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Mas Alla Del Bien Y Del Mal


Enviado por   •  27 de Mayo de 2013  •  463 Palabras (2 Páginas)  •  387 Visitas

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¿Cuántos siglos le hacen falta a un espíritu para ser comprendido?” Ha pasado uno desde la muerte de Nietzsche y no podría asegurarse todavía que la cultura occidental lo haya asimilado completamente: aquella transmutación de los valores que constituye el postulado más original de su filosofía –y que habría de materializarse en planos tan distintos como el estético, el científico, el religioso o el social- aún permanece inconclusa. El gran inconveniente en este caso es que la doctrina de Nietzsche no puede comprenderse si se la reduce a un simple discurso filosófico; su pensamiento es vital, y este hecho implica que su comprensión sólo es factible en el campo de la realización práctica.

En otras palabras, podría escribirse mucho acerca de Friedrich Nietzsche, de su vida difícil y enfermiza, del estilo particular de su lenguaje, del quiebre al que sometió la historia del pensamiento, pero nada de ello sería comprendido realmente, a menos de que exista una asimilación de sus ideas en nuestra vida personal. Tal vez porque muy pocos están dispuestos a renunciar a sus prejuicios, a asumir el mundo desde una óptica de señores, a apartarse de los saberes comunes y la moral del rebaño, el mismo filósofo intuía que su obra no estaba destinada para las masas, sino, por el contrario, para un grupo bastante exclusivo de hombres que poseen una naturaleza solitaria y creadora. Dupuy escribió al respecto:

“A pesar de los diferentes vínculos que lo relacionan con las ideas de su tiempo, el pensamiento de Nietzsche impresionó por su voluntad de ruptura y su impulso creador. ‘Un día –escribe en Ecce Homo-, se asociará con mi nombre el recuerdo de alguna cosa inaudita, de una crisis como la Tierra nunca habrá conocido… Yo no soy un hombre, soy dinamita… Yo contradigo como jamás ha contradicho nadie’. Nietzsche ha empleado también consigo mismo su perspicacia crítica, y no ha temido cambiar de opinión. Opuesto al sistema cerrado y recurriendo preferentemente al aforismo, su ‘acto’ filosófico le ha llevado siempre más allá de sí mismo: ‘sólo aquel que cambia se me asemeja’” [1]

En efecto, la obra filosófica de Nietzsche es polémica y genera, como ninguna otra, antagonismos. Los sectores más ortodoxos la consideran una abominación, mientras que en las filas de los libre-pensadores se la endiosa apasionadamente. Resulta imposible la indiferencia cuando sus palabras cruzan frente a nuestros ojos, removiendo la fe y la certidumbre en todos los lugares en que se habían anquilosado. Y si esto es verdad aun en los primeros libros de Nietzsche, mucho más en sus últimos textos, escritos con la abierta intención de no dejar a nadie impasible; un deseo que quizá apresuró, en no poca medida, el quebrantamiento de la salud física y mental que lo mantuvo en un sanatorio sus últimos diez años de vida.

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