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Práctica De La Pedagogía Crítica De Paulo Freire


Enviado por   •  14 de Abril de 2013  •  6.412 Palabras (26 Páginas)  •  1.067 Visitas

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• 1. PRÁCTICA DE LA PEDAGOGíA CRíTICA1 Paulo Freire Ante todo quiero agradecer esta demostración de afecto, de gente que viene de lejos, viajando horas, aun sabiendo que el tiempo que tenemos a disposición es escaso. La segunda cosa que quiero agradecer es el silencio que hacen ya que me ayuda a hablar. Esta tarde vamos a tratar el tema de la práctica educativa, de cómo venimos comprendiendo o intentando comprender esta práctica, nuestro compromiso con la vida y el mundo. Ante todo, no es posible ejercer la tarea educativa sin preguntarnos, como educadores y educadoras, cuál es nuestra concepción del hombre y de la mujer. Toda práctica educativa implica esta indagación: qué pienso de mí mismo y de los otros. Hace tiempo, en Pedagogía del Oprimido analicé lo que ahí denominaba la búsqueda del ser más. En ese libro definí al hombre y a la mujer como seres históricos que se hacen y se rehacen socialmente. Es la experiencia social la que en última instancia nos hace, la que nos constituye como estamos siendo. Me gustaría insistir en este punto: los hombres y las mujeres, en cuanto seres históricos, somos seres incompletos, inacabados o inconclusos. La inconclusión del ser no es sin embargo exclusiva de la especie humana ya que abarca también a cada especie vital. El mundo de la vida es un mundo permanentemente interminado, en movimiento. Sin embargo, en determinado momento de nuestra experiencia histórica, nosotros, mujeres y hombres conseguimos hacer de nuestra existencia algo más que meramente vivir. En cierto sentido, los hombres y las mujeres inventamos lo que llamamos la existencia humana: nos pusimos de pie, liberamos las manos y la liberación de las manos es en gran parte responsable de lo que somos. La invención de nosotros mismos como hombres y mujeres fue posible gracias a que liberamos las manos para usarlas en otras cosas. No tenemos fecha de ese evento que se pierde en el fondo de la historia. Hicimos esa cosa maravillosa que fue la invención de la sociedad y la pro- ducción del lenguaje. Y fue ahí, en ese preciso momento, en medio de ese y otros "saltos" que dimos, que mujeres y hombres alcanzamos ese momento formidable que fue comprender que somos interminados. Los árboles o los otros animales también son interminados, pero no se saben interminados. Los seres humanos ganamos en esto: sabemos que somos inacabados. Y es precisamente ahí, en esta radicalidad de la experiencia humana, que reside la posibilidad de la educación. La conciencia del inacabamiento creó lo que llamamos la "educabilidad del ser". La educación es entonces una especificidad humana. Este inacabamiento consciente de sí, es el que nos va a permitir percibir el no yo. El mundo es el primer no yo. Tú, por ejemplo, eres un no yo de mí. Y la presencia del mundo natural como no yo, va a actuar como un estímulo para desarrollar el yo. En ese sentido, es la conciencia del mundo la que crea mi conciencia. Conozco lo diferente de mí y en ese acto me reconozco. Obviamente, las relaciones que empezaron a establecerse entre el nosotros y la realidad objetiva abrieron una serie de interrogantes, y esos interrogantes llevaron a una búsqueda, a un intento de comprender el mundo y comprender nuestra posición en él. Es en ese sentido que yo uso la expresión "lectura del mundo" como precedente a la lectura de las 1 Texto recollido da trascripción de conferencias e seminarios nos que participou Paulo Freire e que aparecen recollidas nunha publicación póstuma: “Freire, P. (2006) El grito manso. Buenos Aires: Siglo XXI. (pp. 19-48)”

• 2. palabras. Muchos siglos antes de saber leer y escribir los hombres y las mujeres han estado inteligiendo el mundo, captándolo, comprendiéndolo, "Ieyéndolo". Esa capacidad de captar la objetividad del mundo, proviene de una característica de la experiencia vital que nosotros llamamos curiosidad. Si no fuera por la curiosidad, por ejemplo, (no) estaríamos hoy aquí. La curiosidad es, junto con la conciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento. Si no fuera por la curiosidad no conoceríamos. La curiosidad nos empuja, nos motiva, nos lleva a develar la realidad a través de la acción. Curiosidad y acción se relacionan y producen diferentes momentos o niveles de curiosidad. Lo que procuro decir, es que en determinado momento, empujados por su propia curiosidad el hombre y la mujer en proceso, en desarrollo, se reconocieron inacabados y la primera consecuencia de ello es que el ser que se sabe inacabado entra en un permanente proceso de búsqueda. Yo soy inacabado, el árbol también lo es, pero yo soy más inacabado que el árbol porque lo sé. Como consecuencia casi inevitable de saber que soy inacabado, me inserto en un movimiento constante de búsqueda, no de búsqueda puntual de esto o de aquello, sino de búsqueda absoluta, que puede Ilevarme a la búsqueda de mi propio origen, que puede Ilevarme a una búsqueda de lo trascendental, a la búsqueda religiosa que es tan legítima como la búsqueda no religiosa. Si hay algo que contraría la naturaleza del ser humano es la no búsqueda y por lo tanto la inmovilidad. Cuando digo inmovilidad me refiero a la inmovilidad que hay en la movilidad. Uno puede ser profundamente móvil y dinámico aun estando físicamente inmóvil y a la inversa. De manera que cuando hablo de esto no hablo de la movilidad o inmovilidad física, hablo de la búsqueda intelectual, de mi curiosidad en torno de algo, del hecho de que pueda buscar aun cuando no encuentre. Por ejemplo, puedo pasarme la vida en búsquedas que aparentemente no resultan gran cosa y sin embargo el hecho de buscar resulta fundamental para mi naturaleza de ser buscador. Ahora bien, no hay búsqueda sin esperanza, y no la hay porque la condición del buscar humano es hacerlo con esperanza. Por esta razón sostengo que la mujer y el hombre son esperanzados, no por obstinados, sino como seres buscadores. Ésta es la condición del buscar humano: hacerlo con esperanza. La búsqueda y la esperanza forman parte de la naturaleza humana. Buscar sin esperanza, sería una enorme contradicción. Por esta razón, la presencia de ustedes en el mundo, la mía, es una presencia de quienes andan y no de quienes simplemente están. Y no es posible andar sin esperanza de llegar. Por eso no es posible concebir un luchador desesperanzado. Lo que sí podemos concebir son momentos de desesperanza. Durante el proceso de búsqueda hay momentos en que uno se detiene y se dice a sí mismo: no hay nada que hacer. Esto es comprensible, comprendo que se caiga en esta posición. Lo que no comparto es que se permanezca en esa posición. Sería como una traición a nuestra propia naturaleza esperanzada y buscadora. Estas reflexiones que estamos haciendo tienen como objetivo marcar hitos esenciales de nuestra práctica educativa. ¿Cómo puedo educar sin estar envuelto en la comprensión

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