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La Vida, El Tiempo Y La Muerte


Enviado por   •  28 de Abril de 2013  •  2.782 Palabras (12 Páginas)  •  329 Visitas

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LA VIDA, EL TIEMPO Y LA MUERTE

Este libro trata de la vida (sin ser por eso un libro de biología), de la mente (sin ser un tratado de psicología), del tiempo (sin ser de relojería), de la estructura de la realidad (sin ser de filosofía), y de la muerte (sin ser una oración fúnebre). Pero como nos proponemos presentar una imagen de la vida, del tiempo y de la muerte, hasta desembocar en nuestra propia visión de esos conceptos, nos veremos obligados a considerar dichos temas en los distintos capítulos. El hecho de que en una extensión tan reducida tengamos que introducir tópicos tan dispares como la entropía y el inconsciente, la relatividad y las causas de la vejez, la evolución y la reversibilidad en el tiempo, nos fuerza a ser autoritarios en la selección y esquemáticos en los desarrollos. Sin embargo, esperamos que el texto sea accesible al lector y que a la realidad no le dé por discrepar demasiado con lo que exponemos.

A todos nos han enseñado que un huevo fecundado se transforma en embrión, luego en feto, más tarde en niño y después en adulto. También nos han explicado que gracias a la evolución los organismos se fueron haciendo progresivamente más complejos hasta que en uno de sus últimos pasos se originaron los seres humanos. Pero nunca nos mostraron cuán abrupta y catastrófica es la transición de una a otra etapa de la vida, sean éstas las de un individuo o las de toda una especie. Jamás se hace hincapié en que, a pesar de que la evolución se extiende a través de millones de años, se trata en verdad de una vertiginosa progresión en la que cada organismo apenas dura lo necesario para probar cómo funciona, para compaginar sus genes con los de alguna pareja a fin de procrear nuevos modelos, y dar lugar así a un también efímero ensayo de sus hijos. En nuestra opinión, la muerte es uno de los factores fundamentales de ese vértigo complejizador en el que la evolución ha llegado a producir el cerebro humano y el pensamiento, razón por la cual dedicaremos un capítulo a analizar algunos de sus aspectos.

Los organismos están organizados en niveles jerárquicos, desde el más bajo, constituido por las reacciones químicas, siguiendo por el enzimático, el genético, el celular, el endócrino, el cerebral y el mental. Cada uno se rige por un conjunto de leyes y exige un lenguaje descriptivo propio, que pierde sentido si se lo utiliza para describir los fenómenos de los otros niveles. No podríamos, por ejemplo, explicar la oxidación de las grasas con las leyes de la hemodinámica, ni el funcionamiento de la mente en base a procesos neuroendócrinos. Cada nivel jerárquico fue nuevo alguna vez y surgió como el producto de la interacción entre los niveles que ya estaban y el medio ambiente, que incluye también a otros individuos y a otras especies. Los nuevos niveles tienen menor grado de restricción que los inferiores y tienen por lo tanto mayor ámbito para el error y la creatividad. En la etapa actual, el superior y más reciente parece ser el mental. El pensamiento está enhebrado por la noción del tiempo; por ello deberemos incluir una descripción de los modelos más en boga, aquellos con los que el psicoanálisis trata de entender la estructura y el modo de operar del aparato psíquico. Su modo de funcionar en el adulto parece ser producto de un largo proceso de maduración y aprendizaje, en el que desempeñan un papel fundamental tanto la forma en que lo criaron sus padres como los valores, creencias y actitudes de la sociedad en la que vive. No sólo las diversas sociedades y civilizaciones difieren en sus nociones sobre vida, tiempo y muerte, sino que incluso la nuestra tiene hoy una visión que es producto de cómo fue evolucionando el conocimiento a lo largo de la historia. Creemos necesario entonces dedicar un capítulo a describir cómo madura el aparato psíquico, y otros a bosquejar cómo llegó a tener las nociones de vida, tiempo y muerte que posee el adulto de finales de siglo XX.

El nivel mental ha llevado al hombre a ordenar los datos que le proporcionan los sentidos en un modelo que llama realidad; manejándose con él, ha logrado la mayor eficiencia que jamás se ha dado en el reino animal. El hombre es un bicho ansioso e inseguro, que busca su seguridad en el conocimiento apoyándose en ese modelo, y que da esa búsqueda de significado. A pesar de que sus modelos científicos jamás se han justificado para él la idea de que el tiempo transcurra, cree sentir un tiempo que fluye desde un pasado en el que ubica las causas hacia un futuro en los que ubica los efectos. Por eso dedicaremos algunos capítulos a los diferentes apoyos (sagrado, filosófico, psicológico, práctico, cosmológico) en que se basa esa curiosa sensación de un tiempo que transcurre.

Finalmente, deberemos ocuparnos de la descripción de la realidad que nos brinda la ciencia actual y, al hacerlo, nos encontraremos con algo que, visto a posteriori, resulta demasiado obvio como para no haberlo advertido mucho antes en la historia de la humanidad: la noción de que tenemos el esquema de la realidad que tenemos porque nuestros sentidos y nuestra cabeza funcionan como funcionan. Algo así como un señor, que al regresar de un paseo por lugares desconocidos, al cual llevó una cámara fotográfica, se alegra de que solo recogió imágenes estáticas pero no el sonido de las voces, ni el aroma de las flores ni el gusto de las comidas. Hoy sabemos que las propiedades que atribuimos a la realidad no son otras que aquellas que puede captar el observador con sus sentidos y con sus ecuaciones fisicomatemáticas. Somos la especie observadora, la que va engendrando la forma de realidad que después nos maravilla descubrir.

La especie observadora no podría haber surgido de no contar la evolución con enzimas y con una muerte asegurada. Si la bioquímica se cumpliera con cinéticas a las escalas de tiempo de la geoquímica, la evolución aún andaría ensayando sus primeros organismos. Por fortuna existen enzimas que aceleran miles y miles de veces las reacciones químicas. También por fortuna los organismos se fueron dotando de una muerte inevitable, que ha permitido abreviar los ensayos con una y otra especie, con éste o aquel tipo de organismo, hasta dar con el hombre antes de que la Tierra se enfríe, o que esta estrella tan nuestra que llamamos Sol se transforme en una gigante roja y nos incinere. Al construirse un esquema de la realidad con los datos que le proporcionan los sentidos, y al asignar significados y nombrar objetos, el hombre establece una cadena de palabras que lo construye como sujeto pensante, y le hace creer que hay un tiempo que fluye de modo continuo hacia la muerte.

¿Cree? ¿Solamente cree que el tiempo fluye? ¿Estamos acaso sugiriendo que la realidad de ahí afuera está inmutablemente quieta, pero que por algún misterioso efecto psicológico "nos

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