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SON JUANA INES DE LA CRUZ


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2013  •  1.218 Palabras (5 Páginas)  •  290 Visitas

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La semana pasada publicamos la primera parte del ensayo sobre Sor Juana Inés de la Cruz y los estudios de género posteriores a su obra, esta es la segunda parte del trabajo, agradecemos sus comentarios. Sor Juana, inteligencia que se plasma para borrarse; afirmación valiente que tiene que matizarse con salvedades; testimonio que se ofrece a los borrones del censor. Sor Juana adelanta dos pasos y debe retraerse uno: “pero vos, con vuestra cordura y benignidad, supliréis o enmendaréis los términos”.13 Esta sombra de la falta de independencia, del respeto obligado a la autoridad, reaparece una y otra vez en la obra de Sor Juana. La reclusa jerónima hizo mucho, pero no todo lo que quería. Y no es que fuera de todo punto imposible. Su coetánea Gabrielle Suchon (1632-1703), en circunstancias también peculiares (la Francia rural del XVII, una familia de la pequeña nobleza con pocos integrantes) pudo conseguir en Roma el permiso para salir del convento y vivir sola con su madre, dedicada a escribir. Suchon publicó dos libros, un Tratado de la moral y de la política y Del Celibato voluntario o la vida sin compromiso, al que debe su fama de feminista, pues postula que es lícito para una mujer dedicarse, como ella lo hizo, a una vida de estudio y piedad fuera del convento. Con todo, como afirma la estudiosa del caso, Marie-Cécile Bénassy-Berling, la calidad de la escritura de Suchon no es comparable, ni de lejos, con la de Sor Juana, y sus aspiraciones de género no pasaron de la restringida libertad de que mujeres como ella se dedicaran a la vida retirada, en tanto “el genio literario, la amplitud de miras, la reivindicación de un verdadero cambio y la solidaridad, son propios de Sor Juana”.14 En suma, me parece que los estudios de género aportan nuevas luces a la compleja obra de Sor Juana, rica en afirmaciones a favor de la mujer como ser dotado de entendimiento y voluntad; su vida es ejemplo de ello. Los nuevos estudios, además, ponen de manifiesto los niveles recónditos, las maneras sutiles en que Sor Juana eligió sus recursos estilísticos para introducir, aun en los temas más frecuentados por otros (el barroco es, en el nivel del lenguaje, un juego de variantes), una perspectiva femenina. Sin embargo, creo que la valía de las nuevas interpretaciones de género sobre la obra de Sor Juana, puede opacarse si al abordar su obra no se tiene en cuenta, en todo momento, el peso de sus circunstancias. Porque incluso las afirmaciones más osadas de Sor Juana, las que pueden hacernos imaginar a la monja jerónima escribiendo con una sonrisa amarga fórmulas serviles que son un guiño interno para el lector de otros siglos, topan en algún momento con un horizonte cultural específico, del que ni una inteligencia privilegiada como la de Sor Juana pudo escapar. Ese horizonte es la barrera de una ortodoxia religiosa y una presión jerárquica, de signo político, que dio fin a su vida y a su obra. Durante siglos corrió la especie de que Sor Juana se había arrepentido de su dedicación al estudio, de que había rubricado con sangre, como efectivamente lo hizo, una Protesta 15 de fe, y que había escrito, es cierto, una Petición 16 de perdón y adhesión a la Iglesia; que había vendido los 4,000 volúmenes de su biblioteca, así como sus valiosos instrumentos astronómicos y musicales, para auxiliar a los pobres, y había sucumbido a la peste, como otras monjas de su comunidad. Esta especie fue puesta en duda por varios estudiosos, entre ellos Octavio Paz 17, no por cuanto a los documentos, que efectivamente existen, sino por cuanto a los motivos y condiciones que orillaron a Sor Juana a escribirlos. No obstante, faltaban

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