Platon.
Enviado por yesicabarreda • 16 de Marzo de 2012 • Informe • 1.204 Palabras (5 Páginas) • 381 Visitas
Sócrates va al Pireo a la fiesta de Bendis
Acompañado de Glaucón, el hijo de Aristón, bajé ayer al Pireo con propósito de
orar a la diosa y con deseos al mismo tiempo de ver cómo hacían la fiesta, puesto que la
celebraban por primera vez. Parecióme, en verdad, hermosa la procesión de los del
pueblo, pero no menos lucida la que sacaron los tracios. Después de orar y gozar del
espectáculo, emprendíamos la vuelta hacia la ciudad. Y he aquí que, habiéndonos visto
desde lejos, según marchábamos a casa, Polemarco, hijo de Céfalo, mandó a su esclavo
que corriese y nos encargara que le esperásemos. Y el muchacho, cogiéndome del
manto por detrás, me dijo:
–Polemarco os encarga que le esperéis.
Volviéndome yo entonces, le pregunte dónde estaba él.
–Helo allá atrás –contestó– que se acerca; esperadle.
–Bien está; esperaremos –dijo Glaucón.
En efecto, poco después llegó Polemarco con Adimanto, el hermano de Glaucón,
Nicérato, hijo de Nicias, y algunos más, al parecer de la procesión. y dijo Polemarco:
–A lo que me parece, Sócrates, marcháis ya de vuelta a la ciudad.
–Y no te has equivocado –dije yo.
–¿Ves –repuso– cuántos somos nosotros?
–¿Cómo no?
–Pues o habéis de poder con nosotros –dijo– u os quedáis aquí.
–¿Y no hay –dije yo– otra salida, el que os convenzamos de que tenéis que
dejarnos marchar?
–¿Y podríais convencemos –dijo él– si nosotros no queremos?
–De ningún modo –respondió Glaucón.
–Pues haceos cuenta que no hemos de querer.
Y Adimanto añadió:
–¿No sabéis, acaso, que al atardecer habrá una carrera de antorchas a caballo en
honor de la diosa?
LA REPÚBLICA
PLATÓN
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Cortesía de Nueva Acrópolis www.nueva-acropolis.es
–¿A caballo? –dije yo–. Eso es cosa nueva. ¿Es que se pasarán unos a otros las
antorchas corriendo montados? ¿O cómo se entiende?
–Como tú lo has dicho –replicó Polemarco–, y además celebrarán una fiesta
nocturna que será digna de ver; y nosotros saldremos después de levantamos de la cena
y asistiremos a la fiesta, y nos reuniremos allá con mucha gente joven y charlaremos
con toda ella. Quedaos, pues, y no penséis en otra cosa.
–Veo –dijo Glaucón– que vamos a tener que quedarnos.
–Pues si así parece –dije yo–, habrá que hacerlo.
Incomodidades y excelencias de la vejez
Fuimos, pues, a casa de Polemarco y encontramos allí a Lisias y a Eutidemo, los
hermanos de aquel, y también a Trasímaco el calcedonio y a Carmántides el peanieo y a
Clitofonte, el hijo de Aristónimo. Estaba, asimismo, en la casa Céfalo, el padre de
Polemarco, que me pareció muy avanzado en años, pues hacía tiempo que no le veía.
Estaba sentado en un asiento con cojín y tenía puesta una corona, ya que acababa de
hacer un sacrificio en el patio; y nosotros nos sentamos a su lado, pues había allí
algunos taburetes en derredor.
Al verme, Céfalo me saludó y me dijo: –¡Oh, Sócrates, cuán raras veces bajas a
vernos al Pireo! No debía ser esto; pues si yo tuviera aún fuerzas para ir sin embarazo a
la ciudad, no haría falta que tú vinieras aquí, sino que iríamos nosotros a tu casa. Pero
como no es así, eres tú el que tienes que llegarte por acá con más frecuencia: has de
saber, en efecto, que cuanto más amortiguados están en mí los placeres del cuerpo, tanto
más crecen los deseos y satisfacciones de la conversación; no dejes, pues, de acompañarte
de estos jóvenes y de venir aquí con nosotros, como a casa de amigos y de la
mayor intimidad.
–Y en verdad, Céfalo –dije yo–, me agrada conversar con personas de gran
ancianidad; pues me parece necesario informarme de ellos, como de quienes han
recorrido por delante un camino por el que quizá también nosotros
...