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Leyendas De Zapotlan El Grande (cd. Guzman) Jalisco


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2013  •  1.722 Palabras (7 Páginas)  •  2.358 Visitas

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la

Laguna de

Zapotlán

Fernando G. Castolo

Corrían los años recientes a la conquista

española, cuando la Laguna de Zapotlán

llenaba casi todo el vaso del gran Valle.

En la zona lacustre se encontraban

asentados varios pueblos, los cuales en

muy repetidas ocasiones habían querido

adueñarse de la Laguna, la que

compartían todos, sin embargo, los de

Tzapótlan siempre la defendieron, y

procuraron la constante armonía entre los

pueblos lacustres. No obstante siempre

había levantamientos rebeldes, y aquí

narraré lo siguiente:

Brillaba el sol con todo su esplendor en el

azul del cielo del Valle, cuando la

hermosa india Atequiza, hija del cacique,

vestida de su rica Huipilli, de su valiosa

tilma y del arrogante yahual, que formado

de ricas plumas hacía más atractiva la

gracia de su linaje, en empavesada barra

desafiando al apuesto guerrero

tenamaxcaltleca Calicenti que traído por

la fama y la pericia de habilidad de la hija

de Minotlacoya quiso humillarla delante

de su pueblo en singular lucha sobre las

aguas de la Laguna de Tzapótlan.

Ya casi vencido el guerrero, la delicada

Atequiza, que siempre en más de cien

combates había sido vencedora, de pronto

se siente desfallecer y abandonando los

remos, cae sin fuerza en el agua. Calicenti

extrañado de que su adversaria quedara

atrás, vuelve la cabeza y la ve flotando

como muerta. Retrocede y recogiendo a la

hija del cacique en su propia barca,

vuelve a la playa.

Queda prendado Calicenti de Atequiza,

que aún no vuelta en sí, la pide al cacique

por esposa; indignado éste con tal

petición le contesta que nunca unirá a su

hija con un enemigo de su pueblo;

Calicenti le jura que nunca lo ha sido y

que al unirse con ella, verá a los de su

pueblo como a sus propios hermanos y a

él, el cacique, como a su propio padre.

Minotlacoya, viendo la sinceridad del

guerrero tenamaxcaltleca, pregunta a su

hija si quiere ser su esposa, la que

contesta de una manera afirmativa,

diciendo que le amaba como sabían amar

las indias.

Totec, hijo del gran sacerdote, que había

sido despreciado por la orgullosa

Atequiza, al saber que ésta se unía con su

guerrero enemigo, juró ante su padre

quitarle la vida antes que ella se uniera a

otro hombre.

El gran sacerdote se entrevista con el

noble Minotlacoya y le amenaza con

maldecir al pueblo si permite que su hija

se enlace con un enemigo de su pueblo.

El cacique se ríe de la amenaza y el

matrimonio se verifica.

Celebrada la ceremonia con la solemnidad

que correspondía a los nobles

contrayentes, se hizo como era costumbre

entre los indios de la zona lacustre, un

paseo de gala en la Laguna de Tzapótlan.

El gran sacerdote, que ya había perdido

su prestigio desde que el cacique y su hija

se habían convertido a la religión católica,

rabiosos por su impotencia y

desesperación, desde una alta roca de Las

Peñas levanta su trémula mano y maldice

aquel cuadro de felicidad y alegría...

El cielo que ya de suyo estaba cubierto de

negros nubarrones, cruzados por

relámpagos de luz, parece que

corresponden a la maldición de aquel

falso adorador de los dioses; porque

desataban sus nubes tan fuerte granizada

sobre las barcas, que están en medio de

la más grande turbación, pretenden ganar

la orilla; más, Totec y su hermano, al

frente de los más aguerridos combatientes

del pueblo de Tzapótlan les impiden

llegar a ésta.

Si el peligro de zozobrar es inminente por

estas causas, lo que acabó de agravar la

situación es la inmensa marejada de una

terrible tromba que habiendo barrido al

pueblo de Tzapótlan arrojó hechas

astillas las barcas a las playas,

dispensando en precipitada fuga aún a

los mismos asaltantes.

A la mañana siguiente el cacique y todo

el pueblo se agitaban a la orilla de la

Laguna esperando ver de un momento a

otro los restos de la embarcación de

Calicenti y de Atequiza, ó los cadáveres

de éstos que era lo único que no habían

sido arrojados el día anterior a la playa.

Perdida la esperanza y próximos a

retirarse a sus hogares, para llorar con el

cacique la muerte de Atequiza, se ve a lo

lejos como un punto blanco que

agrandándose poco a poco llama su

atención. Llenos de curiosidad, esperan a

que aquel objeto llegue hasta ellos.

Un grito de júbilo sale del pecho del

cacique al ver que aquel objeto es la

imagen de Jesucristo en la Cruz formada

por un puñado de flores blancas, lo que

para él significaba que el amor de

Atequiza y Calicenti había triunfado ante

todos los obstáculos, y ahora se

encontraban gozando su mutuo cariño

ante los ojos del Señor.

Desde ese día a la fecha, se tiene la

costumbre entre los enamorados, el llevar

entre ambos una flor blanca, y lanzar

ésta a la Laguna de Zapotlán para que su

amor perdure toda la vida.

la

misteriosa llegada

de San José

Esteban Cibrián Guzmán

Los documentos dicen y la tradición lo

confirma que Sr. San José y la Virgen

María que lo acompañaba llegaron a

Zapotlán de manera misteriosa, el año de

1747.

Por la tradición se sabe que por el camino

real de Colima llegó a la antes estancia

de Zapotlán, la Cofradía del Rosario (hoy

casco de hacienda), ubicado al lado

poniente de la laguna, un desconocido

caminante, arriando una mula cargada

con dos cajones, pidió hospedaje en la

posada, descargó al cuadrúpedo y se dio

al descanso. El ignoto viajero tal vez

cogió en el camino alguna enfermedad de

cuidado que lo obligó a dejar encargados

los cajones para ir en busca de alivio a

algún pueblo cercano. Pudo ir a Sayula o

a esta ciudad con la esperanza de

recuperar su salud; pero la misteriosa

carga y la mula quedaron abandonados

en Cofradía, porque él

...

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