Olivera El Caballero De La Armadura Oxidada
Enviado por temoxtle12 • 10 de Diciembre de 2014 • 15.940 Palabras (64 Páginas) • 184 Visitas
EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA
Robert Fisher
Trata de una fantasía que simboliza nuestra ascensión por la montaña de la vida con todos sus problemas y preocupaciones. Nos sentimos reflejados en el viaje del caballero, que está plagado de esperanzas y desesperanzas, de ilusiones y desilusiones, de risas y lágrimas. Las profundas enseñanzas contenidas en la historia son impartidas con un toque de humor muy sutil dirigido con mucha profesionalidad a todo lector, no importando la edad, el conocimiento, el tamaño, en fin para cualquiera que necesite recordar la importancia de amarse a uno mismo.
El Caballero de la Armadura Oxidada es mucho más que un libro: es una experiencia que expande nuestra mente, que nos llega al corazón y alimenta nuestra alma. El libro nos enseña, de una forma muy amena, que debemos liberarnos de las barreras que nos impiden conocernos y amarnos a nosotros mismos para poder, a su vez, ser capaces de dar y recibir amor. Le recomiendo al lector presente que lea el libro y cuando haya llegado a la última página sabrá que la vida es buena, que es amor, que él es también maravilloso; y que todo está bien.
PERSONAJES
Principales
• El Caballero: El Caballero de la Armadura Oxidada.
• Merlín: El Mago
Secundarios
• Sam: El otro yo del Caballero.
• Julieta: Mujer del Caballero.
• Cristóbal: hijo del Caballero.
• Bolsalegre: bufón del rey
• Ardilla: Una de las ardillas que acompañaban a Merlín en el bosque.
• Rebeca: Una de las palomas que acompañaban a Merlín en el bosque.
ÍNDICE
1. El dilema del caballero
2. En los bosques de Merlín
3. El Sendero de la Verdad
4. El Castillo del Silencio
5. El Castillo del Conocimiento
6. El Castillo de la Voluntad y la Osadía
7. La Cima de la Verdad
1. EL DILEMA DEL CABALLERO
Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba dragones y rescataba damiselas en apuros. Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenla la mala costumbre de rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras tantas se mostraban furiosas con el caballero. Él lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se puede contentar a todo el mundo.
Nuestro caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan brillantes que la gente del pueblo juraba haber visto el sol salir en el norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla. Y partía a la batalla con bastante frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en cualquier dirección. Su entusiasmo era tal que a veces partía en varias direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil.
Durante años, el caballero se esforzó en ser el número uno del reino. Siempre había otra batalla que ganar, otro dragón que matar u otra damisela que rescatar.
El caballero tenía una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, que escribía hermosos poemas, decía cosas inteligentes y tenía debilidad por el vino. También tenía un joven hijo de cabellos dorados, Cristóbal, al que esperaba ver, algún día, convertido en un valiente caballero.
Julieta y Cristóbal veían poco al caballero porque, cuando no estaba luchando en una batalla, matando dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su armadura y admirando su brillo. Con el tiempo, el caballero se enamoró hasta tal punto de su armadura que se la empezó a poner para cenar y, a menudo, para dormir. Después de un tiempo, ya no se tomaba la molestia de quitársela para nada. Poco a poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenía sin ella.
Ocasionalmente, Cristóbal le preguntaba a su madre qué aspecto tenía su padre. Cuando esto sucedía, Julieta llevaba al chico hasta la chimenea y señalaba el retrato del caballero.
-He ahí a tu padre -decía con un suspiro.
Una tarde, mientras contemplaba el retrato, Cristóbal le dijo a su madre:
-Ojalá pudiera ver a padre en persona.
-¡No puedes tenerlo todo! -respondió bruscamente Julieta.
Estaba cada vez más harta de tener tan sólo una pintura como recuerdo del rostro de su marido y estaba cansada de dormir mal por culpa del ruido metálico de la armadura.
Cuando paraba en casa y no estaba absolutamente pendiente de su armadura, el caballero solía recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta y Cristóbal casi nunca podían decir una palabra. Cuando lo hacían, el caballero las acallaba, ya sea cerrando su visera o quedándose repentinamente dormido.
Un día, Julieta se enfrentó a su marido.
-Creo que amas más a tu armadura de lo que me amas a mí.
-Eso no es verdad -respondió el caballero-. ¿Acaso no te amé lo suficiente como para rescatarte de aquel dragón e instalarte en este elegante castillo con paredes empedradas?
-Lo que tú amabas -dijo Julieta, espiando a través de la visera para poder ver sus ojos- era la idea de rescatarme. No me amabas realmente entonces y tampoco me amas realmente ahora.
-Sí que te amo -insistió el caballero, abrazándola torpemente con su fría y rígida armadura, casi rompiéndole las costillas.
-¡Entonces, quítate esa armadura para que pueda ver quién eres en realidad! -le exigió.
-No puedo quitármela. Tengo que estar preparado para montar en mi caballo y partir en cualquier dirección -explicó el caballero.
-Si no te quitas esa armadura, cogeré a Cristóbal, subiré en mi caballo y me marcharé de tu vida.
Bueno, esto sí que fue un golpe para el caballero. No quería que Julieta se fuera. Amaba a su esposa y a su hijo y a su elegante castillo, pero también amaba su armadura porque les mostraba a todos quién era él: un caballero bueno, generoso y amoroso. ¿Por qué no se daba cuenta Julieta de ninguna de estas cualidades?
El caballero estaba inquieto. Finalmente, tomó una decisión. Continuar llevando la armadura no valía la pena si por ello había de perder a Julieta y a Cristóbal.
De mala gana, el caballero intentó quitarse el yelmo pero, ¡no se movió! Tiró con más fuerza.
Estaba muy enganchado. Desesperado, intentó levantar la visera pero, por desgracia, también estaba atascada. Aunque tiró de la visera una y otra vez, no consiguió nada.
El caballero caminó de arriba abajo con gran agitación. ¿Cómo podía haber sucedido esto? Quizá no era tan
...