PROBLEMAS FAMILIARES
Enviado por rodo0708 • 29 de Septiembre de 2014 • 1.781 Palabras (8 Páginas) • 455 Visitas
La Comunidad Terapéutica (CT)
La CT es una modalidad de tratamiento para el abuso de drogas que tiene hoy en día, una amplia aceptación; generada hace más de 40 años desde un ámbito no profesional sólo recientemente va ganando espacio en el mundo académico y de la investigación. Su valor social es contundente e indiscutido y esto se hace evidente al comprobar la gran cantidad de programas de tratamiento para el abuso de drogas que adhieren a sus principios básicos.
Este artículo está dividido en dos partes: en la primera repasaremos la historia de la CT y en la segunda haremos una definición del modelo CT.
¿De dónde surgen las CT?
En un trabajo muy ameno y muy interesante de 1977, Frederick Glaser rastrea la CT hasta sus orígenes más remotos. Es ese trabajo cita a Phito Judaeus quien en 25 ac. ya describe las actividades de una comunidad que habitaba Egipto, cerca de Alejandría. También cuenta que, en un Rollo del Mar Muerto, llamado la Regla de la Comunidad o El Manual de Disciplina se describe el problema por el cual la gente ingresaba en dicha comunidad y que, asombrosamente! resulta casi una transcripción de lo que vemos hoy en día como modo de vida, cultura y sufrimientos de los cientos de jóvenes adictos que son asistidos actualmente en las comunidades. Incluso sus códigos de convivencia nos remiten a los vigentes hoy en día en nuestras CT.
Tanto que el Dr. Glaser concluye que, si otorgamos credibilidad a la historia podemos aprender de ella que la CT tiene dos milenios de antigüedad y fuertes raíces religiosas.
Si hacemos un camino retrospectivo y partimos de la CT, el hilo conductor nos hará pasar primero por Alcohólicos Anónimos (AA), más allá por el grupo Oxford y por la Asociación Cristiana de Jóvenes, nos internaremos en la Reforma Protestante y en ciertos grupos cristianos primitivos hasta llegar a los Esenios, de los cuales trata el Rollo del Mar Muerto citado más arriba.
Para encontrarnos con la CT específicamente para drogadictos debemos, sin embargo, llegar a la mitad del siglo XX. Porque, a pesar de que está documentado que el hombre desde siempre consumió sustancias psicoactivas (SPA) que le posibilitaron cambios en sus estados de conciencia, su uso estaba limitado a contextos claramente determinados que eran, principalmente, ciertos rituales religiosos, celebraciones, privilegios ligados a las castas, la preparación para las guerras, etc. y no hay registros de consumos masivos que excedieran estos contextos y que preocuparan a las autoridades o que exigieran algún tipo de reacción desde la sociedad.
Ubicándonos en el mundo occidental en la etapa en que salía de la larga noche de la Edad Media, cuando se hacía sentir el peso de la Inquisición, se sabe que el consumo no reglado de SPA, el que no fuera por motivos médicos era siempre por lo menos, condenado y los consumidores eran considerados transgresores, poseídos, culpables de algo, con destino final la cárcel, el hospicio o la hoguera.
Ya en el Siglo XIX, a lo largo del período 1800 – 1950, tuvo lugar un proceso muy gradual durante el cual se dejó de considerar a los consumidores de SPA como pecadores, desclasados, escorias sociales y se los incluyó entre los ciudadanos con respecto de los cuales la sociedad debía ofrecer una respuesta terapéutica.
Esta evolución en la concepción del consumidor de SPA ocurrió tomada de la mano con el nuevo lugar asignado a lo religioso frente a los secular y con el gran avance de las ciencias.
Coincidentemente durante el mismo período 1800 – 1950 y en el campo específico de la Salud Mental, se dejó de considerar a los enfermos mentales como personas que padecían fenómenos sobrenaturales y a encerrar en asilos y cárceles (Pinel sacó las cadenas a los “locos” en 1793 en París) y se los tomó como personas enfermas a quienes la sociedad debía dar respuesta terapéutica.
La influencia de los aportes del Psicoanálisis en este cambio de visión del enfermo mental fue determinante.
Esta coincidencia temporal de visión del abusador de drogas y del enfermo mental, lleva naturalmente a esperar que ambas evoluciones por concomitancia sumarían sus aportes y daría respuestas conjuntas: pero esto no fue así y el tratamiento de los adictos no se benefició de los nuevos abordajes e instrumentos que el campo de la Salud Mental aportó al tratamiento de la neurosis y de la psicosis.
Nos dice Nyswander en 1956 mostrando su desaliento trabajando con adictos a opiáceos en el Centro de Lexington para el Tratamiento de Narcóticos: “en una búsqueda cuidadosa de la bibliografía no se pudo encontrar un sólo informe en que la psicoterapia haya permitido a un número significativo de pacientes drogadictos volver a la comunidad a vivir una vida como individuos normales”.
La explicación es bastante simple: los adictos se mostraron irreductibles y no respondieron a los tratamientos existentes en ese momento.
Y si bien no hubo una declaración formal de por medio, en los hechos los adictos fueron considerados “intratables”, por lo menos con los instrumentos disponibles entonces.
Durante los 40 y 50 se produjo una evolución interesante: los AA que eran un movimiento de autoayuda, una red de apoyo informal, pasaron a ser reconocidos como un programa de apoyo en el tratamiento de alcohólicos: es un cambio de calificación muy interesante e importante que determinó
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