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MORAL Y REVOLUCIÓN DE LA VIDA COTIDIANA


Enviado por   •  10 de Junio de 2016  •  Apuntes  •  2.229 Palabras (9 Páginas)  •  281 Visitas

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EDUCACION CIUDADANA

Nombre: Daniela Cantuña
Curso: 3ero BI “A”

MORAL Y REVOLUCIÓN DE LA VIDA COTIDIANA

Si la revolución implica cambiar la forma de pensar, sentir y vivir, en la moral y en las actividades de la vida cotidiana, donde aquella se ejerce, también hay un espacio de lucha que debemos ocupar. Son ellos los que deben aprender consciente e inmediatamente el ejercicio de generar nuevos valores y nuevas formas de pensar, sentir y comportarse, Intereses económicos y materiales en general han condicionado el ser social y, por ende, la conciencia social de los hombres .Las motivaciones ideológicas en la lucha contra la dictadura somocista o el peso que hoy en día tienen banderas ideológicas contra el imperialismo.

Grado de conciencia adquirido por estos mismos sectores, es decir, no basta ni es garantía ser obrero o campesino para ser revolucionario, de lo contrario no habría obreros y campesinos confundidos con posiciones no revolucionarias e, incluso, contra revolucionarias. Si la moral ha sido más utilizada por los idealistas que por los revolucionarios, ello no puede perjudicarnos para dejar de luchar en esos campos. La lucha de arrebatar a la derecha la bandera de la democracia, tampoco deberíamos nosotros vacilar en construir una moral revolucionaria pensando que estamos en un campo reservado a las religiones.

La moral es el conjunto de normas cualidades de la conducta humana. Expresa la dimensión histórica del comportamiento individual y se alimenta de motivaciones biológicas, psíquicas y sociales. No obstante, se llega a la moral únicamente cuando la exigencia es interiorizada, y además adquiere cierta permanencia. La moralidad en el sentido de Marx no es colección de prescripciones y prohibiciones abstractas, sino una función positiva de la sociedad de individuos reales. La legalidad se eleve a mayor altura, para que se desembarace de la explotación de trabajo.

Hasta ahora, el consenso normativo de discernimiento entre lo que se considera el bien y el mal, lo necesario y lo innecesario, lo histórico y lo ahistórico, ha sido alimentado de diferentes maneras según la época; a grandes rasgos. Podríamos decir que tres momentos expresan su recorrido. Los sistemas religiosos de la humanidad, en un segundo momento por las relaciones mercantiles. Según las relaciones sociales de cada momento histórico, la vida en grupos primitivos, la organización sexual o familiar, las relaciones de clase, la vida pública o la vida privada en general, etc. Una cultura histórica sedimentada precisamente en el ámbito de la vida cotidiana, es decir, que cada momento conlleva tanto los nuevos aportes producidos por el cambio, como también guarda muchos de los residuos anteriores, y todo esto se expresa en la actividad heterogénea de los usos y costumbres no especializados en que se produce y consume el  individuo.

Existe entonces una teoría de la moral y una práctica moral, unos principios abstractos, que casi nadie cumple, y unas concretas, más o menos cumplidas. La doctrina pretende responder y expresar las necesidades internas de la sociedad y de los individuos, de las clases de las personas particulares, en ese orden. Equivalen a lo que son las categorías y los conceptos para la ciencia, y en casi todos ellos se encuentran el amor, la amistad, la libertad, la felicidad, el bien y el mal, e incluso las concepciones políticas. Constituyen el elemento más compulsivo de la moral y al erigirse por encima de los individuos o de las clases se convierte en la mayor expresión de inmoralidad de una sociedad.

 Valores que han alimentado y que alimentan la revolución, a la vida común y corriente en que se desarrolla la vida de los trabajadores y del pueblo en general, convencidos de que para reconstruir el modo de vida es necesario conocerlo. El modo de vida es la suma de las experiencias desorganizadas de los individuos; se transforma de manera espontánea bajo la influencia de la técnica o de las luchas revolucionarias y en conjunto refleja mucho más el pasado de la sociedad que su presente.

Creemos que si hay una moral para el hombre normal que se contenta con el orden establecido y con la cultura y la civilización heredadas, debería haber una moral no para ciertos momentos de la vida sino para la vida misma, es decir, para la vida cotidiana, para la construcción de la nueva sociedad. Negar la posibilidad y la potencialidad de revolucionar la vida cotidiana en apoyo a las tareas políticas y sociales de la revolución. Una moral forjada en la práctica por la heroicidad y resistencia de nuestros héroes y mártires y alimentada fundamentalmente por los valores políticos y sociales de la revolución.

Internamente las transformaciones políticas sociales y económicas de la revolución han afectado incluso los reductos mas inexpugnables de una sociedad como son las estructuras psíquico-mentales y la vida cotidiana de los individuos. Y es este mundo no especializado como las normas interiorizadas y ni siquiera concientizadas de los hábitos diarios, el que queremos enfocar en nuestros análisis conscientes que puede darse una contradicción entre la autoridad institucional y publica por un lado y la autoridad moral y cotidiana por el otro. No menos grave es el retraso en la reflexión y el planteamiento de la moral cotidiana de una práctica teórica que vaya acumulando, depurando y ensayando como doctrina los aportes de la conducta revolucionaria de la vida cotidiana es decir, el proceso en que se desarrolla la vida y la moral de los individuos y de las clases.

Cuando decimos que existe una moral política que tiene mucha mas presencia a nivel social o publico, no negamos que dichos valores, por ejemplo los generados en la lucha contra la dictadura y el imperialismo, también influyen en nuestro comportamiento individual, pero no todo comportamiento cotidiano puede provenir de aquellos enfrentamientos; reivindicado por los principios. Podría parecer una excentricidad o una necedad exótica de intelectuales, salvo que confesemos que la falta de una moral marxista de la cotidianidad no impide que los revolucionarios convivamos con la moral cotidiana tradicional unos consumiendo la doble moral del pequeño burgués y otros creyendo todavía que la revolución se agota con el consumo del poder o de la economía revolucionarios en la fábrica, reaccionarios en la familia, por muy obreros y muy campesinos que sean, no pueden abstenerse y disociar los ideales de la lucha de su vida personal.

Podemos asimismo afirmar que el ámbito de la vida cotidiana ha sido el refugio de los valores más tradicionales de la burguesía y del capitalismo y la moral, el instrumento con que se recupera cotidianamente el camino recorrido por los impulsos periódicos de los momentos más revolucionarios de la humanidad. Un proceso revolucionario que no tenga las formas de reproducirse termina perdiendo velocidad y entregándose pasivamente a la moral de la recuperación. Pequeñas acciones individuales y las conductas más cotidianas son el germen de las acciones políticas y de los comportamientos sociales. El conjunto de valores y normas de conducta aceptadas como buenas, o al menos incuestionables, para el quehacer personal, independientemente de su grado de complimiento y del grado de conflicto entre los valores preceptos y la subordinación subjetiva.

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