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Poder Y Conocimiento


Enviado por   •  20 de Mayo de 2014  •  6.906 Palabras (28 Páginas)  •  369 Visitas

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Historia como justificación

La gran mayoría, si no la totalidad de los trabajos en historia y filosofía de la ciencia publicados antes de la segunda guerra mundial parecían tener el propósito de legitimar y enaltecer el método y los logros de la ciencia occidental. La historia de la ciencia, generalmente escrita por científicos profesionales se había interesado en rescatar aquellos episodios o individuos que habían contribuido a construir las teorías modernas, y más que una investigación sobre la naturaleza del conocimiento y su relación con la sociedad, se trataba de una reseña de los "errores" de nuestros antepasados y una celebración del triunfo de las teorías del presente.

La filosofía de la ciencia que dominó las primeras décadas del siglo XX estaba obsesionada por encontrar criterios formales de demarcación que, de una vez y para siempre, nos permitiera reconocer el conocimiento científico de otro tipo de especulaciones menos sólidas. El Positivismo Lógico, los miembros del Circulo de Viena y pensadores de enorme influencia como Karl Popper agotaron sus esfuerzos por encontrar una definición formal de conocimiento científico, la cual, sobra decir, serviría de bandera para la racionalidad de la cultura occidental. Ninguno de ellos vio la necesidad de acudir a la historia para iluminar sus investigaciones sobre el método científico.

La filosofía de la ciencia ha mostrado muy poco interés por las prácticas en laboratorios, por los instrumentos utilizados o por el quehacer diario de los científicos y su contorno cultural. La filosofía se ha concentrado en los resultados finales del quehacer científico, particularmente en sus productos conceptuales: las teorías, los hechos y la relación entre estos. El interés filosófico en la práctica científica y en los procesos y actividades que generan conocimiento y tecnología, hasta hace muy poco se había limitado a esfuerzos aislados, i.e., Ludwik Fleck (1935) o Thomas Kuhn (1962). Nuestras creencias, nuestra relación con la naturaleza, nuestras necesidades e intereses, nuestra salud y el bienestar del planeta parecen depender de los logros y fracasos de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, las complejas relaciones entre el conocimiento científico, la tecnología y la sociedad parecían excluirse de la posibilidad de una comprensión crítica.

Hacia una historia social del conocimiento

Gracias a los trabajos de un grupo de historiadores, sociólogos y filósofos con quienes los ánimos de justificación y legitimación se transformaron en una actitud más crítica, que se proponía dilucidar el papel de la ciencia en la sociedad, pronto se hizo evidente que las propuestas tanto del Circulo de Viena como las del mismo Popper, y sus criterios formales y a-históricos, eran inapropiados para describir el desarrollo del conocimiento científico.

La imagen convencional del trabajo científico, como una actividad puramente intelectual ajena a un contexto social e independiente de intereses ideológicos, políticos o económicos, comenzó a ser revaluada sistemáticamente. Algunos historiadores con una sólida formación en filosofía, iniciaron una tradición de investigaciones epistemológicas desde una perspectiva histórica. Un buen ejemplo de este tipo de investigadores es Alexander Koyré (1892-1964) y sus investigaciones sobre el siglo XVII, notablemente su Estudios Guiñéanos de 1939. Koyré se convertiría en un modelo intelectual para varios investigadores que publicarían sus trabajos en los años sesenta y setenta y que harían de la historia de la ciencia una controvertida y creciente disciplina.

Las innovaciones culturales de los años sesenta, que no podemos desligar de la guerra de Vietnam, la cultura hippie, la revolución estudiantil y un creciente temor en una vida dominada por la tecnología y las leyes deterministas, generaron profundas preguntas sobre la entonces actual autoridad de la ciencia y el poder de las instituciones con respaldo científico. El éxito y el progreso de la ciencia se convirtieron en temas candentes que incluían una actitud desconfiada en los ideales ilustrados de ésta como fuente incuestionable de poder y progreso

En el ámbito académico surgiría un grupo de pensadores influyentes tales como Thomas S. Kuhn, Impre Lakatos y Paúl Feyerabend, quienes entre otros, persuadieron con cierto éxito a la filosofía de reconocer la urgencia de una revisión histórica, tanto de las teorías, instituciones científicas como de su entorno cultural.

De esta manera, epistemólogos, filósofos y sociólogos del conocimiento se vieron notablemente enriquecidos por una detallada inspección de la génesis y el desarrollo de las prácticas científicas. Desde entonces, como bien lo señalaría Lakatos, (parafraseando a Kant), "la filosofía de la ciencia sin historia es vacía, y la historia de la ciencia sin filosofía es ciega". [1]

Las repetidas historias de grandes descubrimientos, individuos geniales y experimentos cruciales, tienden a ser reemplazadas por una descripción de los mecanismos e intereses sociales sobre los que se legitima el conocimiento. Comienza a ser

evidente que el historiador tradicional, acostumbrado a convertir los cánones de racionalidad con temporánea en criterios de juicio absolutos en las controversias del pasado, termina silenciando y empobreciendo la historia. Se señala, una y otra vez, que los criterios de selección de episodios con importancia histórica, que descansan en la supuesta legitimidad de las prácticas contemporáneas, conducen a reconstrucciones anacrónicas e idealizadas que opacan el verdadero carácter de la ciencia y la tecnología.

Uno de los trabajos menos leídos pero más importantes en historia de la ciencia es el libro de Ludwik Fleck, Génesis and development of a scientific fact. Se trata de un trabajo que se anticipa, en sus conclusiones más radicales a Thomas S. Kuhn -quien tuvo acceso a los trabajos de Fleck desde 1949. Exponer la riqueza analítica del trabajo de Fleck no entra en los propósitos de esta reseña. Señalaremos, sin embargo, que la novedad de su argumento, brillantemente ilustrado con un detallado estudio histórico de la sífilis y particularmente de los logros clínicos de Wasserman, radica en concluir, como su titulo lo dice, que los hechos científicos tienen una génesis, y que tienen lugar dentro de comunidades que manejan una serie de prácticas y conceptos que permiten, por medio de un proceso de "colectivización", la construcción tanto de hechos como de descubrimientos. [2]

Kuhn, por su parte, y en buena medida siguiendo a Ludwik Fleck, expondrá el problema de una forma más sistemática en su celebre libro La estructura de las revoluciones

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