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Enviado por annaglez • 15 de Marzo de 2012 • 984 Palabras (4 Páginas) • 425 Visitas
CAPÍTULO XIX
Propiedades distintivas del gobierno despótico
Un gran imperio supone una autoridad despótica en el que gobierna. Es menester que la prontitud de las resoluciones compense la distancia de los lugares en que se han de cumplir; que el temor impida la negligencia del gobernador o magistrado que ha de darles cumplimiento; que la ley esté en una sola cabeza, y que pueda cambiarse de continuo como cambian sin cesar las circunstancias y los accidentes, que se multiplican siempre en un Estado en proporción de su grandeza y de su extensión territorial.
CAPÍTULO XX
Consecuencia de los capítulos anteriores
Si es propiedad natural de los Estados pequeños el ser gobernados en República, de los medianos el serlo en monarquía, de los grandes imperios el estar sometidos a un déspota, he aquí la consecuencia que se deduce: que para conservar los principios del gobierno establecido, es necesario mantener al Estado en la magnitud que ya tenía, pues un Estado cambiará de espíritu a medida que crezcan o mengüen sus dimensiones, que se ensanchen o se estrechen sus fronteras.
CAPÍTULO XXI
Del imperio Chino
Antes de terminar este libro, he de responder a una objeción que ha podido hacerse a lo que llevo dicho.
Nuestros misioneros nos hablan de la China como de un vasto imperio admirablemente gobernado, por la combinación de su principio con el temor, el honor y la virtud. He hecho, pues, una vana distinción al establecer los principios de los tres gobiernos.
Ignoro qué puede entenderse por honor en un pueblo regido a bastonazos (61).
En cuanto a la virtud de que nos hablan nuestros misioneros, tampoco nos dan noticia de ella nuestros comerciantes: basta consultar lo que nos cuentan de las exploraciones, fraudes y pilladas de los mandarines (62). Aparte de los negociantes, apelo al testimonio del grande hombre milord Anson.
Tenemos además las cartas del P. Parennin acerca del proceso que el emperador hizo formar a príncipes de la sangre neófitos (63), que le habían desagradado. Esas cartas nos muestran un plan de tiranía seguido constantemente, la inhumanidad por regla, esto es, a sangre fría.
Tenemos también lo que nos dicen Mairan y el propio Parennin sobre el gobierno de China y las costumbres chinas. Después de algunas preguntas y respuestas muy sensatas, se desvanece lo maravilloso.
¿No podría ser que los misioneros se hubieran engañado al juzgar por una apariencia de orden?
A menudo sucede que hay algo de verdad, aun en los mismos errores. Circunstancias particulares, quizá únicas, pueden hacer que el gobierno de China esté menos corrompido de lo que debiera estar. Causas diversas, en su mayor parte debidas al clima físico, han podido influír en las causas morales hasta hacer prodigios.
El clima de China es tal que favorece prodigiosamente la propagación de la especie humana. Las mujeres son de una fecundidad tan pasmosa que no hay en toda la tierra otro ejemplo semejante. La tiranía más cruel no detiene el progreso de la propagación. Allí
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