Resumen Del Ensayo De Juan Miguel Piquer, Contra La Mayoría. Libertad, Democracia Y Razón De Estado (2009)
Enviado por schnabel • 25 de Noviembre de 2012 • 4.017 Palabras (17 Páginas) • 1.326 Visitas
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo es una introducción a la razón y el secreto como herramientas de dominación del Estado democrático. He utilizado principalmente el libro de Juan Miguel Piquer, Contra la mayoría. Libertad, democracia y razón de Estado (2009) centrándome en dos capítulos: La oscura razón de Estado y El secreto de Estado, complementando livianamente la información del libro con la percibida en clase. Las siguientes páginas son tan sólo una mirada superficial al tema. Aunque deba resultar extremadamente difícil detectar los errores en la transmisión de la información y la fiabilidad de los testimonios que nos la dejaron escrita, eruditos estadistas, la revolución tecnológica y Wikileaks han iluminado, por fin, la cara oculta del poder del Leviatán, ofreciéndonos relatos de crueldad y violencia imperialista, de amenazas y destituciones de los que se oponen a los intereses particulares dominantes, bajo la aparente defensa de un orden político y económico beneficioso para el capitalismo y la democracia y que aportan ahora pruebas sólidas de la subordinación de ese orden a las exigencias de la lucha por la hegemonia –la esencia real de la política- en el sistema político internacional de Estados.
LA RAZÓN DE ESTADO1
La razón de Estado es un intento de ilustrar o justificar y por tanto legitimar, más o menos ideológicamente2, el status quo. Esto es, aportar razones teóricas para explicar algo que tiene lugar en el ámbito práctico de la política.
El uso de la razón de Estado se consolida durante la política italiana de la Baja Edad Media i el Renacimiento, en el momento en el que Maquiavelo escribía para Lorenzo de Médici un libro de instrucciones sobre como llegar a ser el príncipe más virtuoso de su tiempo, dejando escrito que la supervivencia i el optimum de la existencia del orden social del Estado son considerados valores superiores a los éticos y morales y a los derechos individuales y colectivos de sus integrantes. El fin justifica los medios. No obstante, en las sociedades liberales, siguen siendo necesarias unas reglas con tintes éticos, ya que por el mantenimiento del poder del Estado es necesario el mantenimiento de este orden social y de la convivencia pacífica de los individuos que residen en él.
Las técnicas de las que se sirve la razón de Estado son las de dominación i el ejercicio de poder. Para hacer fáctico este orden necesario y a la vez esconder bajo cortinas de humo los verdaderos intereses, la grandilocuencia y saber mentir es imprescindible. Maquiavelo estaría orgulloso. Las legitimaciones justificatorias que constituyen el fundamento de la propaganda y el medio necesario para provocar una aceptación de las masas son diversas. El control de los medios como eficaces propagadores de los intereses económicos y políticamente dominantes se efectúa a través de unos filtros, estudiados detenidamente por Chomsky y Herman en el ensayo Manufacturing consent. The Political Economy of the Mass Media (1988)3. La democracia y la ley supuestamente emanada del pueblo aparentes son, en realidad, producto del ejercicio de la dominación. Por esta vía se fomenta y consolida la creencia en la legitimidad del orden sociopolítico, el consenso respecto el sistema de estratificación económica que está en su base, su sistema de relaciones de poder.
La noción de sentido oculto, desenvolupada por Leo Strauss, convertía el engaño en norma política. “Lo que dicen los dirigentes no es lo que hacen”, escribió el periodista estadounidense Seymour Hersh. Shadia Drury, de la Universidad de Calgary y autor de Leo Strauss y la derecha americana (1999), afirma que “el perpetuo engaño de los ciudadanos por quienes están en el poder es fundamental [en opinión de Strauss], porque es necesario que sean dirigidos, y necesitan gobernantes firmes para decirles lo que es bueno para ellos...”. El liberalismo en Weimar, en opinión de Strauss, en última instancia condujo al holocausto nazi contra los judíos. Según Drury, Strauss enseñó como Platón que dentro de las sociedades, “algunas personas están en condiciones de mandar, y otras de ser mandadas”. Pero, a diferencia de Platón, que creía que los dirigentes tenían que ser personas con estándares morales tan elevados que pudieran resistir las tentaciones del poder, Strauss pensaba que “los que son aptos para gobernar son los que se dan cuenta de que no hay moralidad y de que sólo existe un derecho natural, el derecho del superior a gobernar sobre el inferior”. Para Strauss, “la religión es el pegamento que mantiene a la sociedad unida”, añadió Drury.4 En definitiva, como aclara Piquer, la razón de Estado es lo opuesto al imperativo categórico.
Aunque no es posible etificar completamente el Estado -“tal es la condición trágica de la política”. Si la necesidad política sigue sujeta a un principio axiológico que la oriente y justifique seguirá también enfrentándose a la tentación permanente de la transgresión de la ley y la moral inherente a aquellas pretensiones o de la ley que el mismo Estado preserva por su bien, justificándola siempre por su ineludibilidad cuando se trata de conseguir su supervivencia.
Según Rafael del Águila5, tres son los postulados de la argumentación legitimadora del obrar por razones de Estado:
En primer lugar, la escisión entre la ética y la política. “En la política el concepto de necesidad ha de considerarse el principio rector de la acción”. Luego, una guerra será justa si es necesaria.
En segundo, “El único criterio válido de juicio político es el consecuencialista”. Es decir, las consecuencias subordinan toda valoración moral.
En tercer lugar, “Las acciones se encuentran ineludiblemente vinculadas a políticas transgresoras que se justifican mediante una referencia argumentativa última: la autoprotección y la supervivencia de la comunidad”, así como su preservación y potenciación.
No obstante, “la seguridad y la autonomía de la propia comunidad política se encuentran ineludiblemente vinculadas a cierto universo ético”6, y éste es el problema. La razón de Estado conlleva la transgresión de ciertas normas, valores o ideales que constituyen nuestra identidad moral con la finalidad de promover o proteger otros valores igualmente esenciales: la seguridad, la autonomía, la estabilidad, la libertad y en general las condiciones materiales y políticas que hacen posible nuestra forma de vida. La realización o protección de ciertos valores son transgredidos con el propósito precisamente de poder realizarlos7.
Ahora bien, respecto la alta finalidad al servicio de la cual está la política, suele llamarse ésta “bien común”. Aunque no todos estamos de acuerdo con el significado de tal
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