Politicas
Enviado por gallardo7419 • 21 de Marzo de 2014 • 371 Palabras (2 Páginas) • 163 Visitas
Luchan entre sí los malos, y lo mismo hacen buenos y malos. En cambio, los
buenos, si son perfectos, no pueden luchar entre sí; pueden hacerlo los que
progresan sin ser perfectos74.
Esta distinción y oposición entre las dos ciudades no puede ser interpretada
como una herencia de maniqueísmo en el corpus doctrinal agustiniano.
Bien al contrario, San Agustín, como observamos, no habla de dos
ciudades diferenciadas desde la eternidad ni creadas tales por Dios, sino de
una unidad de la especie humana a partir de su origen común en un único
Creador bueno y en un primer hombre creado bueno por Él. El nacimiento
de las dos ciudades, por lo tanto, tiene lugar dentro del tiempo, dentro
de la Historia humana, y se debe a las consecuencias del pecado original,
por el quebrantamiento del orden y de la armonía establecidos por Dios.
Es decir, mientras la ciudad de Dios responde satisfactoriamente a los deseos
primigenios de Dios con respecto al hombre, la ciudad terrena supone
la negación de los mismos por soberbia humana, por libre y voluntaria
rebeldía frente al Creador y al orden dispuesto por Él. La ciudad terrena,
por consiguiente, significa una privación del bien querido por Dios para el
hombre y para la sociedad humana; no es un mal sustancial, sino la negación
y privación del auténtico ser del hombre y del bien de la unidad de la
especie humana.
Además, otro aspecto importante que demuestra que las dos ciudades
no son concebidas según criterios de origen maniqueo, es que ambas se encuentran
entremezcladas en este mundo (permixtae)75. Y, lo que quizá es
todavía más relevante, no existe un fatalismo que impida abandonar una
para pasar a la otra, sino que, lo mismo que un miembro de la ciudad de
Dios puede libremente apartarse de Dios y del bien para optar en exclusiva
por sí mismo y terminar condenándose eternamente, cabe la posibilidad de
la conversión y de la acogida en la ciudad de Dios de un antiguo integrante
de la terrena, que podrá ver así alcanzada en su momento su salvación definitiva.
Esto revela, por tanto, el valor de la libertad en la vida del hombre
y en el desarrollo histórico de las dos ciudades, y el respeto tan grande que
Dios tiene hacia la libertad humana, cuyas deficiencias en el estado presente
no deja de auxiliar con el ofrecimiento de la ayuda imprescindible de la
gracia sobrenatural.
74 Ibidem,
...