concretamente en el marco de las ideas históricas y de los diferentes pueblos; y descubriendo finalmente los supuestos básicos y las últimas posiciones y actitudes que han constituido el suelo fecundo de donde han brotado los conceptos, problemas y sistemas de la filosofía.

Si la historia de la filosofía debe presentarnos las cosas tal como ellas fueron, de ahí se deduce ya un método determinado; primero habrá de darnos los hechos en constante contacto con las fuentes, y luego los ofrecerá con una absoluta objetividad e imparcialidad no empañada por prejuicios. La vuelta a las fuentes históricas es un logro específico de la moderna ciencia histórica. La antigüedad y la edad media han vivido de referencias de segunda y de tercera mano. Hoy en cambio no sólo leemos las fuentes mismas, sino que nos aseguramos de antemano, con peculiar esmero crítico, de si las obras atribuidas a determinado autor son efectivamente de él, de si la transmisión de esas obras hasta nosotros ha sido fiel e íntegra y del período vital de producción literaria en que tuvo lugar su composición (crítica textual de fuentes, y problemas de genuinidad y cronología). La historia de la filosofía es, por tanto, un continuo remitir a las obras de los filósofos mismos. Perseguiremos después la objetividad de nuestra exposición esforzándonos por presentar lo que realmente fue dicho y con el sentido en que fue dicho, sin mirar las cosas a través del cristal coloreado con un prejuicio subjetivo. No hemos de ver, por ejemplo, en Platón un neokantismo ni en Aristóteles una filosofía escolástica. Cierto que una absoluta ausencia de prejuicios no la hubo jamás ni la habrá, pues todo cultivador de las ciencias del espíritu es un hijo de su tiempo y no será capaz de sobrepasar su propia medida, y concretamente llevará a los hechos sus propias valoraciones y actitudes cosmovisionales, de las que muy posiblemente no tendrá nunca conciencia clara. No quiere decir que por ello se haya de renunciar a la imparcialidad. Más bien esa total liberación de prejuicios quedará como un ideal, al que por hipótesis nunca se llegará plenamente, pero hacia el cual tenderá el espíritu en disposición abierta para cualquier razonable discusión o rectificación. El contacto científico y crítico con la historia de la filosofía preserva al filosofar de una serie de fallos funestos; de resbalar hacia una consideración puramente estética de los hechos; de una interpretación subjetiva que crea más que analiza; de una caída en una dialéctica útil, pero inconsistente y vacua; de una especulación que se considera a sí misma profunda, pero en realidad gira en torno a pseudo-problemas, prendidos más a las palabras que a la sustancia de los conceptos; y, sobre todo, de una especie de filosofía que es mera literatura, dentro de la llamada vida espiritual del tiempo.

La historia de la filosofía como filosofía.

Pero la historia de la filosofía es también pura y auténtica filosofía. No es, como place decir a los no iniciados, una “historia errorum”. Con razón ha reaccionado Hegel contra esta pobre concepción de la historia como un “informe amontonamiento de opiniones”. Quien cala más hondamente en la historia de la filosofía ve en ella, en seguida, una honrada lucha por la verdad. No sólo una lucha honrada, sino también un esfuerzo continuado que presenta, a lo largo de su dimensión temporal, cierta cohesión interna.

Naturalmente, en esta historia tampoco hay que ver, como Hegel quería, cayendo en el extremo contrario, un perfecto y acabado “sistema en desarrollo”, es decir, una gradual y progresiva auto-manifestación del espíritu y de la verdad, en la cual todo se enlaza con trabazón lógica tan estricta que de lo precedente se puede deducir lo posterior, pues se podrá saber de antemano (lo podrían saber al menos los grandes espíritus de la historia) lo que se contiene de modo necesario en cada tiempo, en el interior de los procesos. La historia de la filosofía es en verdad un despliegue gradual del espíritu y un reencontrarse a sí mismo; pero este caminar no es precisamente rectilíneo, ni predeterminado por una consecuencia lógica ni por una necesidad real de las cosas. Junto a las piedras milenarias de la verdad hay también los rodeos de la ignorancia, las desviaciones del error y el desconcertante juego del acaso. Lo mismo que en la historia política no tenemos siempre un proceso de acontecimientos necesarios por una misma esencia, sino que incontables veces aparecen forzados por la voluntad fuerte de un dictador o por los caprichos de una favorita, también hace presa a veces en la historia de la filosofía la casualidad y todo lo irracional que se deriva de la subjetividad y de la libertad del hombre que filosofa. Recurrir a la célebre “astucia de la idea” (de

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