La noche de todos los santos
Enviado por Liliana Gonzalez Cuellar • 28 de Diciembre de 2020 • Trabajo • 417 Palabras (2 Páginas) • 120 Visitas
La noche de todos los santos
Liliana González Cuéllar
A finales del mes de octubre y el 1 y 2 de noviembre, son días en los que nuestros difuntos viajan desde el inframundo, el Mictlán, para visitarnos y disfrutar de su ofrenda. Colocamos flores de cempasúchil para iluminar su camino, sin embargo, existen personas que no creen en esta tradición y hasta llegan a juzgarla, como es el caso de Karen, mi amiga, que había decidido pasar esos días en mi casa y con mi familia para ver si le encontraba sentido a esta tradición. Con mucho gusto fue recibida, pero aun así se le hacia una celebración tonta y sin sentido.
El 1 de noviembre día de todos los santos por la noche, cenábamos frente al altar y Karen lo miraba con impresión y curiosidad, en ese instante se escuchó como alguien se había caído en la calle y se quejaba, salimos para auxiliarlo, pero no había ni un alma simplemente se sentía el frio de la noche y como la niebla nos abrazaba, fue extraño y si nos asustamos un poco, pero no terminaba aquí. Unos minutos más tarde decidimos ir a la cama y apagamos las velas del altar para evitar accidentes, no pasó mucho tiempo para cuando empezamos a escuchar nuevamente los quejidos, pero esta vez en la cocina a la vez cómo alguien se acercaba arrastrando los pies, la piel se nos erizaba y el corazón se aceleraba hasta el punto que sentíamos que se nos iba a salir, de repente empezaron a mover la perilla de la puerta del cuarto intentando entrar, el miedo nos invadía y varias cosas vinieron a mi mente, si se trataba de que querían robar, si era una broma o algo paranormal, Karen con voz cortada y temblando me dijo que había tomado un cigarro del altar y que quizá mis familiares difuntos se habían enojado, pasó un instante y hubo una calma pero aun así el miedo nos recorría todo el cuerpo. Le grité a mi mamá para contarle lo sucedido, pero ella no había escuchado nada. A la mañana siguiente al abrir la puerta del cuarto nos topamos con una vela encendida, derritiéndose y manchando el piso, en el altar todas las velas estaban encendidas también y la cera derretida formaba una cara aterrorizante, no fue retirada hasta pasar esta festividad.
Mi amiga Karen comenzó a creer y a compartir esta tradición con sus familiares, que incluso al año siguiente ella misma colocó un altar en su casa.
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