La leyenda del pijama floreado

La leyenda del pijama floreado

Cuenta la historia, que hace muchísimos años el mundo fue atacado por una pandemia, donde los habitantes de todo los países se iban contagiando con un virus mortal.

Es por eso que los presidentes de todos los países tomaron medidas para que la gente no se contagie y pueda vivir. Estas medidas fueron: Que las personas se mantengan dentro de sus casas con distanciamiento social, prohibición de circular por las calles, por las rutas, e incluso se había suspendido el uso del transporte público y también, prohibición de encuentros afectivos y principalmente resguardar a los adultos mayores, ya que eran los que constituían el grupo de riesgo por ser los más afectadas en su salud que se deterioraba hasta incluso provocarles la muerte.

En esa época Juana, que había terminado el quinto año de la escuela secundaria en su pueblo se encontraba estudiando la carrera de médica en una ciudad lejos de su familia, pero ella volvía todos los fines de semana para visitar a sus seres queridos, y luego retornaba a la ciudad los lunes para continuar con sus estudios. Fue así que con las medidas de protocolo, ella no podía regresar al pueblo donde nació. Los meses pasaban y Juana extrañaba mucho a su familia y su madre que se llamaba Bety la extrañaba mucho más. Ellas realizaban videollamadas por whatsapp, pero un día la mamá se enfermó de tristeza y Juana sufría mucho por no poder viajar, ya que no había transporte público, tampoco se podía salir a la calle y tampoco podría acercarse a su madre ya que era del grupo de riesgo.

Juana soñaba con tener alas para poder volar y poder verla aunque sea unos segundos.

Un día se despertó con su pijama floreado y se encontró que sus brazos se habían convertido en alitas y su pijama floreado en un colorido plumaje, al verse al espejo vió que se transformó en un picaflor. Fue así que salió volando al encuentro con su madre, para verla aunque sea por un momento.

Ella estaba en su casa del pueblo y escuchó un zumbido de unas alitas y salió corriendo a su jardín, allí estaba el picaflor que se mostró por unos instantes y se fue.

Bety reconoció que era su hija. Así las dos se quedaron contentas con el encuentro fugaz.

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