Lo Sublime Y Dios
Enviado por Daniela • 15 de Junio de 2013 • 1.736 Palabras (7 Páginas) • 383 Visitas
En el Siguiente ensayo mostraremos que la voluntad de poder es uno de los tópicos cardinales del pensamiento de Friedrich Nietzsche, por lo mismo motivo de serios malentendidos y de una inmensa cantidad de páginas. Éstas que el lector tiene entre sus manos, intentan apenas el planteamiento de una tesis, a saber, que la concepción de la voluntad de poder en Nietzsche tiene fundamentalmente el carácter de un postulado epistemológico (aunque no solamente) y no, por ejemplo, metafísico. Por último, intentarán ser mostrados, aunque con brevedad, al menos algunos de los puentes que comunican la tesis de la voluntad de poder con otro de los temas del filosofar nietzscheano que han tenido una enorme repercusión: el eterno retorno. Términos clave: voluntad de poder, verdad, perspectivismo.
En lo fundamental, somos algo que vive, que en consecuencia, pensamos, creemos, imaginamos, sabemos, queremos, únicamente en tanto que vivientes; en tanto que somos no sólo vida, sino una forma determinada de vida. En resumen: El ser, que somos nosotros, no tenemos de ello ninguna otra representación que vivir. ¿Pues cómo puede algo muerto ser?, en efecto, ¿cómo podríamos representar la muerte, la nada, si vivimos, si somos, en el sentido señalado? ¿Y de dónde más podríamos extraer noción alguna del ser sino de la vida misma, dado que vivimos? Nietzsche parece señalar con esta idea a la cuna de tal noción, caracterizándola sin embargo como una representación y desterrando de esa forma todo carácter metafísico, trascendental, de ella. El ser de los metafísicos es una nada conceptual, una abstracción completamente vacía, o bien, por otro lado, podemos representárnoslo, y en ese caso hunde sus raíces en la vida; es decir, es en todo caso él mismo, como idea, una manifestación de la vida, de una forma de vida en particular, y en ese sentido también un síntoma de ella. De esto es indesligable la postura a la que Nietzsche llama perspectivismo.
La vida ve siempre únicamente su interés, podría decirse que se ve siempre únicamente a sí misma. Pero, y esto es algo que tiene que ser subrayado, vivir no es sólo mantenerse con vida, no es meramente sobrevivir. Esto constituye uno de los motivos principales de la caracterización de la vida como voluntad de poder por parte de Nietzsche: lo vivo quiere ser más, y no sólo seguir siendo lo que es.
En definitiva, la voluntad de poder es la necesidad de afirmarse en la tierra y de potenciar la vida hasta el máximo, de asumir la libertad y el tiempo sin poder fabular de nuevo sobre ellos con esas teorías metafísicas que adoraban la Verdad.
Ahora bien, de todo lo anterior no concluye Nietzsche, pirrónicamente, que no es posible conocer sino que, por el contrario, la toma de conciencia acerca de estas limitaciones, es lo que propiamente hace posible el conocimiento, pues únicamente así éste se vuelve honesto, no tiene sentido suponer un mundo más real que el denominado mundo de la apariencia, postular un mundo verdadero en oposición a éste, una realidad real valga el pleonasmo, trascendente, puesto que, en todo caso, no la conocemos como tal.
Esa postulación constituye lo contrario a la honestidad exigida por Nietzsche, y en ese sentido constituye una mentira, el mundo aparente es el único, el mundo verdadero no es más que un añadido mentiroso; Nietzsche no afirma que el mundo aparente lo sea en contraposición a una supuesta realidad que lo trascienda, sino en relación a otras posibles apariencias, al mundo visto por otras formas de vida, esto es, desde otras perspectivas. De hecho, el mundo verdadero ha debido ser inferido del mundo aparente, constituye su negación y parte por ende de él; dicho de otra manera, niega la realidad y finge otra. Pero, ¿Es eso lo razonable cuando lo que se pretende es conocer?, si la existencia de un mundo tal estuviese tan bien probada, se establecería entonces, sin embargo, que precisamente su conocimiento sería el más indiferente de todos, más indiferente todavía que para el navegante acosado por la tempestad debe serlo el conocimiento del análisis químico del agua. En consecuencia, habrá que decir que, a fin de cuentas, no hay hechos, solamente interpretaciones (los hechos se constituyen como tales a través de las interpretaciones de lo único a lo que podemos llamar realidad). De acuerdo a lo anterior, la distinción entre sujeto y objeto pierde los matices tradicionales, ni uno ni otro es algo en sí ni por sí, sino que sólo se cuenta con lo que habría entre ellos, a saber, el fenómeno, las perspectivas, las interpretaciones. ¿Definitivamente es necesario poner al intérprete detrás de la interpretación?, de acuerdo a esto no hay una verdad, un único punto de llegada del conocimiento, sino una enorme pluralidad de ellos.
Conocer no puede significar descubrir esa única realidad, sino abordar diversas perspectivas, la mayor cantidad posible de ellas (lo cual se traduce, a su vez, en una forma de vida mucho más compleja, con
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